La interna en la Confederación General del Trabajo (CGT) está al rojo. A la clásica pelea entre Pablo Moyano y el sector que maneja la central obrera (“Gordos”, independientes y barrionuevistas) se sumaron las tensiones con la flamante estrella sindical del firmamento K: el metalúrgico Abel Furlán.
Desde que desplazó a Antonio Caló, en marzo pasado, el líder de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) lo reemplazó en la estratégica Secretaría de Interior de la CGT y sus movimientos ya provocaron cortocircuitos: algunos de sus rivales lo miran de reojo porque, afirman, el jefe metalúrgico está apurando la normalizando de las regionales cegetistas del interior para promover el ascenso de dirigentes provinciales alineados con el kirchnerismo o con sectores afines como el moyanismo.
Las sospechas tomaron otro cariz ante la versión de que Furlán estaba impulsando un encuentro nacional de las regionales de la central obrera, sin el aval de la conducción cegetista. El rumor recalentó tanto el clima interno que el líder de la UOM tuvo que brindar aclaraciones luego de que lo preguntó Héctor Daer (Sanidad), cotitular de la CGT, en el grupo de WhatsApp del Consejo Directivo: “Esta Secretaría del Interior no ha hecho ninguna convocatoria para reunir a las regionales en ningún lugar del país. Si hubo alguien que haya hecho esa convocatoria, lo hizo sin mi consentimiento. Espero que queden aclaradas las preocupaciones que tuvieron”, escribió a sus colegas esta semana.
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Para la alianza dominante en la CGT, Furlán pasó a ser un motivo de preocupación desde que el viernes pasado, en Pilar, transformó un congreso de la UOM en un acto político para que Cristina Kirchner hiciera su reaparición pública luego del intento de atentado del que fue víctima.
Allí, el jefe de la UOM hizo un discurso en el que ratificó su adhesión kirchnerista y se quedó en silencio cuando la Vicepresidenta mencionó a Caló -presente en el lugar- y estalló una fuerte silbatina. ¿Fue una venganza cristinista por la adhesión del ex líder metalúrgico a Alberto Fernández? Algunos lo creen posible, pero en la CGT consideran que Furlán podría haber intervenido tras la mención de la Vicepresidenta para que los hirientes silbidos no agigantaran la grieta en la UOM y no lo hizo.
“Nos quieren estigmatizar”, se quejó el líder metalúrgico durante su discurso en el congreso, al aludir a cómo el periodismo lo catalogó como dirigente cercano al kirchnerismo. Curiosamente, lo dijo delante de Cristina Kirchner en un congreso sindical que se convirtió en un acto cristinista y con un reconocimiento de su militancia: “Me siento kirchnerista porque primero fui peronista”, destacó.
Los metalúrgicos también tienen su interna al rojo. La Seccional Capital de la UOM, que preside Caló, se dividió luego de que se confirmó la presencia de Cristina Kirchner en el congreso del sindicato: de los 13 miembros de su comisión directiva, el titular de la filial y otros 6 dirigentes eran partidarios de concurrir, con el argumento de que había que respetar la institucionalidad de la UOM, mientras que el adjunto, Roberto Bonetti, y 5 más se negaban con el argumento de que fue el kirchnerismo el responsable de haber impulsado la rebelión contra Caló que le costó el puesto.
Finalmente, Caló viajó a Pilar para participar del congreso y le pagaron su gesto con la reprobación de un sector de la militancia metalúrgica, provocada intencionadamente o no por la Vicepresidenta, quien aprovechó su discurso para castigar a quienes conducían la CGT durante el gobierno de Mauricio Macri, dos de los cuales son los mismos que la lideran hoy y están enfrentados políticamente con ella: Daer, del sector de “los Gordos”, y Carlos Acuña (estaciones de servicio), del barrionuevismo.
Las suspicacias que despierta el jefe de la UOM agravaron la fractura de hecho que existe en la CGT entre la fracción kirchnerista y la no kirchnerista de la central obrera, que en los últimos días se cruzaron por sus diferencias sobre el aumento de suma fija que promueve Cristina Kirchner. Mientras Pablo Moyano y el sindicalismo kirchnerista se alinearon en favor de la propuesta salarial de la Vicepresidenta, el sector mayoritario de la CGT se reunió el jueves pasado en la UOCRA y advirtió que “los trabajadores no quieren aumento por decreto” ya que “la herramienta de negociación paritaria es el instrumento más idóneo y beneficioso para las recomposiciones salariales”.
