Después de su último viaje, a Francia e Indonesia, y de la inesperada manifestación de algunos problemas de salud, Alberto Fernández intenta recuperarse lo antes posible para trabajar en ocupar un rol de mayor relevancia en la agenda doméstica, a pesar de que lidera un Gabinete fragmentado por las internas. Si bien proyecta una nueva actividad en el exterior para fin de año, en Brasil para la asunción de Lula da Silva, el Presidente empezó esta semana un rally de actividades junto a los pocos ministros propios, con preponderancia del titular de Obra Pública, a quien impulsa como virtual candidato en la interna para la gobernación bonaerense, Gabriel Katopodis; y sigue de cerca al titular de Hacienda, Sergio Massa, con quien mantiene una relación tensa pero, en apariencia, cordial.
La que pasó fue una semana interrumpida por los recaudos para cuidar la salud del Presidente. Después de la endoscopía del sábado posterior a su vuelta de Indonesia, el martes suspendió el viaje que había confirmado sólo el día previo al encuentro de gobernadores del Norte Grande, en Corrientes. Y para el jueves no tenía ninguna actividad prevista, si bien después terminaron informándose varias reuniones de gestión. El primer mandatario busca dejar atrás el revés de salud que sufrió durante su gira, para evitar que se traduzca en una imagen pública de debilidad, y tomar mayor presencia en la gestión, a pesar de las dificultades por el entorno político adverso. En el círculo de Olivos aseguran a quien pregunte que Alberto Fernández se encuentra en perfectas condiciones de salud y que los preocupantes episodios que lo llevaron a hacerse distintos estudios “ya pasaron”.
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La tarea se vuelve, por momentos, complicada, admiten en la Casa Rosada, donde repiten con cada vez mayor asiduidad los cuestionamientos a los ministros porque no participan al primer mandatario de las actividades oficiales. El Gabinete se mueve atomizado, y cada actor toma sus decisiones independientemente del resto y, también, del Presidente. Mientras que, inevitablemente, toman cada vez mayor centralidad la vicepresidenta, Cristina Kirchner, con apariciones esporádicas pero de alto impacto; y el titular de Economía, Massa, que lleva adelante una agenda clave, con iniciativa propia.
Si bien en los últimos días mantuvo dos reuniones con funcionarios de la órbita del kirchnerismo, Martín Soria, y Carlos Castagneto, el Presidente tiene escaso margen para liderar las actividades de los titulares de las carteras u organismos que controla el kirchnerismo, lo cual acota su espectro de acción. El motivo, admiten en el Gobierno, es la minada relación con CFK: a pesar de que tenen contacto, los puentes con la vicepresidenta están rotos, desde ambos lados.
Alberto Fernández cuestiona a quien lo designó como candidato en 2019 con dureza, en privado. Mientras que Cristina Kirchner directamente lo ignora, aunque con ciertas excepciones, como el reciente saludo para interiorizarse por su cuadro de gastritis. La vicepresidenta inclusive corrió el foco de las críticas directas al primer mandatario, y en su círculo aseguran que se debe a una situación de hartazgo. “Alberto ya está. Llegó el momento de enfocarse en el futuro”, explican desde La Cámpora, donde no consideran que Alberto Fernández sea, siquiera, una amenaza, y minimizan su poder de negociación de cara a las elecciones. Sólo los preocupa el rumbo de la economía, y están concentrados, principalmente, en la hoja de ruta que lleva Massa, a quien, pragmáticos, le permiten ejecutar políticas que nunca le dejaron pasar a su antecesor, Martín Guzmán.
El caso es distinto en la relación entre Alberto Fernández y Massa. La tensión entre ambos está latente, por la independencia con la que lleva el ministro a cabo su agenda económica, y por sus proyecciones proselitistas. Sin embargo, el Presidente se muestra empeñado en seguir de cerca los pasos del titular de Hacienda, especialmente aquellos de mayor relevancia. “Como dicen, mantené a tus amigos cerca, y a tus enemigos, más cerca”, recordaron desde un importante despacho.
En general, suelen encontrarse los viernes, en la Casa Rosada o en Olivos, para realizar un repaso de los pasos tomados y pendientes. Anteayer no fue la excepción. Pero esta vez, en el entorno del jefe de Estado se encargaron de tomar las fotos correspondientes del encuentro, para destacarlo ante la prensa, justo antes de que se hiciera el anuncio más rutilante de la semana: la reedición del dólar soja.
