A días del comienzo de 2023, los presidenciables del Frente de Todos se preparan para emprender un descanso breve durante fin de año, pero ya perfilan sus estrategias para posicionarse en la interna para el año que viene. Alberto Fernández, que buscará la reelección, el jefe de Gabinete, Juan Manzur, el ministro de Economía, Sergio Massa; el titular de Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, y el embajador en Brasil, Daniel Scioli; los virtuales competidores a nivel nacional, usarán las herramientas que les ofrecen sus respectivos roles en el Gobierno para pelear por el tope de las boletas en las primarias.
La oferta de eventuales candidatos del oficialismo, más allá de las particularidades de cada dirigente, se presenta inclinada hacia el centro. Todos, en gran medida, tienen vínculos históricos y profundos con el establishment, un hecho indiscutible y no casual, que se desprende de los análisis de opinión que llegan a las oficinas más encumbradas del Gobierno.
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Los análisis les muestran a los líderes del FDT un desencanto generalizado con la política, y un viraje generalizado hacia la derecha, que se evidencia de la manera más clara en el crecimiento de la intención de voto del líder de Avanza Libertad, Javier Milei. Un fenómeno que, creen, perjudica más a Juntos por el Cambio, pero que también afecta al oficialismo. “Si miramos a nuestros presidenciables, es evidente que todos son de pseudo derecha, algo lógico y necesario. Para que Larreta y Bullrich no te pasen por arriba tenés que apelar al peronismo más tradicional”, dijo un funcionario nacional de la órbita de Manzur.
Inclusive el menos ortodoxo de ellos, el kirchnerista De Pedro, está abocado desde hace largos meses, meticulosa e insistentemente, a generar y exhibir sus vínculos con empresarios de todos los sectores para, de alguna manera, relativizar los “prejuicios” sobre sus intenciones, derivados de su cercanísima relación con Cristina Kirchner. Si bien la vicepresidenta no lo eligió, hasta ahora, como único candidato, sí lo habilitó para que empiece a posicionarse, y no objeta los permanentes guiños a los calificados en el ala dura del Gobierno como “poderes concentrados”. “Él no estaría haciendo nada si no tuviera su visto bueno”, deslizaron en Interior.
En el entorno de “Wado” ya admiten que sus acciones están orientadas a jugar en 2023. Con tal determinación que, dicen, no tienen un plan B -léase, una candidatura a gobernador, a intendente en la provincia de Buenos Aires, o inclusive a vicepresidente-. “Es joven, tiene mucha proyección. El año que viene se empieza a posicionar”, aseguró un funcionario de su órbita. Su principal problema, admiten, es la falta de conocimiento, pero en sus oficinas creen que es el escollo menos grave. “Hacer notar a un candidato desconocido es lo menos complicado. Mucho más difícil es mejorar perfiles con alto nivel de imagen negativa”, deslizaron.
Por caso, Daniel Scioli hace gala de los aprendizajes que obtuvo durante sus relaciones diplomáticas con el gobierno de Jair Bolsonaro, en Brasil. En su entorno admiten que regar ese vínculo a nivel personal le trajo varios dolores de cabeza, empezando por las dudas que generaba en quien terminó siendo electo presiente para el próximo período, Lula da Silva. Pero aseguran que tanto Alberto Fernández como el líder del Partido de los Trabajadores entendieron que era un canal necesario para fortalecer los vínculos institucionales con el gobierno brasileño. “No había otra forma”, justificaron. Por lo pronto, el ex motonauta está prácticamente decidido a pelear en la batalla del año que empieza. La prueba de fuego, dicen algo jocosos en sus oficinas porteñas, será el “Bristol test”, como llaman a su habitual desembarco político en la playa más popular de Mar del Plata.
En el caso de Alberto Fernández, no tiene previstos mayores cambios para la pre-campaña, aseguran en su entorno. Se valerá de los actos de gestión, que le dan una visibilidad incomparable a la de cualquier otro candidato, y no descartan empezar a hacer conferencias de prensa, un mecanismo que dejó de utilizar con asiduidad desde que terminó la cuarentena. Continuará con sus habituales recorridas por el conurbano -anteayer inauguró tres fábricas en Florencio Varela-; el interior bonaerense y las provincias, con eje en temas de obra pública, de la mano de su alfil, Gabriel Katopodis, y que serán religiosamente trasmitidas por streaming.
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A pesar de las críticas que recibe dentro de su propio espacio político, Alberto Fernández no cree que sea necesario hacer modificaciones sustanciales en el rumbo. Las encuestas de los últimos meses, dicen en la Casa Rosada, muestran una mejora en la imagen del Gobierno que, si bien es leve, también es “sostenida”. El punto de quiebre para iniciar una curva ascendente en la perspectiva de la opinión pública, dicen, fue la salida de Martín Guzmán del Ministerio de Economía, pero evitaron atribuirle los laureles de esa mejora a Massa. “Fue por distintos factores”, dijeron muy cerca del jefe de Estado.
Massa, por su parte, continuará negando sus intenciones de presentarse como candidato por tiempo indeterminado, y se enfocará principalmente en la gestión al frente de Hacienda. En su entorno no quieren hablar de perspectivas electorales, pero según pudo reconstruir este medio, el ministro les dijo a distintos interlocutores que su éxito se medirá en el porcentaje de inflación que se registre en abril, y que quiere bajar al 3,5 por ciento.
También se valerá de sus relaciones con el establishment, al igual que Manzur, que en términos de sus relaciones con el empresariado nacional e internacional, tiene un perfil similar al de Massa. El gobernador en uso de licencia recientemente estuvo en Israel, y para el verano proyecta otro viaje a Estados Unidos. En el ámbito local, se presenta como el “candidato de los gobernadores”, como cacique de Tucumán, aunque los apoyos en el interior aún no están cerrados en torno a su figura. Tiene previsto volver a su provincia en febrero, para ocuparse de la campaña como candidato a vicegobernador. Y, dicen muy por lo bajo en su entorno, lo más probable es que no regrese a su cargo, como quiere Alberto Fernández.
En este contexto, podría ocurrir que el Presidente compita detrás de bambalinas con dos de sus ministros hasta que se resuelva la disputa interna. Sin olvidar que Cristina Fernández de Kirchner, aún en clave cifrada, será protagonista al momento de la designación del candidato oficial del peronismo.
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