A sólo dos semanas desde el comienzo del año electoral, la hiperactividad de Alberto Fernández, que recorre el conurbano y el interior, contrasta con el resto de los presidenciables, que mantienen el perfil bajo y le escapan a los micrófonos y los escenarios. El jefe de Gabinete, Juan Manzur; el titular de Interior, Eduardo De Pedro, y el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, a diferencia del primer mandatario, aguardan señales políticas de la cúpula K, que tiene el respaldo mayoritario en el espacio, así como resultados de gestión y electorales, según el caso, para poner en marcha sus aparatos de campaña. En tanto, el ministro de Economía, Sergio Massa, insiste en que no jugará, pero en el espacio lo señalan como una apuesta probable.
Ninguno de los cuatro -todos altos funcionarios del gobierno nacional excepto “Coqui”- empezó aún a recorrer la provincia de Buenos Aires en modo proselitista, mientras que, del otro lado, en Juntos por el Cambio, los referentes que aspiran a la presidencia -Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich- empezaron a caminar el territorio o a fomentar actividades de claro tinte electoral.
El único que da señales concretas sobre su decisión de competir es Alberto Fernández y en su entorno admiten, aunque por ahora en voz baja, que sus últimas acciones fueron pensadas en modo proselitista. El lanzamiento del spot con prédica esperanzadora, que lo muestra serio pero a la vez descontracturado; sus itinerarios políticos en la playa (que buscaría reeditar este fin de semana con gobernadores); sus publicitadas reuniones con varios intendentes y funcionarios nacionales con mensajes sobre el vínculo entre la gestión y las elecciones fueron algunas de las actividades enmarcadas en ese sentido. Al igual que la serie de discursos cuidadosamente estructurados para criticar a Mauricio Macri y a la vez destacar logros de la administración, y que fueron transmitidos sin falta por los medios públicos.
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Esta semana, en la misma tónica, en la Casa Rosada sumaron dos acciones, esta vez en el interior. Una fue en Mendoza, provincia opositora, donde el Presidente aterrizó con los tapones de punta contra el gobernador radical, Rodolfo Suárez, y generó una polémica porque el caudillo que responde a Alfredo Cornejo no quiso recibirlo. La otra tendrá lugar hoy en La Pampa, donde se dirimirá, el 12 de marzo, la primera batalla electoral del año. En la provincia que conduce el peronista Sergio Zillotto -uno de los 10 gobernadores que apoyaron el juicio contra la Corte Suprema- el jefe de Estado buscará empezar a capitalizar lo que -considera- será un triunfo casi asegurado, porque el PJ logró un acuerdo para competir unido frente a una oposición resquebrajada entre los candidatos del PRO, Martín Maquieyra; y de la UCR, Martín Berhongaray.
En el entorno de “Wado” de Pedro, en cambio, no muestran apuro. “Esto no es una carrera de velocidad, es una maratón”, lanzaron, y describieron la actitud del funcionario, que nunca integró una boleta, como “prudente”. En lo que va del mes, el ministro que responde a Cristina Kirchner sólo apareció en Mar del Plata un día, para la inauguración de un puesto de atención de Renaper; y recién ayer mantuvo una reunión de mayor volumen político, con Axel Kicillof, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, pero se transmitió muy poco sobre lo conversado.
Fiel alfil de Cristina Kirchner, De Pedro no diseña una agenda de campaña, y no dará un solo paso hasta tener el aval de su jefa. Pero en su despacho, en la planta baja de Balcarce 50, miran atentamente las encuestas que registran su impacto en la opinión pública, mientras reniegan de las miradas que lo descalifican como candidato por su bajo porcentaje de conocimiento. “Estamos tranquilos. En comparación con otros dirigentes, Wado no lidia con niveles de imagen negativa, que es lo más difícil de revertir”, deslizan.
