¿Se puede decir que el PRO salió a la caza de sindicatos que apuntalen su eventual regreso al poder a partir del 10 de diciembre de 2023? Sí, se puede, como dice el viejo lema motivador del partido fundado por Mauricio Macri. Claro que no se trata sólo de sumar respaldos para las elecciones: los candidatos presidenciales de esa fuerza no descuidan un sector que les resulta políticamente hostil y en el que tienen que afianzarse porque es decisivo para asegurar la gobernabilidad.
Por eso en las últimas semanas, al calor de la crisis socioeconómica y la degradación política del Frente de Todos, se multiplicaron los contactos reservados de Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y María Eugenia Vidal con dirigentes gremiales y los tres precandidatos, cada uno con sus matices, avanzan con la elaboración de propuestas laborales que aplicarán si llegan a la Casa Rosada.
Bullrich eligió reclutar aliados sindicales con un armado de cuño peronista: un dirigente de su máxima confianza está recorriendo el país con la misión de captar gremialistas que se incorporen a juntas promotoras de la llamada “Mesa Sindical Soberana Patricia Bullrich 2023″. Rodríguez Larreta hace una apuesta distinta: mientras ajusta sus contactos personales con los popes sindicales, refuerza los lazos desde la gestión gracias a la tarea del subsecretario de Trabajo de la Ciudad, Ezequiel Jarvis. Vidal tampoco descuida los encuentros con algunos dirigentes a partir del vínculo que entabló durante su gestión como gobernadora bonaerense, muchas veces motorizados por Federico Salvai, su ex jefe de Gabinete, quien organiza los contactos con empresarios y sectores del círculo rojo.
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Se sabe que los sindicalistas tienen una relación tirante con los gobiernos no peronistas, pero la mayoría son expertos en la lógica del poder desde hace décadas y cumplen con las premisas explicitadas por Oscar Lescano, el líder del Sindicato de Luz y Fuerza: 1) “Fui oficialista de todos los gobiernos”, y 2) “No somos imprescindibles, pero somos necesarios para que haya paz social”.
En los entornos de los presidenciables del PRO admitieron a Infobae que el pésimo resultado de la economía del gobierno de Cambiemos complicó la relación con el sindicalismo, aunque coincidieron en que la sensación creciente de que la oposición volverá a la Casa Rosada les abrió con más intensidad las puertas de algunos gremios y logró que los dirigentes escuchen sus ideas sin prejuicios.
Larreta, Bullrich y Vidal, como todo Juntos por el Cambio, proyectan una reforma laboral para superar un cuadro crítico que combina reducción de puestos de trabajo, precarización e informalidad. Pero como hablar de “reforma laboral” es un tabú porque se equipara con la flexibilización laboral y la pérdida de derechos de los trabajadores, el jefe de Gobierno ya modificó la terminología y prefiere mencionar sus objetivos de “replantear” o “modernizar” el sistema laboral. La jefa del PRO y la diputada de Juntos, con una línea más dura, siguen aferradas al concepto de “reforma laboral”.
Para el PRO, sobre todo, un escenario de regreso al Gobierno obliga a sus máximos referentes a analizar y hacer una autocrítica acerca de cómo Macri encaró su relación con el sindicalismo peronista. Cosechó buenas relaciones a partir de la gestión porteña, con acuerdos públicos y reservados con sindicatos como Camioneros o municipales, que cimentaron una red de apoyos que, sobre todo a partir de la ruptura de algunos sectores gremiales con el gobierno de Cristina Kirchner, ayudó al triunfo electoral de 2015 y pavimentó el camino de los primeros meses en el poder.
Todavía se recuerdan las fotos de Macri y Moyano, juntos en un acto en la Usina del Arte para reconocer el trabajo de los recolectores de residuos o en la inauguración de un monumento a Juan Domingo Perón, en la plaza ubicada en las avenidas Paseo Colón y Belgrano. Y nadie se olvida del fallecido Gerónimo “Momo” Venegas, el secretario general de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE), quien fue el máximo aliado sindical del ex presidente.
Sin embargo, a poco de llegar al gobierno, Macri sorprendió con la designación como ministro de Trabajo de un “tapado” como Jorge Lawson, ministro de Comunicación de Córdoba, sugerido por el gobernador José Manuel De la Sota. La resistencia del sindicalismo lo hizo renunciar y en su reemplazo fue nombrado Jorge Triaca, quien venía piloteando las propuestas laborales en la Fundación Pensar. Estuvo acompañado por dos dirigentes cuya designación se convirtieron en señales hacia los dirigentes gremiales: como secretario de Trabajo, Ezequiel Sabor, de muy buenas relaciones con Moyano y el gastronómico Luis Barrionuevo, y como jefe de Gabinete, Ernesto Leguizamón, abogado del titular del Sindicato del Gas, Oscar Mangone, y una figura de confianza del sector de “los Gordos”.
