Mauricio Macri les pidió a Horacio Rodríguez Larreta y a Patricia Bullrich que si llegan a la Casa Rosada designen a ministros de su gabinete como Germán Garavano en Justicia. Ese gesto del ex mandatario, que tuvo lugar hace meses, dejaría entrever que no piensa postularse nuevamente para la Presidencia, pero desde entonces combinó aquella solicitud con algunas señales de que, en realidad, no descarta competir para su “segundo tiempo” y que tomará la gran decisión recién en marzo.
Nadie sabe cuál fue la respuesta de Larreta y Bullrich, pero si algo quedó claro a lo largo de este año es que la estrategia de Macri de reforzar su centralidad en el liderazgo opositor, mientras sugiere que buscará revancha electoral en 2023, sólo provocó fuertes tensiones internas en todo Juntos por el Cambio. Por eso los líderes del PRO encararán la recta final de 2022 con una certeza: si no llegan a algún acuerdo, que hoy parece imposible, las fricciones dejarán heridas de difícil cicatrización.
Esa sensación será el telón de fondo del encuentro que esta semana mantendrán Macri y Rodríguez Larreta en el country Cumelén, ubicado en Villa La Angostura, Neuquén, adonde ya está instalado el ex presidente con su familia y el martes llegará el jefe de Gobierno con su novia, Milagros Maylin.
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La expectativa de mínima es mejorar un diálogo de largas décadas que quedó esmerilado por la feroz interna del PRO. La de máxima, rubricar un acuerdo que nadie considera probable hasta que el ex presidente no explicite si será o no candidato. En la reunión del Sur ninguno planteará bajar la candidatura de Bullrich, según aseguran de uno y otro lado, pero sí consensuar algunas postulaciones que hoy los dividen en distintas provincias y que hacen peligrar a Juntos por el Cambio.
Aun así, ¿qué implicaría un acuerdo entre Macri y Rodríguez Larreta? El solo hecho de que se reúnan de nuevo tiene un significativo valor político en medio de una interna signada por los desencuentros. La competencia de los presidenciables del PRO en las PASO puede fortalecer al espacio pensando en el electorado en general, pero filas adentro es una luz amarilla demasiado intensa: en los rigores de la campaña pueden dispararse enfrentamientos personales de consecuencias imprevibles.
Bullrich se mantiene al margen de esa cumbre patagónica y en su entorno juran que no buscará su propia foto con el fundador del PRO en el sur: es que ya se reunió la semana pasada con Macri para repasar la agenda política, pero, sobre todo, para superar cierta frialdad en su vínculo. Allegados a la ex ministra de Seguridad afirman que no entiende el juego del ex presidente, con quien comparte el más puro ideario “halcón” y le reprocha el estilo tan paternalista en que ejerce su liderazgo.
La jefa del PRO quedó satisfecha por el reencuentro con el ex mandatario. Insiste en que nada la hará resignar su candidatura y cree que se ganó por derecho propio su crecimiento político y su ascenso en las encuestas. A principios de enero viajará al exterior para descansar durante 15 días. Sabe que cuando vuelva, además de una gira bonaerense, le espera la gran batalla del PRO para 2023.
Rodríguez Larreta, más allá del contacto a solas con Macri, aprovechará el último tramo del año para potenciar el efecto de la desobediencia del Gobierno al fallo de la Corte que le dio la razón a la Ciudad de Buenos Aires en el reclamo por el recorte de la coparticipación. La decisión extrema de Alberto Fernández le permitió al jefe de Gobierno endurecerse más que nunca. Su “halconización” es celebrada por su comando de campaña. Al menos hubo un tema en el que Bullrich no los primereó.
En forma paralela, el alcalde porteño decidió acelerar el relanzamiento de su gabinete porteño con la incorporación de figuras de peso. La jugada fue aconsejada hace tres meses por Diego Santilli, cada vez más influyente en la mesa política larretista, y pensada para mostrar más “volumen político” del equipo del jefe de Gobierno, simbolizar una mayor búsqueda de consensos políticos y, a la vez, anticipar lo que puede poner en marcha si el alcalde porteño se convierte en presidente de la Nación.
Martín Redrado, Graciela Ocaña, Waldo Wolff, Cynthia Hotton y Silvia Lospennato se sumarán al equipo de la Ciudad, en la mayoría de los casos sin cargo en el gabinete y con funciones que ejercerán desde estructuras extraministeriales. Los cambios se anunciarán este martes, siempre que no haya agitación por el “golpe institucional” del Gobierno contra la Corte, como lo calificó Larreta.
Redrado es la figura que más llama la atención de las incorporaciones del jefe de Gobierno. En el Círculo Rojo celebran su llegada por sus contactos en medios financieros internacionales, mientras en el bullrichismo, con malicia, opinan que se trata de la confirmación de que se mantiene la buena relación entre Rodríguez Larreta y Sergio Massa, de quien el economista fue uno de sus asesores.
El ex presidente del Banco Central apareció públicamente en el radar larretista cuando Fernando Straface, secretario general y de Relaciones Internacionales de la ciudad de Buenos Aires, lo invitó en septiembre pasado a un almuerzo con diplomáticos y expertos en política exterior para analizar las elecciones en Brasil y la relación bilateral con la Argentina. Ese diálogo fue un reflejo del que Redrado ya mantenía con Rodríguez Larreta. Ahora se sumará para aportar su mirada en “temas de estrategia de inserción productiva internacional”. Sería una suerte de canciller económico del gobierno porteño. Hay quienes deslizan que una función similar tendrá en el próximo gobierno si Larreta es presidente.
