Horacio Rodríguez Larreta comenzó el año más decisivo de su vida política con sensaciones encontradas. Se vio cuatro veces con Mauricio Macri en Villa La Angostura, fue zamarreado por Elisa Carrió a raíz de la situación de Marcelo D’Alessandro y hace 24 horas tuvo una foto importante para su armado político multicolor cuando posó con los radicales Gerardo Morales y Martín Lousteau. Ya sabía que iba a ser difícil consolidar su proyecto presidencial. Quizá no pensó que lo fuera tanto.
El jefe de Gobierno atraviesa una carrera de obstáculos para llegar a lo que soñó desde que era chico, la presidencia de la Nación. El principal escollo, curiosamente, es la misma persona a la que conoce desde hace 20 años, Macri, fortalecido en su rol de mentor y custodio ideológico del PRO, pero sin ninguna intención de elegir su candidato presidencial favorito en el partido ni tampoco, al menos hasta marzo, de disipar las dudas acerca de sus supuestas intenciones de regresar a la Casa Rosada.
El otro obstáculo es una fuerte competidora interna como Patricia Bullrich, que sube en las encuestas, le disputa palmo a palmo el liderazgo opositor y dentro de dos semanas buscará la foto que el alcalde porteño no tuvo en el sur: se quedaría entre el 22 y 23 de enero en el country Cumelén para reunirse a solas con Macri y avanzar en las grandes definiciones electorales del PRO.
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Es cierto que Bullrich y María Eugenia Vidal ya lo habían visto al ex presidente en Buenos Aires, pero Rodríguez Larreta sumó 4 contactos con Macri en su semana en Cumelén. ¿Les sacó ventaja no sólo en la cantidad de reuniones? El jefe de Gobierno estuvo cara a cara con el fundador del PRO en la tarde del sábado 31. El resto fueron encuentros sociales, con sus parejas y amigos en común. Quienes lo vieron a Larreta apenas llegó del sur aseguran que se mostró satisfecho por su charla con Macri. Es el único indicio: cuando ambos se reúnen, ninguno rompe el pacto de silencio sobre lo que hablan.
Larreta, Bullrich y Vidal salieron contentos de sus encuentros con Macri: aseguran que les dio garantías de que mantendrá su imparcialidad en la pelea por la candidatura presidencial del PRO y que no se pronunciará a favor de ninguno de los tres. Escuchó sus planes y los detalles sobre sus equipos de gobierno, hizo sugerencias y les pidió que si llegan al poder apelen a “gente con experiencia”, es decir, a algunos de quienes fueron sus ministros en la gestión de Cambiemos. Fue la actitud de alguien que no parecía dispuesto a disputarles la máxima postulación en el PRO.
Aun así, Macri volverá a levantar su perfil el jueves próximo cuando presente su último libro en Mar del Plata. Esta vez, a diferencia de lo que sucedió en el lanzamiento de “Para qué”, por ahora sólo está prevista la presencia de sus dirigentes más fieles. En su entorno preparan otras actividades veraniegas con aroma proselitista antes de que el 20 de febrero vuelva a su casa en Acassuso.
Esta misma semana, Rodríguez Larreta deberá actuar de bombero para apagar otro fuego político: en su revitalizado gabinete porteño, donde se incorporaron Martín Redrado, Waldo Wolff y Silvia Lospennato, estaba previsto que se sumaran Cynthia Hotton y Graciela Ocaña, pero la diputada nacional de Juntos y presidenta de Confianza Pública sigue de vacaciones y sin dar señales de que aceptará la oferta de pilotear una estructura dedicada al “bienestar integral de adultos mayores”, fuera del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, ad honorem y sin dejar su banca.
Entre Macri y Rodríguez Larreta, mientras, también se coló el caso de Marcelo D’Alessandro. El ministro de Justicia y Seguridad porteño quedó en la mira tras la filtración de sus chats de Telegram y dejó sin reacción al larretismo. El jefe de Gobierno le pidió que saliera a defenderse en los medios, pero, al principio, fue estruendoso el silencio de la primera plana de la administración porteña sobre el ministro apuntado por el kirchnerismo. Hay quienes sugieren que Larreta hubiera preferido que renunciara para que las esquirlas del episodio no lo tocaran. La licencia de D’Alessandro fue una salida intermedia, sobre todo para calmar a Carrió. Su filoso tuit (“no sostener a funcionarios acosados por las mismas mafias que asesinaron a Nisman con escuchas falsas e ilegales no habla muy bien del gobernante que no sostiene al funcionario ni enfrenta a las mafias”) irritó a Rodríguez Larreta, aunque la fundadora de la Coalición Cívica (CC) se rectificó en las redes luego de anunciarse la licencia.
