Hasta el sábado a la medianoche, Alberto Fernández y Santiago Cafiero no habían recibido una sola comunicación -formal o informal- que les permitiera confirmar que Nicolás Maduro participará en la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
El dictador de Venezuela es el único integrante de la CELAC -son 33 en total- que aún no ratificó que llegará el lunes a Aeroparque para intervenir en las deliberaciones del foro regional. Maduro aseguró a Lula da Silva que viajaría a Brasilia para su asunción, pero al final quebró la promesa y permaneció en Caracas.
“El Presidente no habló con Maduro y no sabe si viene a la Cumbre”, confió un integrante del Gabinete que pasa su vida en Olivos.
“Los viajes de Maduro son un misterio. Nunca se sabe qué hará. Es su estilo”, explicaron en la Cancillería.
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El embajador argentino en Venezuela, Oscar Laborde, envió un cable cifrado al Palacio San Martín asegurando que el líder de Venezuela participaría de la cumbre de la CELAC. Y hace unos días, el diplomático kirchnerista ratificó ese dogma de fe durante un reportaje radial.
Laborde es el único miembro del Gobierno que jura que Maduro no faltará a la reunión de la CELAC.
Alberto Fernández no tiene afinidad personal con Maduro, pero su peso político en el Caribe fue clave para lograr que Argentina se hiciera cargo de la CELAC. Sin la influencia ideológica de Maduro, Daniel Ortega no hubiera decidido votar a favor de Alberto Fernández. Y ese gesto abrió una canal inédito de conversaciones entre el jefe de Estado y el dictador venezolano.
Alberto Fernández junto a Emmanuel Macron y Gustavo Petro lograron que se reabrieran las negociaciones entre Maduro y la oposición de Venezuela. Esa mesa de diálogo es apoyada por Estados Unidos, y el presidente argentino juega como pivot entre Washington y Caracas.
“Maduro está cumpliendo con los compromisos que se tomaron para abrir las negociaciones entre el oficialismo y la oposición venezolana. Mientras siga así suma. Mejor tenerlo adentro y comprometido que afuera y tirando piedras”, opinó un secretario de Estado que conoce los términos del diálogo secreto que mantienen la Cancillería y el ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela.
-¿El Presidente le va a dar una audiencia a Maduro?-, preguntó Infobae a Cafiero.
-Si viene y pide, se la damos como a todos-, contestó el canciller.
Maduro tiene un asunto muy importante para conversar con Alberto Fernández: el avión venezolano-iraní que Hezbollah utilizaba para apoyar innumerables ataques terroristas en Medio Oriente. Ese Boeing 747-300 de Emtrasur está incautado por orden de la justicia de Estados Unidos, y el dictador de Venezuela pretende que el Presidente ordene su entrega inmediata para que vuele de regreso a Caracas.
Alberto Fernández conoce las intenciones de Maduro, y si finalmente hay encuentro oficial, contestará que es asunto de la justicia federal. Una respuesta difícil de entender para el líder populista: en Venezuela no existe la división de poderes.
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Pese a la ausencia de una confirmación formal o informal desde Caracas, la Cancillería tiene todo previsto para recibir a Maduro y su comitiva durante la tarde del próximo lunes. Ya se conocen los nombres de la delegación venezolana y no hay ningún pedido de Interpol para ejecutar una captura en Aeroparque.
El dictador de Venezuela puede desembarcar en Buenos Aires. No tiene orden de detención internacional. Y es poco probable que prospere la causa federal que se abrió hace pocos días en Comodoro Py. Su único problema, si llega a la Argentina, será enfrentar a los miles de venezolanos exilados que lo esperarán en la puerta del Sheraton hotel.
En ese momento, Maduro comprobará que no hay ni olvido ni perdón.
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