Los que conocen la dinámica interna del frágil gobierno de Alberto Fernández aseguran que durante los últimos días -incluso entre Nochebuena y Navidad- sus colaboradores le acercaron alternativas para intentar revertir el fallo de la Corte Suprema que le ordenó devolver a la Ciudad de Buenos Aires parte de los fondos de la coparticipación federal recortados de manera unilateral durante la pandemia.
Anotan en esa faena al puñado de incondicionales que aún se mantienen a su lado, aunque en concreto la lapicera esté en última instancia en manos de Carlos Zannini, el procurador del Tesoro y a quien Cristina Kirchner, suele llamar en público y en privado su “amigo”. Se trata del cerebro jurídico a quien la vicepresidenta le confía como a pocos, pese a que se desconozcan sus éxitos como jefe de los abogados del Estado.
Zannini no sólo fue cuestionado con crudeza cuando se destapó el escándalo del vacunatorio VIP -él y su esposa fueron vacunados contra el COVID- sino que también fue criticado por afirmar que algunas personalidades “merecían” recibir esa inmunización antes que otros argentinos.
Más allá de quién tiene la última palabra, para dirigentes opositores y analistas resulta tan conmovedor como grotesco observar al presidente asumir como propia una derrota que fue construida por el kirchnerismo -con paciente impericia- durante más de dos años.
En septiembre de 2020, Alberto Fernández firmó un decreto que inspiró el Instituto Patria como solución para que el gobierno de Axel Kicillof pudiera aumentarles los sueldos a los policías bonaerenses que estaban casi sublevados por el atraso de sus salarios. Además, el presidente delegó en el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, las audiencias de mediación que se hicieron este año en la Corte Suprema y que no tuvieron resultado.
Como “hombre de derecho”, Alberto Fernández no podía desconocer que el manoteo unilateral de los fondos por parte del Gobierno a una jurisdicción subnacional terminaría en un juicio y que no acordar después de varias mediaciones lo terminaría perjudicando.
Como pasó con el decreto infausto y la ineficaz mediación, la estrategia del Gobierno volvió a quedar en manos del kirchnerismo. La idea, entonces, fue ejecutar con el recurso de revocatoria in extremis que Zannini deberá presentar entre hoy y mañana ante la Corte Suprema una maniobra de dilación para que el proceso “caiga” en la feria judicial que empezará el jueves próximo, ya que el viernes hay asueto administrativo. Excusas para que no se diga que hay desobediencia o desacato.
En concreto, serviría para demorar un mes una decisión que todas las partes involucradas descuentan que será desfavorable para la Casa Rosada.
“No cumplir la sentencia es una payasada, pero más todavía anunciar un recurso in extremis que se sabe de antemano que va a ser rechazado. Pero lo peor es que volvieron a plantear el juicio político a los jueces de la Corte, todo al mismo tiempo. Atacás a los mismos jueces a los que les pedís que reconsideren el fallo. No es serio”, explicaba a Infobae un dirigente político que estuvo involucrado en el conflicto por la coparticipación.
Aunque la semana pasada desde el Ministerio de Economía que conduce Sergio Massa -el otro protagonista del expediente que tramita el máximo tribunal- esperaban a la Procuración del Tesoro, decidieron avanzar con su propio plan, que incluye la creación de impuestos para financiar los cerca de 180 mil millones de pesos que “costaría” la asignación del 2,95% de coparticipación que ordenó la Corte Suprema de Justicia.
Ni Zannini ni Massa, que figuran en el expediente como contrapartes del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, se expresaron sobre la controversia, a diferencia del propio presidente Alberto Fernández, que se quejó de que la medida cautelar de la Corte era “impracticable”, entre otras cosas, porque “no tenía plata” asignada para financiar esa medida, de acuerdo con el Presupuesto aprobado por el Congreso Nacional.
Reaparece Cristina
Mientras Alberto Fernández asume como propia otra derrota en la batalla imaginaria contra las corporaciones y los grupos concentrados, Cristina Kirchner prepara su regreso a un acto político, a 20 días de la condena a seis años de cárcel e inhabilitación perpetua por corrupción con la obra pública de Santa Cruz.
Será mañana, a las 19, en la inauguración del polideportivo Diego Armando Maradona en Avellaneda, invitado por Jorge Ferraresi, el intendente ultra K y ex ministro de Viviendas que abandonó el gobierno de Alberto Fernández meses atrás para blindar su distrito de cara a las elecciones del año que viene.
El homenaje a Maradona ocurre cuando todo el país celebra a Lionel Messi y Lionel Scaloni, que como jugador y DT, respectivamente, se encuentran en las antípodas del capitán que fue campeón del mundo en México 86. Cristina Kirchner ya se había mostrado “maradoniana” al felicitar a Messi con un mensaje publicado en sus redes sociales.
“Gracias infinitas capitán… a usted, al equipo y al cuerpo técnico, por la enorme alegría que le han regalado al pueblo argentino. Y un saludo especial después de su maradoniano “andá pa’allá bobo”, con el que se ganó definitivamente el corazón de los y las argentinas”, publicó CFK en Twitter.