Pero Macri innovó en otra área sensible para el sindicalismo como el manejo de los fondos de las obras sociales cuando accedió al pedido de la CGT de designar al experto sanitarista Luis Scervino, director médico de la obra social del Sindicato de Obras Sanitarias, como superintendente de Servicios de Salud sin pedir alineamiento político ni nada a cambio. Casi todos los gobiernos, desde 1983, designaron a alguien de su riñón para regular su relación con los sindicalistas a partir del manejo del dinero de las obras sociales. La CGT, atrapada en un juego de duros y dialoguistas, le respondió en agosto de 2017 con una movilización de protesta. Macri reaccionó echando a Scervino y a Sabor.
La relación del gobierno de Cambiemos con el sindicalismo no hizo más que empeorar. La falta de vínculos más sólidos con la dirigencia gremial y la crisis económica desde 2018 explican los 5 paros generales de la CGT que sufrió Macri. Aunque fue el presidente no peronista afectado por menos huelgas cegetistas, el debut en este rubro fue el 6 de abril de 2017, a 484 días de haber asumido.
¿Qué relación mantendrá el PRO con el sindicalismo si alguno de sus candidatos presidenciales llega a la Casa Rosada en 2023? Los indicios para responder a esa pregunta se están gestando en estos días.
Rodríguez Larreta apuesta a la gestión para llegar al sindicalismo
El jefe de Gobierno cultiva desde hace mucho las relaciones con los sindicalistas, pero el mensaje que les brinda en sus contactos secretos es que si se convierte en Presidente promoverá cambios en materia laboral, pero instrumentados a través de los convenios colectivos de trabajo, como fruto de las negociaciones entre empresarios y dirigentes gremiales. En este sector nadie piensa tocar la Ley de Contrato de Trabajo ni la de Asociaciones Sindicales. Todo será el resultado de acuerdos.
Larreta dejó la definición de su propuesta laboral en manos de los equipos técnicos de las fundaciones de Juntos por el Cambio. En ese ámbito no trabaja nadie de Bullrich, mientras que por el PRO están el larretista Ezequiel Jarvis y Esteban Eseverri, ex funcionario laboral de la gestión de Triaca; por la UCR, Horacio Barreiro, subsecretario de Trabajo bonaerense en la gestión de María Eugenia Vidal y de vínculo directo con el ex vicegobernador Daniel Salvador; por la Coalición Cívica, Hernán Reyes y Javier Campos, y por Encuentro Republicano Federal, Juan Carlos Sánchez Arnaud.
Más allá del trabajo solitario del bullrichismo, una propuesta en la que trabajan de manera coincidente los expertos del PRO y de Juntos por el Cambio, en sintonía con el sector empleador, consiste en bajar los montos de las multas laborales para aliviar a las empresas y “combatir la industria del juicio”.
Para el larretismo, no es viable un armado como el de Bullrich porque cree que ningún dirigente de peso podría exponerse políticamente en una mesa con un líder opositor, pero sí confían en que las relaciones con el gremialismo pueden estrecharse mediante la gestión de gobierno. En ese esquema, una pieza clave del armado del jefe de Gobierno en este sector es Jarvis, el subsecretario de Trabajo que en su momento secundó a Sabor y potenció los vínculos con el sindicalismo.
Una de las herramientas de la subsecretaría de Jarvis son los cursos de capacitación que organiza desde principios de año para delegados sindicales: ya se dictaron más de 30 clases a unos 1000 representantes de gremios como Camioneros, metalúrgicos, UPCN, UOCRA y UTA, entre otros. Allí hay actualizaciones en materia de derecho sindical y laboral, consumos problemáticos y violencia laboral y familiar, pero, sobre todo, se tienden puentes para que el larretismo no sea mirado de reojo.
No fue casual que Jarvis haya sido el único invitado “no peronista” en un encuentro de la CGT realizado la semana pasada en el CCK para hablar sobre la seguridad y la salud laboral. Su intervención en un panel cuando reclamó “más derechos para los que no tienen derechos” sedujo a la platea y provocó un curioso elogio de un dirigente: “¡Te felicito! Hablaste como un compañero peronista”.
Más allá de las apariencias de peleas y de las declaraciones duras hechas para la tribuna, Rodríguez Larreta es visualizado por el poder sindical como un dirigente confiable por su condición de dialoguista y conciliador a ultranza. Pueden ratificarlo los líderes del Sindicato de Camioneros, a quienes el jefe de Gobierno les concedió los beneficios de la “Ley Moyano”: 500 trabajadores de las grúas en la Ciudad cobrarán indemnizaciones de hasta 4 millones de pesos para pasar a la órbita de SBASE, una sociedad del Estado porteño que administra los subtes, donde mantendrán el convenio de Camioneros hasta que pasen a la empresa que gane la licitación para encargarse del acarreo.
