No fueron ni Cristina Kirchner ni Alberto Fernández los encargados de dar el puntapié inicial. En todo caso, el renunciamiento de la Vicepresidenta a competir el año que viene como candidata a senadora o presidenta, fue lo que desató el inicio del proceso de reorganización del peronismo. No fue ella la que dio un paso hacia adelante, sino la que provocó con su decisión la reacción del Frente de Todos.
El Presidente tampoco se encargó de empujar un nuevo ordenamiento en el espacio político. Aunque su voluntad de mantener las PASO fue una señal consistente sobre que bases debe dar la discusión el peronismo. Para reorganizar el movimiento político la única salida es una discusión electoral donde, cara a cara, se midan para ver a quién acompaña más la gente.
El primer paso concreto lo dieron ayer 14 gobernadores y la mesa chica de la CGT. Los dirigentes se reunieron en el Consejo Federal de Inversiones (CFI) para debatir el futuro electoral del peronismo. Lo primero que salió de ese encuentro fue la decisión de armar una mesa política para iniciar un proceso de reorganización de fuerza política. Cómo dejar atrás la crisis interna que ha limado el proyecto nacido en el 2019.
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Los mandatarios provinciales y los sindicalistas entienden que la discusión política que viene debe ser más horizontal que la de los últimos años. ¿Qué implica? Que Cristina Kirchner no digite todas las listas de candidatos y, principalmente, que no vuelva a elegir al candidato a presidente a dedo. Hay que recortar el poder del dedo de la Vicepresidenta.
Nadie niega el volumen político que tiene CFK, el lugar que ocupa dentro de la coalición y la influencia que tiene en términos electorales. Pero su renunciamiento la coloca al borde de la cancha. Entonces, el peronismo más ortodoxo quiere aprovechar la situación para correr del eje de poder al kirchnerismo y que la discusión sobre el futuro armado sea más equitativa.
En este nuevo polo de poder interno entienden que el espacio político debe abrirse y ejercer un debate amplio sobre las candidaturas, el programa de gobierno y lo que se le debe proponer a la sociedad de cara a las elecciones del 2023. No quieren quedar encerrados por la lógica del kirchnerismo al mando del poder. En definitiva, se trata de romper con la dinámica interna donde el sector K marca, muchas veces, el ritmo del peronismo.
La idea de los gobernadores es empezar a tener este estilo de reuniones con más frecuencia. Rosca política al máximo a solo tres semanas de que comience el año electoral. Si bien están decididos a cerrar sus provincias para intentar asegurarse el control del territorio, desdoblando las elecciones locales de las nacionales, también asumen que deben jugar un rol importante en la construcción de un nuevo perfil del espacio político.
La semana que viene está planificando un encuentro con los intendentes que están nucleados en la Federación Argentina de Municipios (FAM), presidida por el jefe comunal de La Matanza, Fernando Espinoza. La idea es discutir, al igual que ayer, el escenario político y electoral en el que está inmerso el peronismo.
En el caso específico de la provincia de Buenos Aires, los intendentes están reconfigurando las estrategias después del renunciamiento de CFK. Hay municipios que hoy controlan donde temen perder y que esa derrota pueda alimentar una caída a nivel provincial, territorio en el que Axel Kicillof buscará su reelección.
Por eso los gobernadores y los sindicalistas insisten en que la discusión debe ser lo más amplia posible, y que no debe quedar enfrascada en la lógica de la lapicera única. Para activar ese proceso, donde sobrarán las diferencias, hace falta más debate interno. Entiende que la forma de generarlo es incentivando este estilo de reuniones donde se exponen las distintas posturas, los intereses y las necesidades.
El tiempo que viene es sin Cristina Kirchner como candidata y, en lo posible, sin la centralidad que ha obtenido en los últimos meses debido a la reacción del espacio político respecto a sus causas judiciales. Y también es una etapa sin Alberto Fernández, completamente desgastado por la gestión, la interna y la inflación galopante. El nuevo tiempo que quieren construir es sin la fórmula presidencial actual ocupando alguna candidatura.
En el caso específico de los sindicalistas, están dispuestos a presionar para tener lugares en todas las listas del país y en todas las categorías. Buscan librar una batalla contra el kirchnerismo que, a cargo de la lapicera, en las manos de Cristina y Máximo Kirchner, ha privilegiado a los sindicalistas amigos en el armado de las listas legislativas.
En la lista de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires del 2021 los elegidos fueron Sergio Palazzo (La Bancaria), Vanesa Siley (Trabajadores Judiciales), Hugo Yasky (CTA) y Walter Correa (Curtidores). Los cuatro forman parte del sindicalismo K, que rodea a la Vicepresidenta y que en las últimas semanas activaron el operativo clamor para que sea candidata a presidenta. El último es el actual ministro de Trabajo del gobierno bonaerense.
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Lo que la CGT quiere evitar es que suceda exactamente lo mismo que el año pasado y que los beneficiados vuelvan a ser los sindicalistas más cercanos al mundo K. Por eso entienden que hay que dar una discusión de poder bajo el techo del peronismo, en la que participen todos los sectores, pero en la que las reglas del juego se pongan en base a acuerdos entre las partes. Un nuevo formato de discusión.
La central obrera no tiene una buena relación con La Cámpora y la mayoría de los dardos van apuntados a a esa agrupación. No les gusta la forma en la que se manejan en la política y mucho menos el desgaste al que han sometido a la figura presidencial en el último año de gestión.
Esas diferencias de criterio sobre cómo hacer política están a la luz y deben resolverse para que el peronismo pueda reconstruir su identidad. Una tarea extremadamente compleja en un momento de crisis de identidad para el peronismo.
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