Cristina Kirchner abrió el juego antes de lo que todos pensaban. Su renunciamiento a ocupar una candidatura el año que viene adelantó la discusión sobre quién puede competir en el 2023 representando al peronismo. La primera certeza endeble que tienen en el Frente de Todos es que para tener alguna posibilidad de ganar el año que viene, es primordial mantener la unidad.
La Vicepresidenta era la que más medía en las encuestas, respecto a la intención de voto, hasta el día en que aseguró que su vida electoral, ocupando una candidatura, se terminó. Pero, al mismo tiempo, era la dirigente que, según los múltiples estudios de consultoría, no lograba romper el techo del 25% de los votos. Piso y techo electoral demasiado cerca.
En estos tres años de gestión del Frente de Todos el peronismo nunca pudo romper la lógica que se impuso en el 2019: con Cristina sola no se puede, pero sin Cristina, no alcanza. La cuenta es relativamente sencilla. Tal como está planteado el cuadro político electoral del país, el peronismo no puede ser competitivo en una elección si el kirchnerismo no está adentro del esquema.
En el caso específico del ala K de la coalición, parece tampoco tener futuro por su cuenta. El corrimiento anticipado de la Vicepresidenta le restó fuerza a la teoría de que el kirchnerismo puede romper el Frente de Todos y abroquelarse en la provincia de Buenos Aires, su verdadero reducto de poder. Lo que viene para adelante parece ser la unidad por necesidad o una derrota asegurada.
Sin Cristina Kirchner en la pecera de los presidenciables, el Frente de Todos enfrenta el dilema de encontrar un nombre que tenga consenso de la dirigencia y que aglutine, al menos en las proyecciones, un buen caudal de votos. En las elecciones del año que viene hay dos rivales fuertes a vencer: Juntos por el Cambio y el libertario Javier Milei.
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En la política nacional cada vez hay más convencimiento de que Argentina se dirige, de mínima, a un escenario de tercios, donde algunos dirigentes del peronismo advierten que lo que hay que evitar es “pelear por el tercer puesto”. El fenómeno Milei se desinfló cuando el precandidato tuvo una fuerte sobreexposición mediática y empezó a estabilizarse cuando la redujo.
Al día de hoy ninguna encuesta lo da por de bajo de los 18 puntos a nivel nacional, lo que anticipa que será un jugador importante en la definición electoral. Si el peronismo no encuentra un candidato fuerte y competitivo, además de lograr reducir rápidamente la inflación, entrará en zona de riesgo. Parece una utopía ese escenario, pero hay sectores del oficialismo que lo tienen como una opción.
En ese contexto, en el Frente de Todos empezó una inevitable danza de nombres para encabezar el proyecto presidencial. Existe la necesidad de encontrar un punto de referencia que le permita a la dirigencia desarrollar, con anclaje nacional, un plan de acción en el territorio. Además de no perder terreno en la disputa en espejo que hay con Juntos por el Cambio.
En el peronismo tienen en claro que si la principal coalición opositora genera una interna competitiva, ellos también deberán hacer lo mismo. La pelea electoral será muy pareja, según creen en ambas alianzas, y una PASO con diferentes interpretes de las posturas internas podría darle volumen al armado político.
El primer nombre en la fila de candidatos es el de Sergio Massa. En la fuerza política hay un consenso amplio sobre que el ministro de Economía es el mejor posicionado, siempre y cuando logre bajar la inflación en forma escalonada. Su futuro está atado al resultado de su gestión en el Palacio de Hacienda.
“Si Sergio logra encaminar la economía, más aún ahora que ya no está Cristina como posibilidad, todos le vamos a pedir que sea el candidato”, reflexionó un dirigente social de larga trayectoria peronista. Massa es el apuntado. ¿Por qué? Porque tiene volumen político, es un punto de unidad entre el peronismo del interior y el kirchnerismo, y tiene en sus manos la gestión para reducir la inflación, el gran karma del Gobierno y de la Argentina.
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También hay miradas más críticas sobre el futuro de Massa. No sobre él, sino sobre el rol que tiene. “Es difícil pensar que sea candidato a presidente un ministro de Economía de un país con 100% de inflación”, advirtió un destacado diputado nacional del oficialismo. El planteo tiene lógica y pasa por arriba la necesidad de encontrar una solución a la falta de un candidato.