El acuerdo parecía una excusa ideal para que Elisa Carrió embistiera contra la “Ley Moyano”, pero aseguran que una llamada del jefe de Gobierno le dio argumentos para no hablar del tema. Tampoco hablaron los “halcones” del PRO, pese a su enfrentamiento con los jefes de Camioneros: quizá haya sido porque fue Macri quien impulsó en su gestión porteña una ley que habilitó esos beneficios.
La línea dura de Vidal ante los dirigentes gremiales
Más allá de sus contactos con algunos sindicalistas, María Eugenia Vidal tiene una mirada sobre el mundo laboral digna de un “halcón”. La postura no es nueva, recuerdan quienes la rodean: una de sus batallas como gobernadora fue contra Juan Pablo “Pata” Medina, ex jefe de la UOCRA de La Plata. Por eso habla sin rodeos contra el “matonismo” o sobre la necesidad de una reforma laboral y, en esa misma línea, en agosto presentó un proyecto en la Cámara de Diputados para limitar las reelecciones indefinidas de los dirigentes gremiales y exigir que presenten sus declaraciones juradas.
La legisladora apuntaló su iniciativa con una intensa campaña en las redes en la que comparó las fechas en que asumieron algunos líderes sindicales con episodios registrados en esos años: “En 1987 se estrenaba Los Simpson y Moyano asumía en Camioneros”, decía una de las publicaciones. Otra: “En 2004 se lanzaba Facebook. Mientras, Roberto Baradel asumía en SUTEBA”. Y el tercero se afirmaba: “En 1985 se estrenaba la película Volver al Futuro. Mientras, Luis Barrionuevo asumía en UTHGRA”.
Para apuntalar su insistencia en la reforma laboral incluso publicó un video en Youtube (con casi 44.000 visualizaciones hasta hoy) en el que entrevistó a trabajadores; al titular de la UIA, Daniel Funes de Rioja, y a otros especialistas: “En nombre de una supuesta “defensa de los trabajadores” nos repiten una y otra vez que reformar las leyes laborales es precarizar, aumentar la informalidad y favorecer solo a un puñado de grandes empresarios. Pero, ¡¿qué intereses están defendiendo?! Hace 11 años que no se genera empleo formal privado en Argentina y hoy solamente 2 de cada 10 argentinos en edad de trabajar lo hacen en el sector privado formal”, afirmó la ex gobernadora en tono didáctico.
En los distintos proyectos laborales del vidalismo, coordinados por Juanchi Mattera, su jefe de asesores en Diputados, trabajan especialistas del equipo del ex ministro Hernán Lacunza, quien elabora el programa económico de Rodríguez Larreta. Allí se escuchan las opiniones del abogado laboralista Julián de Diego y hay consultas permanentes a la UIA y el sector de las pymes.
Algunas de las propuestas que impulsará Vidal: regulación de los trabajadores de plataformas que hoy no se encuadran en la ley actual; nuevo sistema de multas para evitar la industria del juicio; baja gradual de las cargas laborales; prácticas laborales en los últimos años del secundario, y formación para el trabajo luego del secundario y orientado a los sectores de mayor demanda laboral.
Quienes hacen equilibrio entre los presidenciables del PRO son Dante Camaño, titular de la seccional Capital del Sindicato de Gastronómicos y ex cuñado de Luis Barrionuevo, quien milita en Encuentro Republicano Federal, y Facundo Lancioni, el líder de Seduca, un gremio docente porteño que crece y ya puso un pie en la provincia de Buenos Aires con una política distinta a la de sus colegas: “Somos un sindicato propositivo, diferente a lo que la sociedad imagina de un gremio docente: no paramos, no avalamos las tomas de escuelas y queremos mejorar la calidad educativa”, afirmó su titular. Ambos participaron de la última reunión de las 62 Organizaciones, que conduce José Ibarra, de taxistas.
El audaz armado “peronista” de Bullrich
La jugada más audaz del PRO en el mundo sindical fue puesta en marcha por Bullrich a principios de año con la creación de una estructura propia para atraer dirigentes sindicales, que comenzará con juntas promotoras desde el interior y culminará con una mesa nacional. Se trata de una construcción política más característica del peronismo que de un partido de la oposición.
El responsable del armado sindical de Bullrich se llama Daniel Barberis, viejo militante del Peronismo de Base en los años 70, liderado por Envar El Kadri, uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), que realizaron acciones guerrilleras alineados con Perón y lejos de los Montoneros.
