Después de dos semanas de silencio, el kirchnerismo volvió a la batalla contra Alberto Fernández. Las primeras declaraciones y las omisiones de sus principales líderes, tras el regreso de Cristina Kirchner a Buenos Aires, terminaron con el “veranito” que disfrutaba la Casa Rosada. Sin embargo, cerca del Presidente no muestran alarma por el vendaval de críticas e indiferencia. “Es más de lo mismo”, se limitan a decir. No cambiarán sus planes. Esta semana, apostarán a colocar en el centro de la agenda política al Presidente, con la cumbre de la Celac, y los encuentros con su par de Brasil, Inácio Lula da Silva; y con el canciller alemán, Olaf Scholz. Aunque son conscientes de que la vicepresidenta, con sus propias bilaterales —ya confirmó su propio encuentro con el líder del PT— también tendrá protagonismo. Después, el primer mandatario seguirá con el “modo campaña”, con visitas a Chaco y a una provincia del Sur, a pesar de la sorpresa y el descreimiento de los duros del FDT.
En los despachos “albertistas”, donde la semana pasada celebraban el cese del fuego amigo, se vieron algo decepcionados con la reedición de los cuestionamientos del ala cristinista. Las declaraciones de Andrés Larroque en distintas radios contra “los moderados” del Gobierno fueron un calco de los planteos del año pasado. El alfil de Cristina Kirchner, ministro de Desarrollo Comunitario bonaerense de Axel Kicillof, repitió el pedido de una mesa política, adjudicó los problemas económicos y sociales, nuevamente, al acuerdo con el FMI, y le dedicó una risa irónica a Alberto Fernández cuando le preguntaron por su liderazgo político en una entrevista con AM530.
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Por su parte, Cristina Kirchner, en sus primeras definiciones políticas -por ahora sólo a través de Twitter-, se dedicó a apuntar contra el Poder Judicial, en el marco de la causa que investigaba los chats entre el ministro de Horacio Rodríguez Larreta, Mauricio D’Alessandro, ahora de licencia; y Silvio Robles, el vocero del presidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti. No emitió ni una sola palabra de respaldo al juicio político contra el máximo tribunal que impulsó el Presidente.
No sólo las palabras de Larroque y las omisiones de Cristina Kirchner mostraron la vuelta del embate. Los pedidos del senador Oscar Parrilli y del gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, ambos de la órbita de CFK, para que el Ejecutivo avance contra la Justicia por DNU también fueron señales de disconformidad con la estrategia de Alberto Fernández, que no parece alcanzar al Instituto Patria. En el mismo sentido se interpretaron los nuevos pedidos para que el Presidente indulte a Milagro Sala, cuando se cumplieron 7 años desde la detención, considerada por su abogado, en el marco de una marcha en Jujuy, “arbitraria e ilegal”.
Por vías subterráneas, los cuestionamientos se hacen aún más duros: en las oficinas K leen encuestas, aseguran que Alberto Fernández está “derrotado”, se muestran sorprendidos de que esté en campaña, y señalan que en todos los registros de opinión público, la pelea por los dos primeros puestos en intención de voto en el espacio se dirime entre Cristina Kirchner y Sergio Massa. “No importa cuál mires, Alberto siempre está tercero”, deslizó un funcionario de peso en el sector. Y abonó la hipótesis de que su estrategia de fondo, más que la reelección, es asegurarse una cuota de poder para él mismo y sus dirigentes más cercanos a partir del 10 de diciembre.
Como los vasos intercomunicantes entre cristinistas y albertistas son prácticamente inexistentes, en el kirchnerismo intentan interpretar las acciones accionar del Presidente. No sólo sobre sus intenciones de competir a pesar de que los números le juegan en contra, sino también a su decisión de avanzar contra la Corte Suprema tardíamente. “¿Realmente creía que podía lograr algo?”, se preguntan, en referencia al rédito político. Un avezado asesor de un ministro respondió que en el fondo de la jugada, más que seducir a CFK, buscó recuperar el respaldo de los gobernadores. “Para ellos es más importante de lo que parece. Y Alberto Fernández no tenía nada más para ofrecerles. Con Cristina no sirvió, con Zamora y Capitanich, sí”, dijo.
Si bien las apreciaciones del ala kirchnerista son prácticamente una continuidad del 2022, tienen peso específico en el inicio del año electoral, y confirman que el cierre de listas estará atravesado de lleno por la interna.
Aunque faltan meses para las elecciones nacionales, en las próximas semanas empezará a haber definiciones. En febrero, en una fecha aún no establecida -es un tema tabú en Balcarce 50, si bien falta cada vez menos- el jefe de Gabinete, Juan Manzur, regresará a Tucumán. Y el 12 se juega la primera batalla electoral del año, en las internas abiertas de La Pampa. Aunque el oficialismo logró una fórmula de unidad y el gobernador, Sergio Ziliotto, no compite, se verá si se impone el Pro, o la UCR, y por qué margen. En el primer caso, se verá fortalecido Horacio Rodríguez Larreta, que apadrinó al diputado nacional y contendiente local de su partido, Martín Maquieyra, contra el referente radical que responde a Martín Lousteau, Martín Borhongaray. Y en el Gobierno miran atentos los posicionamientos “del otro lado” para definir su propia oferta. La gran pregunta es por la decisión de Mauricio Macri, que aún no reveló si competirá.
Por lo pronto, el Presidente, decidido a pelear la reelección aunque las encuestas lo den muy abajo, despliega una especie de pre- campaña mezclada con gestión, como se vio en las últimas semanas. Lo hizo “con aire”, como dijo un ministro de su entorno más cercano, debido a la ausencia de los referentes K, que tomaron distancia de la arena política desde Año Nuevo -en parte, para descansar, dijeron-. Este jueves tiene planeado visitar el Sur, aunque en su entorno señalaron que podría postergar ese viaje hasta la semana que viene, para no sobregirar una semana que empezará muy cargada por la cumbre de líderes regionales y las bilaterales con Lula y Scholz. Y, quizá, si se confirma su arribo, con el venezolano Nicolás Maduro, que llegaría envuelto en una polémica de proporciones por la fuerte alarma que dispararon los opositores de JXC y ONGs contra la invitación.
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Todos ellos esperan a que Cristina Kirchner defina si será o no candidata, después de las marchas y contramarchas. En los últimos días, retomaron el operativo clamor para pedirle que compita, después de que ella misma dejara la puerta abierta, en su último acto, en Avellaneda, al señalar que había dicho que se bajaba por la “proscripción” que le imponía el “lawfare”.
El resto de los precandidatos están a la espera de esa determinación, aunque se precipitaron algunas definiciones menores. Por caso, el dirigente social Juan Grabois, aliado ocasional del kirchnerismo, le dio su respaldo a Eduardo “Wado” de Pedro.
En cualquier caso, el cierre de listas se discutirá en compartimentos separados. Si bien Alberto Fernández se prepara para llamar al Consejo Nacional del PJ, aún resiste generar la mesa política que le pide La Cámpora, porque, insiste, sería un condicionante para su administración.
La frase “año nuevo, vida nueva” no aplica para la interna del Gobierno, ni siquiera cuando el Presidente puso en juego su legitimidad y se ganó una serie de denuncias de la oposición por su embestida contra la Corte Suprema para contentar a los sectores más duros del Gobierno, y a los gobernadores.
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