Alberto Fernández no quiere saber nada sobre la suma fija y lo confirmó la ministra de Trabajo, Kelly Olmos, que dijo que no le parecía el mecanismo más adecuado y defendió las paritarias. Un calco de lo que sostiene el sector que controla la CGT. Nadie discutiría, en cambio, el otorgamiento de un bono de fin de año, aunque igualmente el Gobierno no tiene facultades legales para obligar a todas las empresas a pagarlo y hay algunos sindicatos que ya lo pactaron o lo van a negociar dentro de los mecanismos de las paritarias. Sería un beneficio asegurado sólo para los trabajadores estatales.
El otro punto que divide las aguas en la CGT y que se va a profundizar tiene que ver con la reforma del sistema de salud que impulsa Cristina Kirchner: la propuesta se actualizará este sábado, en Gualeguaychú, cuando surja como uno de los ejes del IX Encuentro Nacional de Salud que organiza el ministro de Salud bonaerense, Nicolás Kreplak. La iniciativa es resistida por la CGT porque cree que oculta el intento del kirchnerismo de apropiarse de los fondos de las obras sociales.
El gobernador Axel Kicillof y Kreplak hicieron una ronda de contactos reservados con sindicalistas de distintos sectores para aclararles que el proyecto cristinista no pone en riesgo a las obras sociales ni al manejo del dinero que recaudan. “Todos escuchamos en silencio las explicaciones que nos dieron. El problema es que nadie les cree”, confesó a Infobae un dirigente gremial de peso.
Para el sindicalismo kirchnerista, en sintonía con sus jefes políticos, la reforma del sistema de salud no representará un riesgo para las obras sociales y sólo apunta a centralizar la atención médica para asegurar una mejor prestación del servicio. En estas filas sí se cree ciegamente en el proyecto K.
El sector mayoritario de la CGT, además, sospecha que hay una mano negra detrás de la reticencia del Gobierno a solucionar la crisis financiera de las obras sociales. El ministro de Economía, Sergio Massa, de muy buen diálogo con todos los dirigentes gremiales, le explicó a una delegación cegetista que el Estado no puede enviar fondos adicionales para superar el déficit del sistema sindical de salud. Su justificación es obvia: el fuerte ajuste del déficit fiscal que le impone el acuerdo con el FMI.
Pero en la CGT creen que Cristina es la verdadera promotora de la asfixia de fondos para las obras sociales con el fin de crear un clima favorable para una reforma de todo el sistema de salud. En la misma dirección fueron sus críticas contra el aumento en las cuotas de las prepagas. Desfinanciar a obras sociales y prepagas, se teme en la central obrera, es el primer paso para la reforma cristinista.
Esa inquietud también explica por qué la mayoría de la CGT lanzó el Movimiento Nacional Sindical Peronista (MNSP): para disputar lugares en las listas electorales sin depender del dedo de Cristina Kirchner, que ya los dejó sin postulaciones el año pasado y privilegió a los leales K, y, además, para tener suficiente poder como para frenar iniciativas como la reforma del sistema de salud.
En la reunión del jueves pasado en la UOCRA, el MNSP decidió poner en marcha su mesa ejecutiva y ya arma su agenda de contactos políticos luego de que sus integrantes se reunieron en forma reservada con el gobernador de San Juan, Sergio Uñac, y recibieron a los líderes del Movimiento Evita, con quienes resolvieron trabajar juntos en una alternativa para competir con el kirchnerismo.
Lo próximo será una suerte de reunión cumbre con varios gobernadores del PJ que se proyecta para antes de fin de año. En el fondo, ninguno de los sindicalistas del MNSP quiere terminar como Caló, un líder sindical que fue desplazado por una rebelión de corte político y silbado (¿espontáneamente?) por la militancia. Todos saben que el kirchnerismo paga mal a los que no son fanáticos de su causa.
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