En el caso de Ocaña, se trata de una dirigente con mucha experiencia en temas sociales y una de las principales aliadas del larretismo en la ciudad a través de su partido Confianza Pública. En el entorno de la diputada nacional de Juntos afirman que no dio el sí y que se fue de viaje por las fiestas con una propuesta del jefe de Gobierno que aún debe analizar. Se trataría de una estructura por fuera del gabinete que se dedicará al “bienestar integral de adultos mayores”, un área donde pisó fuerte la novia de Larreta hasta que renunció el 1° de diciembre para meterse en el equipo de campaña. Dicen que, si su respuesta es positiva, Ocaña aportaría su trabajo específico sin dejar la banca legislativa.
Lo mismo sucedería con la diputada nacional del PRO Silvia Lospennato, quien se había integrado a la mesa nacional larretista a fines del año pasado. Ahora, manteniendo su banca, sería designada asesora ad honorem en cuestiones de igualdad de género, desde donde los allegados al jefe de Gobierno la imaginan recorriendo el país para “promover el rol de las mujeres en la agenda de desarrollo”. Trabajará junto con Carmen Polledo, histórica dirigente del PRO y actual Subsecretaria de Relaciones Institucionales de la ciudad, que asumirá como secretaria de Igualdad de Género.
Otra incorporación del larretismo será la de Cynthia Hotton, la fundadora del partido +Valores y una pieza considerada decisiva para lograr más votos en la provincia de Buenos Aires: representa a sectores evangelistas. tiene una clara postura contra el aborto y en favor de los “valores cristianos” y en las últimas elecciones obtuvo 263.515 votos, un 2,95% del total. No logró entrar al Congreso, pero desde mediados de año afianzó su relación con Santilli para aliarse contra el Frente de Todos en el territorio bonaerense, donde no hay ballotage y las elecciones se ganan apenas por un voto. Hotton ya comenzó sus tareas al frente del Consejo Social que depende del jefe de Gabinete, Felipe Miguel.
Wolff, por su parte, desembarcará en el andamiaje porteño en un cargo formal para ocuparse de temas más vinculados con la “comunicación institucional” que con lo netamente político, aunque está encolumnado detrás de la candidatura a jefe de Gobierno de Jorge Macri. El diputado nacional del PRO es un comunicador eficaz, algo que el larretismo admite que le sigue faltando.
¿Los cambios en el gabinete de la Ciudad también responden a la pelea con Bullrich? Nadie lo admitirá, pero ese motivo es uno de sus motores. Tanto en el larretismo como en el bullrichismo están reacomodando sus equipos para la batalla que viene. En la mesa política del jefe de Gobierno tiene un mayor protagonismo un histórico del PRO como Eduardo Macchiavelli, secretario de Asuntos Estratégicos de la ciudad, a quien Larreta lo designó como organizador general de las elecciones: piloteará el operativo para reclutar a los 170.000 voluntarios del partido que fiscalizarán los próximos comicios. Reemplazará en ese lugar al ex ministro Guillermo Dietrich, el macrista que cumplió esa tarea en 2019. Algunos atribuyen ese cambio a la pelea interna del PRO. En el larretismo lo niegan.
En el comando bullrichista, por su parte, Juan Pablo Arenaza amplió sus funciones como el jefe de campaña que reemplazó a Gerardo Milman y debutó irritando a los larretistas con el tuit que publicó la noche de los festejos por el Mundial de Qatar. “Si te toman el Obelisco nunca vas a poder gobernar un país. La Argentina necesita orden para poder vivir en paz”, disparó. Le contestó duramente el diputado nacional Alvaro González. El enfrentamiento no creció, aunque no pareció casual que pocas horas después Rodríguez Larreta haya suspendido su viaje para rechazar la Ley de Lemas en Chubut, donde iba a estar al lado de Bullrich. La excusa fue la disputa Gobierno-Corte.
Aunque analizó la posibilidad de sumar otras figuras a su equipo de campaña, Bullrich apostará a mantener a sus dirigentes de confianza, entre quienes tienen más influencia el diputado nacional del PRO Sebastián García De Luca y el ex diputado Nicolás Massot, quienes responden al operador “antigrieta” Emilio Monzó, de buena relación con los dos presidenciables del PRO y dedicado hoy a una tarea compleja: tratar de que la UCR tenga un candidato competitivo para presentar en las PASO, como forma de mejorar la oferta opositora para ganarle al Frente de Todos en 2023.
¿Los radicales ya eligieron a su presidenciable del PRO favorito? Gerardo Morales, el titular del Comité Nacional de la UCR, acaba de admitir en una entrevista con Jorge Fontevecchia que en el radicalismo hay “una sensación mayoritaria” de que con Rodríguez Larreta existe “mayor posibilidad de diálogo”. Casi un voto cantado. Parece lógico que empiecen, por fin, las definiciones electorales en Juntos por el Cambio: no falta tanto para marzo, el mes en que el mapa opositor quedará definido, y muchos ya se entusiasman por el aroma a triunfo electoral, sobre todo luego del flamante saludo navideño que dio, sin sonrojarse, Alberto Fernández: “Estamos en el camino correcto”.
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