Barberis conoció en aquellos años a Bullrich, quien militaba en la Juventud Peronista, pero recién en los años noventa militaron juntos en el peronismo porteño. Y el nombre del flamante operador sindical se hizo conocido cuando se desempeñó en la gestión de Bullrich en el Ministerio de Seguridad como director del área de Violencia Institucional, donde quedó a cargo del sumario administrativo para determinar si hubo responsabilidad de los gendarmes en la muerte de Santiago Maldonado.
Desde hace cerca de un año, el asesor de Bullrich teje contactos con dirigentes gremiales de todo el país con la idea de sumarlos a sus filas y formar la “Mesa Sindical Soberana Patricia Bullrich 2023″. La primera junta promotora se formó hace poco más de una semana en Santa Fe, con la ayuda del diputado nacional y vicepresidente nacional del PRO, Federico Angelini: está integrada por Marcelo Ayimen, titular del Sindicato del Vidrio (SOIVA) de Rosario, militante del PRO, y colegas como Dante Brugnara (juegos de azar), Eduardo Franco (panaderos), Dieter Von Pannwitz y Evangelina Tinello (agropecuarios autoconvocados) y Franco Efende (de la Organización de Trabajadores Radicales).
Además, está avanzada la creación de juntas promotoras en provincias como Córdoba, Mendoza, Corrientes y Santiago del Estero y a partir de 2023 se proyecta hacer lo mismo en el AMBA, pero primero se quiere tener definido un mapa de aliados gremiales en la mayoría de las provincias. Mientras se proyecta para 2023 un acto sindical encabezado por Bullrich, sus allegados aseguran que muchos dirigentes quieren reunirse con ella porque “ya la ven presidenta de la Nación”.
En el bullrichismo les proponen a los dirigentes que aporten ideas a sus equipos para enriquecer los proyectos laborales y les aseguran que las medidas en estudio “no son antisindicales ni gorilas”. Las propuestas de este espacio son elaboradas por Dante Sica, ex ministro de Producción y Trabajo de Cambiemos, y Horacio Pitrau, ex secretario de Trabajo en la gestión de Triaca, acompañados por Omar Yasin, otro ex funcionario de Triaca, y Diego Goldman como una suerte de coordinador. También aportan sus sugerencias Julio Cordero, vicepresidente del Departamento de Política Social de la Unión Industrial Argentina (UIA) y Ernesto Rona, ex gerente de Recursos Humanos de Techint. Lo nuevo es que ya se sumaron expertos designados por el radical Alfredo Cornejo para trabajar juntos.
Entre las ideas que manejan figuran la limitación de la ultraactividad de los convenios colectivos, es decir, la fijación de un plazo para su readecuación, con un arbitraje del Estado, sin que rijan en forma indefinida, y la limitación del derecho de huelga en servicios esenciales como educación y transporte (con la obligación de mantener un 50% del trabajo), además de la modificación del Código Penal para incluir un artículo que prohíba y penalice de manera taxativa a los bloqueos sindicales.
Aún sin consenso interno, se evalúan otras iniciativas como la “Mochila Argentina”, un nuevo sistema para el pago de indemnizaciones, similar al fondo de cese laboral que rige en la construcción, y las limitaciones de las reelecciones sindicales y del aporte del trabajador a los gremios.
En las charlas reservadas, los operadores gremiales bullrichistas les advierten a los dirigentes que “no pidan nada sino que digan qué pueden aportar”. A los más renuentes se los trata de convencer con un argumento inquietante basado en la crisis del sindicalismo tradicional y el avance de la izquierda en muchas organizaciones gremiales: “Si ustedes no quieren la reforma laboral de Patricia, miren que dentro de poco van a estar cantando La Internacional y con cuadros de Lenin y Trotsky en lugar de los de Perón y Evita. ¿O no vieron lo que pasó en el conflicto del Neumático?”.
De todas formas, Ayimen, el primer dirigente sindical que confiesa que “Patricia Bullrich es la persona que tiene que conducir el país”, puede darle un dolor de cabeza a su líder política: en diálogo con Infobae, advirtió que “el movimiento obrero tiene que sentarse en la mesa para discutir la reforma laboral” y rechazó cualquier proyecto que limite la reelección perpetua de los sindicalistas.
“¿Y si hacemos una reforma más profunda para que aquel político que fue concejal, diputado o senador también cumpla tres períodos y después se vaya a su casa? -desafió el dirigente bullrichista-. A nosotros nos eligen los trabajadores y si nos siguen eligiendo es porque alguna cosa bien estamos haciendo. ¿Por qué cambiar? Y si quieren cambiar, cambiemos todo y hagamos una ley pareja. ¿O en el sindicalismo tiene que haber una renovación generacional y en la política no?”.
Con esas profundas discrepancias en temas clave, no habrá Mesa Sindical que aguante.
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