Cristina Kirchner y Máximo Kirchner lo encerraron a Alberto Fernández con falsas caricias y dardos venenosos. En su último acto la Vicepresidenta dijo que no se arrepentía de haberlo elegido como candidato. Un día después el líder de La Cámpora fue el que le dio la estocada, cuando lo acusó de valerse de una construcción colectiva para iniciar “una aventura personal”.
El Presidente quedó atrapado por la familia Kirchner y su ya indisimulable fastidio por su falta de cumplimiento con los pedidos del kirchnerismo. Pero durante el fin de semana se las arregló bien para volver a recuperar terreno y plantarse frente a las críticas del hijo de su compañera de fórmula. Un gesto extraño en Fernández, que durante los largos meses de crisis interna se ha caracterizado por amortiguar golpes y no por devolverlos.
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“Cuando un compañero critica a otro compañero deja de ser peronista”, fue la cita a Juan Domingo Perón que utilizó para contestarle al líder camporista en una entrevista radial. Pero fue por más. “El Frente de Todos no es de tres o cuatro dirigentes. Tiene una mirada equivocada”, expresó.
Esta vez Alberto Fernández parece estar decido a resistir la embestida K apoyado por los soldados propios, que no son muchos pero son leales. En la última semana hubo tres nombres propios que construyeron una barrera a las críticas que le llovían desde el ala K y desde el parador de los gobernadores del PJ.
Después de su habitual conferencia semanal la Portavoz, Gabriela Cerruti, le puso el punto final a las especulaciones sobre la posibilidad de que el Presidente ceda en su posición de mantener las elecciones primarias. “El Gobierno cree que en la agenda del Congreso hay temas más prioritarios que las PASO”, sentenció, sin dejar margen a interpretaciones variadas.
En otras palabras, para Fernández la posible derogación de las PASO no es un tema central. Ya dijo lo que tenía que decir y sentó posición. Lo que hizo Cerruti fue intentar valorizar la palabra del Jefe de Estado en una semana donde Máximo Kirchner había dicho que le parecía “raro” que el Presidente fuera a competir en unas elecciones primarias.
El segundo nombre que salió a tensar la cuerda en el vínculo con los K fue la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz, quien fue terminante en su mensaje. “Hay miembros de nuestro gobierno que critican parte de las decisiones como si estuviesen afuera. O estás adentro o estás afuera”, lanzó. Hace tiempo que en el albertismo, y en varias terminales peronistas de la coalición, advierten que Cristina y Máximo Kirchner cuestionan la gestión como si no fueran parte de ella.
Por último, asomó la cabeza el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, uno de los funcionarios que más defendió al Presidente en público. “Si no quieren PASO, dejen a Alberto Fernández ir a su reelección sin problema. No lo interrumpan, no lo estorben. El Presidente va a ser candidato, no tengan dudas”, aseguró.
Todos los mensajes fueron dirigidos al kirchnerismo, que ha empezado a profundizar un plan de desgaste a la figura y las pretensiones electorales de Alberto Fernández. En ese sector de la coalición no solo no quieren al Presidente jugando en la cancha de las elecciones 2023, sino que alientan una nueva candidatura a la presidencia de Cristina Kirchner.
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El mensaje ambiguo de la Vicepresidenta en el acto de la UOM le inyectó entusiasmo al operativo clamor que todo el kirchnerismo, político y sindical, viene empujando desde hace algunas semanas. “Voy a hacer lo que tenga que hacer para que el pueblo recupere la alegría”, sostuvo. Frase que disparó el “Cristina presidenta” que empezó a ocupar un lugar central en el cancionero K. Cada vez hay más paredes pintadas y más carteles escritos con la misma consigna: “Cristina 2023″. Es el retrato del clamor kirchnerista.
¿Esa definición significa que competirá para volver a la Casa Rosada o que se correrá para cederle lugar a otros candidatos? ¿Implica que acompañará a uno de sus socios o que volverá a jugar su prestigio en la elección de otro dirigente que pueda mantener la unidad del peronismo? Las preguntas no tienen respuesta y, por lo tanto, disparan múltiples interpretaciones.
Con esa ambigüedad CFK mantiene el poder en su puño hasta el último instante y la atención de todo el arco político que está expectante por su definición y sus movimientos. En definitiva, tanto en el oficialismo como en la oposición tienen en claro que lo que haga la Vicepresidenta impactará de lleno en el escenario electoral del 2023. Ella lo sabe y lo maneja con el profesionalismo de una jugadora política de elite.
En los próximos días Alberto Fernández buscará apoderarse de la agenda legislativa. Tiene decidido extender las sesiones ordinarias en el Congreso y, posteriormente, convocar a sesiones extraordinarias con el objetivo de que se aprueben tres proyectos de ley que, desde hace tiempo, viene conversando con Sergio Massa. Son los de agroindustria, renta inesperada y la ley de compre argentina.
El Jefe de Estado quiere instalar la agenda política y revalorizar su rol institucional. Si bien dejó un margen para tratar la suma fija o bono que un sector del sindicalismo, y desde el viernes Cristina Kirchner, le piden, puso paños fríos al tema y advirtió: “Tenemos que verlo con cuidado. No es un tema fácil de resolver”. No quiere que le marquen el ritmo de la gestión.
Cada vez que hablan o se expresan Máximo y Cristina Kirchner, Fernández se encuentra con una crítica o un reclamo hacia su gestión. Salvo cuando viaja al exterior para protagonizar su agenda propia. Eso es lo que pasará a partir de este miércoles cuando arranque una gira por Francia e Indonesia que lo llevará a estar mas de una semana afuera del país.
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En el primer destino participará de la Cumbre por la Paz que organizó el presidente francés, Emmanuel Macron. En el segundo estará en el G20 que se organizó en Bali el 15 y 16 de noviembre. El día que comience el encuentro de los mandatarios, en Argentina se conocerá el índice de inflación de octubre. Fernández tendrá en ese instante dos agendas. Una en el exterior, con un rol que le queda cómodo, y una paralela en suelo argentino, con la siempre difícil noticia del aumento de precios.
Para el futuro electoral del Presidente el reloj económico es determinante. Si la economía mejora, sobre todo los índices de inflación y pobreza, Fernández tendrá más argumentos para sostener su plan de reelección. Si, por el contrario, la situación económica empeora, llegará al momento en que se definan las listas con un contexto crítico que terminará siendo una barrera infranqueable.
Las elecciones 2023 se metieron de lleno en la vida interna del Gobierno y empezaron a marcar el pulso de las discusiones preelectorales, al mismo tiempo que tienen un correlato en la gestión de todos los días. Fernández y Kirchner son una pareja política que, en algún punto de la recta, tienen una vida parecida a la de muchos matrimonios sin futuro.
No se divorcian, viven bajo el mismo techo por conveniencia y se intercambian reproches. Una situación difícil de sobrellevar para el día a día de un gobierno en Argentina, un país complicado para gobernar.
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