Cristina Fernández de Kirchner repuso la inseguridad en los primeros renglones de la campaña que ya comenzó. Todo resulta llamativo. Es un rubro muy infrecuente, incómodo para el discurso kirchnerista. Y ahora asoma con foco reducido al Gran Buenos Aires, acompañado por los ruidos de la interna. La traducción política es clara: expone sin vueltas la apuesta territorial de la ex presidente, frente a la incertidumbre y los temores por el futuro nacional. Las encuestas y sobre todo las consideraciones de los intendentes fueron determinantes.
La seguridad, su ausencia, se afirma desde hace rato en los primeros renglones de las consideraciones negativas de la sociedad. Lo reflejan todos los sondeos en sus gráficos cualitativos. Y cuando retrocede algo en esas evaluaciones, lo hace por razones nada alentadoras. Resulta que ese desplazamiento no se debe en general a una mejora de las políticas específicas, sino al crecimiento de otros temas angustiantes, según destacan consultores experimentados. Desde hace meses, la inflación escala como principal preocupación social.
El mensaje de los intendentes del GBA es bastante unificado. La mayor inquietud está relacionada con el impacto de la inflación en las franjas sociales más vulnerables y las medidas de contención, siempre reforzadas en los meses de diciembre. Es una tarea creciente y que desborda a la política; una red que incluye a la Iglesia, a las iglesias evangélica, a movimientos sociales, a organizaciones barriales. La segunda cuestión en el terreno -lo detectan también con intensidad los candidatos ya de recorridas- es la inseguridad.
Fue llamativo por lo inhabitual, pero no extemporáneo, que Cristina Kirchner incluyera en su discurso por el Día de la Militancia, en La Plata. Le hablaba a su público, a los jefes locales del PJ y al gobierno nacional. La ex presidente no ahondó en cuestiones de la economía: espera, en rigor, que la gestión de Sergio Massa logre aplanar, aunque sea en parte, los registros de la inflación. Eso lo transmite el kirchnerismo en general.
Con apenas alguna pincelada general sobre la economía y con nuevas cargas sobre el frente judicial, el discurso de la ex presidente tuvo su enganche con la realidad diaria en el breve pero significativo tramo dedicado a la inseguridad en Buenos Aires. De hecho, pareció sólo un gesto hacia el interior del frente gobernante. Redujo la dimensión del problema a los municipios del conurbano, en lugar de tratarlo como una materia compleja y de alcance nacional. Y se metió con un área que genera muchas tensiones en el distrito por el manejo de Sergio Berni.
Para quienes entienden del tema, el GBA es un punto central, aunque atado a cuestiones de escala nacional -el narcotráfico, en primera línea- y, por supuesto, al contexto social. CFK no habló como líder nacional, sino como jefa partidaria que considera centralmente la defensa de “su” territorio en la perspectiva electoral. Restringió el planteo a una mayor -necesaria- presencia de fuerzas de seguridad en las calles. No perfiló ni siquiera algún lineamiento o promesa para mejorar las políticas de seguridad, nacionales y bonaerenses.
CFK reivindicó el Operativo Centinela y reclamó un fuerte desembarco de Gendarmería. Desmereció, de paso, un despliegue, muy modesto, de esa fuerza en el Sur, frente al accionar de grupos violentos que se reivindican mapuches. Discutible por la concepción y por la escala, fue en la práctica un recurso para colocar el problema en el área de seguridad nacional. El implícito, sería que el manejo de las fuerzas provinciales no le merecerían críticas -al menos públicas- porque se trataría de una necesidad que la supera.
Puesto con nombres, se trata de Sergio Berni y Aníbal Fernández. La cuestión con el ministro provincial genera siempre el mismo interrogante: el porqué de su permanencia en el cargo. No se trata, desde hace rato, de sus cruces con autoridades nacionales, sino del rechazo que provoca entre intendentes y en las propias filas del kirchnerismo. Es una línea que termina en CFK.
Esta semana, la estabilidad de Berni se expuso seriamente dañada. Intendentes del PJ volvieron a la carga, circularon otra vez especulaciones con algún nombre repetido para el reemplazo. No hubo novedades. El tema, de todos modos, parece abierto.
A esas disputas locales se añadieron las especulaciones y sospechas sobre el sentido del mensaje de CFK para Olivos. En respuesta, Aníbal Fernández rechazó que la Nación esté descuidando a la Provincia y, con acidez, sostuvo que reproduce la política aplicada en los gobiernos de Néstor Kirchner y de la propia Cristina Kirchner.
Después, se hicieron circular cifras sobre la presencia de fuerzas de seguridad nacionales en puntos críticos del GBA, con sentido de prevención. Y también, desde el Gobierno recordaron que existe ya un compromiso formal para reforzar esa presencia. La pregunta es si, ya en clave electoral, la ex presidente busca así capitalizar lo que pueda ser mejorado visiblemente. O, visto al revés, descargar parte de la carga en la Nación frente a la policía bonaerense “desbordada”.
El Gobierno, por las dudas, intentó revertir esa movida. Destacó que la provincia de Buenos Aires, como cualquier otro distrito, es responsable de sus políticas y en ese marco, solicita refuerzos de las fuerzas de seguridad nacionales. El Gobierno evalúa el pedido y resuelve. Ese es el trámite formal, la política es otra cosa y las internas son un ingrediente peligroso en un rubro tan sensible.
La pelota rueda en Qatar. Tal vez después haya novedades.
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