La peligrosa tentación de partidizar los festejos por la Copa del Mundo

El equipo de Messi y Scaloni está en viaje hacia la Argentina. El desafío es evitar que la victoria caiga en el pozo de la grieta. El inspirador mensaje de Tagliafico y el tuit de Cristina Kirchner

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La foto soñada una y
La foto soñada una y mil veces. Messi y la Selección levantando la Copa del Mundo.

El equipo de Messi y Scaloni viaja hacia la Argentina con el objetivo de celebrar con la gente una victoria soñada tantas veces. La Copa del Mundo es una conquista que los 26 jugadores y el cuerpo técnico de la Selección pretenden compartir con todos, sin exclusiones. Por eso, el desafío principal va a estar en la política -en el Gobierno y también en la oposición- de evitarles a los campeones el mal momento de hundir esa conquista épica en el pozo de la grieta.

La dirigencia política se mostró eufórica y medida en los festejos. No hubo desbordes ideológicos ni sobreimpresos a una conquista que le venía siendo esquiva hace largos 36 años. El tuit de Cristina Kirchner fue, quizás, el que más desentonó de una sobriedad general, que se ocupó más de la celebración común que de las diferencias.

“Gracias infinitas capitán… a usted, al equipo y al cuerpo técnico, por la enorme alegría que le han regalado al pueblo argentino. Y un saludo especial después de su maradoniano “andá pa’allá bobo”, con el que se ganó definitivamente el corazón de los y las argentinas”, publicó la vicepresidenta.

El mensaje en las distintas redes tuvo un impacto inmediato. Más de 300 mil me gusta, otras miles de reacciones, pero no faltaron los que cuestionaron el tono. Sobre todo la idea de que Messi no “se había ganado definitivamente el corazón” antes de decir el “maradoniano ‘andá pa’allá bobo” después del partido difícil, rabioso, ante Países Bajos.

No sólo los argentinos, en el mundo entero había millones que solo querían verlo a Messi levantar la Copa.

El posteo en Instagram del propio Diez de la Selección -que tuvo más de 35 millones de me gusta y otras interacciones- planteó un mensaje muy lejano a esa controversia: “Demostramos una vez más que los argentinos cuando luchamos juntos y unidos somos capaces de conseguir lo que nos propongamos. El mérito es de este grupo, que está por encima de las individualidades, es la fuerza de todos peleando por un mismo sueño que también era el de todos los argentinos”.

Por eso el desafío que tiene la política es respetar ese ejemplo que los dirigidos por el otro Lionel (Scaloni, claro) de mantenerse unidos detrás de un objetivo, aún cuando las cosas no salen, aún después de la derrota o un fracaso momentáneo. “Me cuesta hablar en primera persona”, respondió el DT en la conferencia de prensa después de una conquista épica, histórica.

Pero no fue el único que transmitió un mensaje por encima de la lógica perversa de la división, del amigo-enemigo, de la polarización al que en Argentina se rebautizó “grieta”. También el brillante lateral argentino, Nicolás Tagliafico, en medio de una emoción desbordante, planteó: “Supimos sacar el partido adelante, como siempre hacemos. Acá, adentro de la cancha y afuera también. Lo sacamos adelante como argentinos. Ojalá haya servido como ejemplo para mantenerlo en el futuro y darnos cuenta de que, cuando estamos juntos, somos mejores”.

El equipo de Messi y Scaloni transmitió después de la victoria planteos muy alejados de la controversia inútil, la disputa o la provocación. En el contacto con los medios reconocieron sus errores en el partido con Francia, admitieron la debilidad de no haber podido sostener dos veces el resultado favorable, pero resaltaron la fortaleza que tuvieron para no flaquear en los momentos malos. Fueron dignos en la victoria, saludaron y aplaudieron a sus rivales con un pasillo de honor respetuoso.

Esos ejemplos son los que deberían seguir los políticos del oficialismo y la oposición para evitar caer en el error de partidizar una victoria que debería contener a todos los argentinos, sin importar a quién voten, ni qué a Dios le recen, ni qué piensen.

Una fiesta infinita para el
Una fiesta infinita para el campeón que todos querían: Messi.

“No vemos la hora de ya estar en Argentina para vivir la locura que va a ser eso. Ya vamos para allá para disfrutarla con ustedes”, dijo Messi en cada una de las breves pero emotivas entrevistas que tuvo con los periodistas que cubrieron un mundial tan épico como inolvidable.

El gobierno de Cristina Kirchner y Alberto y el presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, debían definir cómo se harán los festejos. Pero Scaloni ya anticipó: “Ahora que somos campeones, yo estoy abierto a lo que decidan los jugadores. La gente, el hincha, merece ver a los campeones”. Quedará en sus manos para no perder la oportunidad de hacer las cosas bien.

Messi y Ángel Di María estuvieron en primera fila cuando en julio de 2014, después del subcampeonato en la Copa del Mundo de Brasil, la entonces presidenta Cristina Kirchner encabezó el recibimiento de los dirigidos por el fallecido Alejandro Sabella. A su lado estaba Julio Grondona, que murió siendo el presidenta de la AFA. “Les taparon la boca a muchos”, dijo una CFK locuaz que, sin embargo, les reconoció que no había visto los partidos del mundial.

Ni Messi ni Di María dijeron nunca nada negativo de ese acto, aunque se supo que más de uno estuvo incómodo con participar de un acto político. Con este antecedente es que se espera la definición de cómo se organizarán los festejos. ¿Habrá balcón en Casa Rosada? ¿Qué hará Cristina?

Algunos encuestadores empezaron a detectar en las últimas semanas una incipiente recuperación del optimismo en la sociedad. Se da en simultáneo con el impacto de las mejoras en los ingresos producto de decisiones del Gobierno, el cobro de aumentos surgidos de las renegociaciones de paritarias, una leve desaceleración de los precios y, claro, la euforia mundialista.

Por eso desde Juntos por el Cambio observan con atención que el oficialismo caiga en la peligrosa tentación de querer politizar los festejos de la obtención de la Copa del Mundo.

Más allá de esa controversia, la sociedad ya dio una muestra rotunda de querer vivir una alegría sana, sin divisiones ni rivalidades inoportunas: una multitud inmensa se movilizó al Obelisco, a los centros de las ciudades, provincias y municipios. Hubo millones caminando, cantando, celebrando. No hubo banderas, ni partidos, ni incidentes, ni daños. Fue una fiesta. Que la gente siga cantando. Entre tanta malaria, es algo más que un desahogo.

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