Alberto Fernández viajó inesperadamente ayer a Santiago del Estero para buscar apoyo de parte de los gobernadores más poderosos del PJ a su polémica decisión de finalmente pagarle a la Ciudad de Buenos Aires, aunque no en efectivo, sino con bonos del tesoro. Los jefes provinciales, encabezados por el anfitrión, Gerardo Zamora, y por el chaqueño Jorge Capitanich, por ahora, se mostraron dispuesto a escucharlo, e incluso evitaron cuestionar la marcha atrás. Sin embargo, no dieron apoyo explícito a la medida y se desentendieron de la presentación del procurador del Tesoro, Carlos Zannini, a través de la cual el Gobierno pidió que la Corte Suprema suspenda los efectos del fallo por la coparticipación.
El primer mandatario asistió a la reunión en Santiago del Estero, celebrada a puertas cerradas, junto a su fiel ladero, el ministro de Obra Pública, Gabriel Katopodis. Lo esperaban Zamora, uno de los referentes del interior con la postura más férrea contra la decisión de la Corte, y sus pares de Chaco, Capitanich, muy crítico del máximo tribunal en sintonía con el resto del kirchnerismo; y de Santa Fe, Omar Perotti, que prefirió mantenerse al margen de la postura desafiante del gobierno nacional la semana pasada, pero propuso enfocarse en la cuestión de fondo y crear una nueva ley de coparticipación. También estaba Eduardo Wado de Pedro, el ministro del Interior, de la órbita K y partícipe de la estrategia de desobediencia nacional, aunque intentó mantener bajo el perfil de su intervención en el conflicto.
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La charla fue “cordial”, dijeron tanto en la Casa Rosada como desde las gobernaciones. Alberto Fernández no brindó argumentos específicos sobre su marcha atrás, pero se defendió de las críticas y volvió a autoproclamarse como defensor del federalismo, entre halagos a las gestiones locales. Las autoridades provinciales lo escucharon, asintieron y coincidieron en las críticas contra Larreta; sin embago, esquivaron las definiciones frente a la postura del Gobierno.
No le dieron la razón al Presidente, ni en privado, ni en público, a pesar de que se esperaba alguna definición, inclusive de parte de la Liga de los Gobernadores, el grupo que a lo largo del año sentó posiciones sobre distintos temas -inclusive para criticar a Alberto Fernández por la situación económica-, pero esta vez se mantuvo en silencio. Además, a diferencia de la semana pasada, cuando acompañaron el comunicado de la Casa Rosada donde se anunció la imposibilidad de cumplir el fallo, no firmaron los dos escritos presentados por Zannini ante la Corte.
El encuentro había sido convocado inicialmente para discutir la evolución del manejo de los bajos submeridionales, pero terminó teniendo como eje central la estrategia de la Nación y de las provincias frente a la Corte Suprema y a la Ciudad de Buenos Aires. Fue un nuevo capítulo de la escalada en la batalla que se inició con el fallo de los cortesanos a favor del presidenciable de Juntos por el Cambio, Horacio Rodríguez Larreta, y que tuvo un giro el lunes cuando el primer mandatario anunció que le pagaría con bonos.
El encuentro en Santiago del Estero culminó con sendos discursos del Presidente y del gobernador contra la ciudad de Buenos Aires, donde ambos se concentraron en “defender el federalismo” con fuertes dardos hacia la dirigencia porteña (fueron los únicos oradores: “Wado” De Pedro, que ocupaba una silla en el escenario, prefirió quedarse en silencio como en los últimos días). Sin embargo, en público obviaron las diferencias que se gestaron durante los últimos días entre las máximas autoridades del PJ por la forma de enfrentar el fallo de la Corte que favoreció al alcalde porteño.
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El encuentro en el Norte se gestó a último momento. Alberto Fernández, ávido por la aprobación de los gobernadores, se sumó a la inauguración del acueducto Simbolar-Añatuya, al que no tenía previsto asistir. Buscó acercarse a hablar en persona con Zamora, uno de los mandatarios provinciales que el jueves pasado lo habían presionado con mayor vehemencia para que se plantara frente al fallo del máximo tribunal por los fondos de la policía bonaerense, y con Capitanich.
Anteayer, en las provincias habían dejado conocer su sorpresa frente a la decisión, informada el lunes, de acatar la sentencia de la Corte, a contramano de la decisión de incumplirla que había transmitido tan solo tres días antes. Y aún estaban recalculando cómo avanzar.
Además, esperaban el discurso de Cristina Kirchner, que horas después, a las 19, tenía previsto hablar en Avellaneda frente a militantes, junto al gobernador bonaerense, Axel Kicillof, damnificado por el fallo, y el intendente afín, Jorge Ferraresi. Todos daban por sentado que hablaría en contra de la Corte, y así lo hizo, también con vehemencia.
Alberto Fernández, que no fue invitado al mitin en Avellaneda, se trasladó solo desde Santiago del Estero a la Quinta de Olivos. Con la interna latente, nadie esperaba que el Presidente asistiera a Villa Clorinda, a pesar de que se esperaba que algún pasaje del mensaje estuviera orientado directamente hacia la Casa Rosada.
Así fue, cuando Cristina Kirchner pareció cuestionar, aunque de manera elíptica, el retroceso de Alberto Fernández, al referirse a aquellos hombres que “amagan y reculan”. Además, sólo mencionó al pasar el pago con bonos. En cambio, minimizó el cariz de la disputa -la describió como una serie de “dimes y diretes”- y planteó que se trata de una discusión más profunda.
Con la historia de dardos contundentes y sostenidos que se dispararon desde el Instituto Patria a lo largo de los últimos dos años, la Vicepresidenta mostró clemencia con el jefe de Estado, y en cambio, eligió enfocarse en el Poder Judicial. Ahora, resta una definición clara de parte de los gobernadores, cuando la pelea contra el fallo de la Corte y la Ciudad sigue abierta.
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