Mientras no se habla con la vice y prácticamente no tiene injerencia sobre la agenda de los ministros de un Gabinete que suspende a menudo las reuniones semanales, Alberto Fernández pone foco fuerte sobre las actividades vinculadas a la Obra Pública. En parte, por el tipo de actividad, que muestra gestión “para la gente”, uno de sus slogans. Pero, principalmente, por su afinidad con su titular, Katopodis, a quien el ala moderada del Gobierno busca posicionar como eventual precandidato a las elecciones por la provincia de Buenos Aires. Esto, a pesar de que el alfil de Cristina Kirchner, Axel Kicillof, está decidido a ir por la reelección, en principio con apoyo del kirchnerismo.
De hecho, La Cámpora ya inició un operativo de cambios en el organigrama -aunque, por ahora, sólo segundas líneas- bonaerense, y en el enfoque de la gestión para el año electoral, justamente, para orientar la administración a la campaña. Además, se multiplican las reuniones de los intendentes con la vicepresidenta, que los recibe en su despacho en el Senado en privado y también da muestras de sintonía con los jefes comunales hacia afuera, como quedó demostrado en el encuentro que hicieron público, en la casa de Kicillof, después del acto que encabezó en La Plata.
En la lista, cortísima, de funcionarios fieles y con quienes cuenta para mostrar gestión e ímpetu político, Alberto Fernández cuenta, además de Katopodis, a Daniel Scioli, a quien alguna vez le prometió apoyo en caso de que decidiera no correr por la reelección. El ex gobernador fue excluido del Gabinete después de sólo 45 días de gestión en el ministerio de Producción, y desde agosto mira la realidad del país desde Brasilia. Pero sigue los avatares locales con meticulosa constancia, y viaja muy seguido. Sin ir más lejos, esta semana estuvo de gira por Buenos Aires, para tantear el terreno político. Alberto Fernández lo recibió en la Casa Rosada, donde discutieron juntos, con la secretaria de Energía, Flavia Royón, la actualización del Memorándum de Intercambio de Energía con Brasil hasta 2025.
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El “pichichi” no niega que sus ambiciones estén intactas. Por estos días, cuando habla en la intimidad de su entorno sobre las elecciones, suele citar a Lula - con quien aún no pudo reunirse a solas desde el triunfo, si bien participó del encuentro que mantuvo el presidente electo con Alberto Fernández al día siguiente de las elecciones-. “Él dice que para ser candidato hace falta tener buena salud, hablar con todos los sectores, y saber que vas a hacer un buen gobierno“, dice, cuando le preguntan por sus planes para el año que viene. En su entorno evitan las definiciones, pero deslizan que cumple con esos requisitos. En su última visita, no casualmente, se encontró con dos de los principales laderos del primer mandatario: el canciller, Santiago Cafiero, que además es su jefe; y el intendente de Hurlingham, hasta hace poco ministro de Desarrollo Social que regresó a defender para sí el distrito, Juan Zabaleta.
Para sorpresa de varios, Scioli también participó de un acto de Massa, en la planta de Peugeot, y se sentó en la primera fila. El ministro le devolvió el gesto, con un elogio, durante su discurso en el lugar, acerca de su gestión como embajador, a pesar de la -ya histórica- enemistad entre ambos. En el entorno del ex motonauta lo recibieron con simpatía, pero también desconfianza. Hace unos meses, el ministro kirchnerista Eduardo “Wado” de Pedro le había enviado un mensaje muy parecido, también públicamente, también sobre su desempeño diplomático, también dejando atrás antiguos resquemores.
El kirchnerismo ve al Presidente sin posibilidades, mientras que Massa bascula entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández para llevar una gestión económica constantemente al borde de la abismo (“Cuando Sergio no cancherea, es porque está preocupado”, dijo esta semana un intendente que lo conoce bien). Sin embargo, el primer mandatario tiene decidido seguir en la pelea. Sea para presentarse a la reelección, como él mismo dice con seguridad, o bien para pelear algunos lugares para los propios en las listas y asegurarse cierto posicionamiento para 2024, sea quien sea que gane el sillón de Rivadavia.
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