No son menores las señales que ha dado Massa en los últimos meses respecto a una posible candidatura. Se quiere mantener lejos del tema y aplaca sus posibilidades de competir. En los últimos meses habló de los condicionamientos familiares por su exposición pública y su mirada sobre el rol que espera cumplir en las elecciones del 2023.
A fines de octubre dijo: “Aspiro a ver de lejos la batalla electoral que viene. No tengo contexto familiar para ganar una batalla más grande, ya el tema de ser ministro fue todo un problema”. Frases que pueden ser recordadas en el momento de las definiciones. Todo puede cambiar, claro está. Quizás el operativo clamor termine siendo para que Massa acepte ser el candidato de un oficialismo golpeado y resquebrajado.
Los peronistas críticos del ala K se preguntan si, en una instancia de decisión final, el kirchnerismo aceptará una candidatura de Massa. Los mismos se responden que el sector de CFK no tiene más remedio. No hay otro mejor que él en las filas propias. Lo que aparece en el horizonte es el candidato anunciado por Máximo Kirchner: el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro.
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En el kirchnerismo piensan en De Pedro como el nombre indicado para poder representar a la porción del electorado propia. Tiene bajo conocimiento, pero capacidad para crecer. El aval de La Cámpora y el cristinismo. Y, sobre todo, el respaldo absoluto de la Vicepresidenta.
La figura de Axel Kicillof como presidenciable parece ser una opción de urgencia o que sea jugada como un golpe de efecto final. Por ahora el gobernador tiene entre ceja y ceja su reelección en Buenos Aires. Apuesta a eso y tiene espalda para hacerlo. Solo acudirá a pelear la elección nacional si se lo pide el espacio político que integra. Por voluntad propia, no saldrá de los límites del territorio bonaerense.
Massa y De Pedro atraviesan las múltiples especulaciones electorales que hay en el Frente de Todos. Algunos los imaginan como una fórmula, otros como dos rivales bajo el techo de las PASO. Nadie, a esta altura del año y después de las novedades de la Vicepresidenta, los ve afuera de la discusión. Ninguno de los dos levantará la voz sobre el tema en el corto plazo. No es el momento indicado cuando la inflación anual está por romper la barrera del 100%.
Alberto Fernández es un precandidato extraño. Es un presidente que no tiene consenso de los propios para volver a competir. En el oficialismo lo ven sin chances y solo un grupo de dirigentes cercano a él considera que puede tener alguna posibilidad.
Al igual que Massa, su futuro está atado al resurgir económico. Pero parece difícil pensar en que el kirchnerismo va a respaldar el camino hacia la reelección de un Jefe de Estado al que desgastó en forma permanente. En su última aparición pública dijo que no está pensando en la reelección. Idas y vueltas sobre un tema que se desgasta con el paso de los días.
Detrás de Fernández aparece el embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli. El anteúltimo candidato del peronismo en las elecciones presidenciales tiene ansias de revancha en las urnas, pero solo jugará cuando el Presidente le dé luz verde. ¿Qué implica? Que Fernández decida no buscar un nuevo mandato. Mientras tanto, el ex motonauta respetará el lugar del Jefe de Estado.
Los gobernadores del PJ tienen la intención de promover un candidato propio, pero les falta un dirigente con peso específico que pueda cautivar. El único que aparece como opción viable es el mandatario de San Juan, Sergio Uñac, de conocidas aspiraciones presidenciales.
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En el entorno del sanjuanino aseguran que lo primero es la provincia. Sin embargo, Uñac aún no ha dado señales claras de buscar el tercer mandato, que ha sido cuestionado por la oposición por considerar que no cumple con la constitución local. Le observan que el mandato actual debería ser el tercero, ya que el primero acompaño a José Luis Gioja como vicegobernador.
Por fuera del Frente de Todos aparece la figura de Juan Schiaretti. El gobernador cordobés, de buena relación con sus pares, viene levantando el perfil en las últimas semanas y tiene intenciones claras de lanzarse a competir por la presidencia. La gran traba que tiene para el peronismo es que no está dispuesto a cerrar una alianza con el kirchnerismo.
El oficialismo empezó a cursar un debate interno marcado por el ritmo electoral. En el tiempo que se avecina aparecerán distintos nombres y proyecciones. El momento de las definiciones no está tan lejos. En mayo comienza el proceso electoral formalmente. Se abrió la temporada de rosca electoral.
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