Embarcado en el pedido de juicio político contra la Corte Suprema, y mientras arranca con los spots en modo campaña, el Gobierno le restó importancia a las agresiones verbales que recibió Alberto Fernández en su primera recorrida del año electoral en la provincia de Buenos Aires. En cambio, las atribuyó a grupos reducidos y negó que sus acciones puedan tener consecuencias para la seguridad del Presidente. Sin embargo, en la Casa Rosada advirtieron que este tipo de operatoria probablemente se repita a lo largo de la carrera proselitista. Creen que la tensión escalará en el territorio mientras las cúpulas políticas de las principales coaliciones discuten por la coparticipación, aunque hay miradas contrapuestas en el propio Frente de Todos sobre la responsabilidad de los escraches y hay quienes, aguzados, apuntan a las propias filas oficialistas.
Los candidatos -aún eventuales- empezaron muy temprano a dar los primeros pasos como tales. Alberto Fernández, que evalúa pelear en la interna con el kirchnerismo por la reelección, organizó desde el jueves un rally de actos en la costa bonaerense, con inauguraciones y reuniones políticas, en paralelo al impulso institucional que le brinda, desde la Capital, al juicio político contra la Corte Suprema.
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Las valoraciones de las recorridas, en el Gobierno, fueron positivas, hasta el lunes, cuando el itinerario en Miramar quedó teñido por la protesta de un conjunto de manifestantes que, si bien era reducidísimo, llamó la atención de los presentes. Unas 48 horas después, la escena se repitió, con características similares, en otra localidad bonaerense: Exaltación de la Cruz. Durante la inauguración de un hospital, un grupo de hombres y mujeres desplegaron, entre gritos y aplausos, una bandera con la leyenda: “Basta de cáncer, paren de fumigarnos”. Luego fueron brevemente demorados, pero el conflicto no tuvo mayores secuelas.
En la Casa Rosada, visiblemente irritados, minimizaron las manifestaciones. Dijeron que fueron “infladas” por los medios de comunicación y aseguraron que el Presidente tuvo una “excelente” recepción entre los vecinos y turistas. “No pasa nada, excepto lo que quieren inventar”, dijo un funcionario de confianza del Presidente, y describió su perspectiva de la escena en Exaltación: “Un tipo parado en la ruta le pegó un grito (a Alberto Fernández) en un acto precioso, de quinientas personas, una inauguración de hospital, una visita por primera vez en la historia de un presidente a Cardales, un almuerzo con intendentes. ¿De verdad esa es la noticia?”, se preguntó, irónicamente.
Con esa perspectiva en mente, el Gobierno tiene previsto mantener intacto el protocolo de las avanzadas sobre el territorio, a cargo de la Secretaría General, que conduce Julio Vitobello, y de la Casa Militar, a cargo de Alejandro Guglielmi. Tras hacer las averiguaciones correspondientes sobre lo ocurrido, concluyeron que no es necesario reforzar ni modificar los procedimientos. “No pasó nada, fueron tres personas”, insistieron.
Sin mostrar preocupación por la seguridad del primer mandatario, en Balcarce 50 sí exhibieron molestia. Aunque los destinatarios de ese enojo varían, según el interlocutor. Y es que hay juicios distintos sobre el origen de los ataques. Un sector del propio ala moderada del Gobierno apuntó como responsables a representantes de Juntos por el Cambio; otro, leyó los ataques en clave de interna.
Así, un hombre de la órbita de Alberto Fernández que también participó de la organización del acto en Miramar, dijo que los manifestantes eran “militantes opositores”. “No fueron actos espontáneos, no era gente normal”, dijo. Por el contrario, un funcionario del entorno presidencial consideró que se trató de “fuego amigo” frentetodista en el distrito que maneja principalmente el kirchnerismo.
En el Frente de Todos deslizaron inquietud por el modo en que se desarrollará la incipiente campaña. “Esperamos que no sea el modo en que la oposición piensa el año electoral”, dijeron cerca de un ministro. Otro funcionario vio plausible la continuidad de este tipo de operatoria. “Van a seguir. Toda la campaña va a ser así, de un lado y de otro”, diagnosticó un armador del primer mandatario que conoce como pocos el territorio.
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En ese sentido, aunque salvando la distancia por los respectivos roles, en las filas del FdT señalaron un paralelo con el escrache que había recibido, el día previo y a pocos kilómetros de Miramar, el jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta. El alcalde porteño, otro de los anotados para competir por la Presidencia, también se calzó las ojotas para recorrer los balnearios bonaerenses más concurridos en la primera semana del año. Y, como el Presidente, atravesó un mal trago en Mar del Plata, el domingo, cuando un hombre le gritó que “se lleva la plata de la provincia de Buenos Aires a la Ciudad”, y lo calificó como “delincuente”. La escena, al igual que en el caso del Presidente, fue grabada y subida a las redes sociales.
Desde el oficialismo deslizaron que la secuencia de Miramar fue una devolución de gentilezas por ese ataque. “Nos facturaron lo que pasó con Larreta en Mar del Plata, algo que tampoco compartimos”, dijeron.
En la sede de gobierno de la Ciudad negaron tajantemente la acusación y diferenciaron los asaltos. “(Frente al Presidente) eran 30, 40 personas insultando. (En el caso de Larreta) fue un militante, con consignas políticas como la coparticipación, algo bien alejado de la gente”, dijo un ladero del presidenciable de Pro que lo acompañaba durante el recorrido y presenció la agresión verbal. Como en la Casa Rosada, descartó una reacción espontánea y calificó el asalto a su jefe político como una maniobra partidaria. “Estuvo todo armadito, al ratito lo replicaron pasquines oficialistas”, describió, prácticamente en espejo con los argumentos del oficialismo.
Por lo pronto, Alberto Fernández seguirá con su precalentamiento de campaña en la provincia, sin distinguir entre intendencias cercanas o kirchneristas. Hoy viaja hasta Ensenada para encontrarse con Mario Secco, el intendente que insiste con convencer a Cristina Kirchner para que sea candidata presidencial en su lugar.
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