No fue la única que estuvo activa por ese caso. En esos minutos posteriores a la explosión que causó el mensaje de Carrió. El jefe de la CC, Maximiliano Ferraro, y la diputada nacional Paula Oliveto recibieron las protestas inflamadas del larretismo y contuvieron los reclamos. Vidal congeló su relación con Carrió por sus insistentes acusaciones contra Cristian Ritondo. Rodríguez Larreta, en cambio, sigue poniendo su mejilla ante los ataques “cariñosos” de la ex diputada. No dejó de hablar en ningún momento con ella. Sabe que si llega a la Presidencia, la lengua de Carrió puede ser más letal.
Afirman que Carrió está segura de que D’Alessandro fue víctima del espionaje del ex jefe del Ejército César Milani y cree que en la difusión de los chats hubo incidencia de un sector del PRO. Curiosamente, coincide con el diputado nacional ultrakirchnerista Rodolfo Tailhade.
Al jefe de Gobierno, según sus allegados, lo molestaron ciertas “desprolijidades” de su ministro, más allá del hackeo que sufrió. Hace mucho que Rodríguez Larreta se toma el trabajo de borrar todos sus chats de WhatsApp y nunca envía audios. Bullrich no toma esos recaudos y mantiene a rajatabla un estilo “setentista” de comunicación: “Directo y al hueso”, detallan sus colaboradores. Son los mismos que cuando se conoció la licencia de D’Alessandro transmitieron en off un pensamiento de su jefa: “Si un funcionario hace las cosas bien, hay que dejarlo en su puesto. Si hace las cosas mal, hay que echarlo. No hay una solución intermedia”. Fue su forma de criticar la alternativa que encontró Larreta.
Los dos rivales, más Macri y Vidal, participarán el martes próximo del Zoom de la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio, que se reactivará luego de dos meses sin actividad. El tema central será el pedido de juicio político contra la Corte Suprema que impulsa Alberto Fernández, pero también harán un análisis de la coyuntura y avanzarán en la coordinación de las acciones institucionales de JxC.
Allí estarán mezclados los mismos dirigentes del PRO y de la UCR que en las últimas horas generaron las fotos más potentes de la oposición. Este sábado, Rodríguez Larreta y Diego Santilli, su candidato a gobernador, posaron en Mar del Plata con el líder del radicalismo, Gerardo Morales, y el senador nacional Martín Lousteau como si fueran Los Beatles cruzando Abbey Road, pero más cerca de los cornalitos. Macri es un confeso admirador de Freddie Mercury, el cantante de Queen. Bullrich decidió alejarse de los gustos musicales anglosajones de sus socios y rivales de la coalición opositora: eligió bailar chamamé el 19 y 19 de enero durante su visita a Corrientes, donde tendrá su propia foto con otro radical: el gobernador Gustavo Valdés. Antes de dejar la costa atlántica, Rodríguez Larreta ensayará esta tarde un dúo con Lousteau al mejor estilo Mick Jagger-Keith Richards en Pinamar, donde asistirán a una clínica con ídolos deportivos organizada por el Banco Ciudad.
En este ambiente -por ahora- distendido de Juntos por el Cambio, resultó sugestivo el desayuno que organizó el macrista Hernán Lombardi en Pinamar con otros “halcones” como Néstor Grindetti, Federico Angelini, Martín Yeza, Pablo Tonelli y Jorge Enríquez, entre otros. Allí, entre café con leche y medialunas, se planteó la necesidad de ordenar la interna del PRO en el distrito bonaerense desde el punto de vista ideológico y se concluyó que hay que buscar alianzas para ganar las elecciones.
Ese día no pudo sumarse el larretista Fernando Straface, secretario general y de Relaciones Internacionales del gobierno porteño, quien está de vacaciones en la zona, pero ya se había reunido el día anterior con Lombardi. Un hombre de confianza de Rodríguez Larreta y otro del círculo íntimo de Macri, juntos después de los 4 contactos de sus líderes en Cumelén. Gestos de acercamiento que parecían impensados. ¿Un milagro de la incipiente campaña?
Quizá en el PRO por fin entendieron que para ganar las elecciones hace falta mucho más que “una pequeña ayuda de mis amigos”, como dice el hit de los cuatro genios de Liverpool que podrían entonar sus émulos Larreta-Santilli-Morales-Lousteau. Y saben que si no dejan de pelearse como Pimpinela para llegar unidos a las urnas, el futuro de Juntos por el Cambio será un grito beatle desesperado: “Help!”.
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