Hay quienes aseguran, en el ala k del Gobierno, que la falta de acción de campaña temprana en ese sector responde a las bajas expectativas de la Vicepresidenta frente a la carrera presidencial. Esas voces aseguran que apunta a conservar la provincia de Buenos Aires, en principio, con Kicillof al tope de la nómina. No obstante, en el mismo espacio conviven perspectivas prácticamente opuestas. Admiten que esa era la mirada preponderante hasta fin de año y que hoy las encuestas les indican que el FDT “está competitivo”. “Todas nos dan un empate con Cambiemos”, dijo un alto funcionario que analiza y compara análisis de opinión pública de todas las consultoras, cada semana.
En esas oficinas nacionales de la órbita de CFK, al mismo tiempo, no descartan a Kicillof como candidato a presidente, si bien se trata de un escenario que el propio gobernador bonaerense, que ya trabaja por la reelección, rechaza y consideraría como un golpe fuerte para su futuro político inmediato. También dicen que la propia Cristina Kirchner dejó abierta la puerta abierta a competir, en su último discurso; y suman que podría acompañar en la boleta a otro candidato a la Presidencia. Todas las opciones parecen abiertas a cinco meses del cierre de listas del 24 de junio.
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Mientras tanto, en la órbita de Sergio Massa muestran escozor cuando se les pregunta por su candidatura. Remiten a la desmentida que hizo el ministro la semana pasada -cuando pidió que “no lo suban a otra carrera”- y juran que las entrevistas que brindó el domingo no fueron un aviso de que quiere jugar. En otras oficinas, vinculadas tanto al sector moderado como K, interpretaron exactamente lo contrario. “Quiere ser, pero no sabe si se lo van a permitir”, dijeron sobre el jefe de Hacienda, que llegó con ímpetu al Gobierno tras la salida de Martín Guzmán y cuya principal aspiración es bajar la inflación a menos de 4 puntos en abril y, al mismo tiempo, intentar controlar el dólar paralelo.
El caso de Manzur es misterioso. En su círculo insisten en que tiene intenciones serias de competir por el premio mayor, pero, en los hechos, el ministro coordinador, que dejará su cargo en febrero, se recluye en Tucumán -será candidato a vicegoberndor tras un acuerdo con su rival en la interna, Osvaldo Jaldo- y nunca asoma la cabeza, a pesar de que tiene un bajísimo nivel de conocimiento. Así las cosas, inclusive entre sus propias filas muestran desconcierto. Destacan como valores centrales del caudillo la reelección en su bastión en 2019, sus contactos con el establishment nacional e internacional y sus vínculos con el resto de los gobernadores. Pero están impacientes por empezar a trabajar en su posicionamiento en todo el país. “Para instalar un candidato se necesita tiempo, es difícil entender la estrategia”, dijo un miembro de su equipo en estricto off the record.
La “hiperactividad” de Alberto Fernández provoca indiferencia en el kirchnerismo. O al menos eso es lo que buscan transmitir. “En general, el que se apura es el que más desesperado está”, dijeron, con malicia, aunque evitaron analizar con mayor profundidad la estrategia del primer mandatario. Y es que, después de dos años, interrumpieron las embestidas que lanzaban con regularidad e incluso dieron muestras de relativa sintonía. Anteayer, De Pedro destacó el laudo del Presidente por Portezuelo del Viento; y arremetió, en la misma línea que Alberto Fernández contra el gobernador mendocino, Rodolfo Suárez, referente de Juntos por el Cambio. El primer mandatario le retribuyó el gesto y le pidió a sus encargados de prensa que reprodujeran las declaraciones de “Wado”, un hecho muy poco habitual en la historia reciente del Gobierno.
A pesar de que Cristina Kirchner les dio el visto bueno a todos los dirigentes de la coalición oficialista para que avancen -en su último acto, en Avellaneda, cuando pidió que “tomen el bastón de mariscal” y “no esperen” que ella dicte la estrategia-, los posibles candidatos a la presidencia avanzan con pie de plomo en el período pre campaña. A pesar de que acercan los primeros turnos electorales en las provincias, creen que tienen tiempo para decidir. Por el contrario, Alberto Fernández, que definió que disputará la interna tenga o no el apoyo de la Vicepresidenta, trabaja a contrarreloj.
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