Lo cierto es que la vicepresidenta hablará por primera vez ante la militancia después del fallo que la condenó, de su anuncio de que no será candidata a nada el año que viene y cuando resuenan los tambores de guerra contra el Poder Judicial por la cautelar de la Corte Suprema que benefició al gobierno de Horacio Rodríguez Larreta, uno de los presidenciables por la oposición.
Se espera que mañana Cristina Kirchner se refiera en su discurso a esa confrontación que mantiene contra los jueces. Pero también se descuenta que habrá menciones al año electoral que se avecina y a su decisión de dar un paso al costado en términos electorales, que anunció en su discurso del 6 de diciembre pasado.
Como suelen plantear dirigentes del oficialismo, Ferraresi manifestó este fin de semana que “si Cristina tiene que ser candidata tendrá que ser candidata, porque lo importante es que en 2023 el Frente de Todos (FdT) siga siendo gobierno”.
Cristina Kirchner ya compartió con Ferraresi un acto político. Fue en el marco de un encuentro de la CTA, donde habló también el sindicalista y diputado nacional Hugo Yasky. En esa oportunidad, cuando todavía estaba Martín Guzmán, la vicepresidenta habló del “festival de importaciones” y lanzó la frase “si Evita viviera”. Fue un acto bisagra en términos políticos.
Juntos también estuvieron la vicepresidenta y Ferraresi en diciembre de 2019, cuando el intendente se hizo tomar juramento por unos niños de escuelas públicas del distrito.
Una encuesta singular
“Son números que no esperábamos, que nos sorprendieron. El oficialismo pese a todo lo que pasó y de la mala imagen que tiene el presidente, todavía se mantienen competitivo”. La frase la pronuncia Gustavo Córdoba, de la consultora Zuban Córdoba y Asociados, mientras empieza a recibir los números consolidados de una encuesta nacional domiciliaria que terminó la semana pasada.
Aunque evita dar números, anticipa que el estudio se difundirá en las primeras semanas del año que viene y muestra una realidad que contrasta con los sondeos que más se difunden en los medios de comunicación, donde las diversas candidaturas opositoras se imponen con holgura por las alternativas del Frente de Todos.
El consultor explicó que los números que tiene muestran al oficialismo y a la oposición con una diferencia de más o menos 2 puntos, que Javier Milei se consolida como tercera fuerza, pero más cerca de los 15 que de los 20 puntos y que en Juntos por el Cambio la Rodríguez Larreta cosecha más adhesiones que su rival, Patricia Bullrich.
“Hay un rechazo muy grande de Cristina Kirchner y Mauricio Macri”, señala Gustavo Córdoba, que interpreta que el próximo año podrían predominar las alternativas más moderadas que las extremas, duras o los “halcones”.
Es un sondeo que todavía está en etapa preliminar, pero que también señala que el factor economía será decisivo para el resultado. “La preocupación es por la inflación, pero sobre todo por el poder adquisitivo del salario, porque lo que aparece es que la plata no alcanza”, explicó.
Para el consultor, el proceso electoral del 2023 y las candidaturas deberán resolverse en función de la segunda vuelta, de los candidatos que generen menos rechazo en el electorado. “Por eso puede ser el tiempo de los moderados, de los Larreta, de los Massa o algún gobernador peronista”, advirtió.
Los gobernadores, polo de poder
La virtual rebelión que armaron los 14 gobernadores peronistas que la semana pasada se plantaron ante el presidente Alberto Fernández para resistir la decisión de la Corte Suprema que benefició a la ciudad de Buenos Aires tiene varias lecturas. Todas exceden, largamente, la cuestión fiscal o presupuestaria.
En primer lugar fue la reaparición visible de un rechazo del interior hacia la Capital Federal, al porteño. Los gobernadores, sobre todo los peronistas, viene expresando fuertes cuestionamientos al supuesto “privilegio” de los ciudadanos que viven no sólo en CABA, sino en la denominada región AMBA, que incluye los partidos del conurbano bonaerense.
La presión que plantearon los gobernadores peronistas -donde tiene un rol decisivo un dirigente de origen radical, como es el santiagueño Gerardo Zamora- demostró que la denominada Liga de Gobernadores cuentan con la suficiente potencia política para imponer condiciones dentro del Frente de Todos.
Más allá de que Juan Schiaretti (Córdoba) y Omar Perotti (Santa Fe) no firmaron el comunicado que rechazó la cautelar y reclamó presentar una apelación, esos mandatarios vienen conversando sobre la posibilidad de presentar un candidato propio para las próximas elecciones.
Uno de ellos, Juan Manzur, que es gobernador de Tucumán en uso de licencia al mismo tiempo que jefe de Gabinete, tiene sus aspiraciones intactas. El proyecto “Juan XXIII” del católico maronita depende de cómo le vaya en la elección provincial que se hará entre marzo y abril. En ese marco y como si fuera un primer paso de una agenda internacional, se reunió en Jerusalén con el presidente del Estado de Israel, Isaac Herzog, y protagonizó un hecho inusual: invitado por el poderoso rabino David Lau, fue el primer católico maronita argentino en encender una vela del candelabro ritual por Janucá en el Muro de los Lamentos.
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