(Roman Lejtman, enviado especial a Doha, Qatar). El seis de septiembre de 1972, durante los Juegos Olímpicos de Munich, una facción de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) asesinó a once deportistas de Israel. El Comité Olímpico Internacional (COI), tras un día de suspensión por duelo, decidió que continuara el evento en Alemania.
El martes 13 de diciembre de 2022, cuando Argentina derrotaba a Croacia y pasaba a la final, el régimen de los Ayatollahs condenó a muerte al jugador Amir Nasr-Azadani por defender los derechos humanos de las mujeres de Irán. La FIFA y el Emirato de Qatar, que organizan la Copa del Mundo, podrían mejorar la actuación del Comité Olímpico tras la Masacre de Munich.
Amir Nasr-Azadani aún no fue colgado de una grúa, pero ya fueron asesinados Mohsen Shekari y Majid Reza Rahnavard. Estas dos víctimas del fundamentalismo iraní pagaron con su vida por protestar por la ejecución de Mahsa Amini, que cayó en manos de la Policía de la Moral por no tener bien puesto el velo islámico.
Es decir: el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, y el jeque de Qatar, emir Tamim bin Hamad Al Thani, podrían coordinar esfuerzos y evitar que el jugador Amir Nasr-Azadani fuera ejecutado por su presunta “enemistad con Dios”, al haber reclamado por los derechos de las mujeres en Irán.
En principio, Infantino y Al Thani no harán nada para que Nasr-Azadani no continúe la zaga de Amini, Shekari y Rahnavard. La FIFA organizó el mundial con Qatar, que tiene una alianza geopolítica con Irán y jamás complicaría sus relaciones con Teherán.
Ambos países comparten el mayor campo de gas del planeta. South Pars del lado iraní, y North Field en territorio de Qatar. Esta casualidad geográfica facilita las relaciones económicas entre Doha y Teherán: durante el embargo de 2017, Qatar acompasó sus flujos de producción de gas y petróleo para no perjudicar a Irán.
Pero además de los negocios globales, Qatar se transformó en un silencioso representante diplomático de Afganistan con la asistencia de Teherán. Y esa alianza regional juega para acotar la influencia de Arabia Saudita que es apoyada por Estados Unidos.
El emirato liderado por Al Thani puede exhibir su rostro más confiable organizando la Copa del Mundo, o financiado equipos de futbol como el PSG en Francia. Sin embargo, esa impactante demostración de softpower recibirá un daño irreparable si Teherán ejecuta a Nasr-Azadani.
Aquí, en Doha, explican que la FIFA no tenía pensado solicitar formalmente que Irán anule la sentencia de muerte contra Nasr-Azadani, y menos aún conociendo los vínculos de poder entre el emir Al Thani y el régimen de los Ayatollahs.
Mientras el silencio de Infantino y Al Thani es estruendoso, la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales (FIFBRO) continúa exigiendo a Irán que levante la condena contra el futbolista que defiende los derechos humanos. “Nos solidarizamos con Amir y pedimos la eliminación inmediata de su castigo”, posteó FIFBRO en su cuenta de Twitter.
Asimismo, una solicitud de Change.org que busca frenar la ejecución, ya cuenta con cerca de 500.000 firmas. Una movida pública que intenta penetrar la alianza entre la FIFA y Qatar que, en definitiva, facilita la sistemática violación a los derechos humanos que comete Irán.
El régimen fundamentalista no fijó fecha aún para colgar a Nasr-Azadani de una grúa apostada en las calles de Teherán, pero ese crimen ocurriría después de la final que disputarán Argentina y Francia en Doha. Irán considera que el jugador de futbol cometió la afrenta de iniciar una “guerra contra Dios”, aplicando una interpretación fundamentalista del Islam.
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