Una trama de poder regional, emboscadas diplomáticas y acuerdos políticos secretos condiciona la nominación de los candidatos para ocupar la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), tras la caída de Mauricio Claver-Carone. Estados Unidos tiene suficientes votos e influencia para designar al nuevo titular del BID, pero ya anunció que permitirá que un país de América Latina administre ese puesto clave en Washington.
Alberto Fernández asumió que Argentina tiene el derecho político ganado para designar al futuro presidente del BID por su permanente rechazó a la elección y a la gestión de Claver-Carone, que llegó a dirigir ese organismo multilateral por decisión de Donald Trump cuando estaba a pocos meses de cumplir su mandato en la Casa Blanca.
Claver-Carone fue destituido por una investigación interna del BID, y el jefe de Estado sostiene que la caída del alfil de Trump implica el derecho de Argentina para designar -en tres semanas- al sucesor en el cargo.
Esa presunción de Alberto Fernández es considerada apenas una ilusión política en el resto de América Latina.
Alberto Fernández trató el asunto con Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y cuando cortó la comunicación creyó que el presidente de México avalaba sus aspiraciones en el BID. Un día más tarde, el jefe de Estado comprobó que AMLO había ocultado todas las cartas: durante su habitual conferencia de prensa anunció que su candidata era Alicia Barcena, una economista de prestigio que además es amiga personal de Alberto Fernández.
Jair Bolsonaro designó a Ilan Goldfajn como candidato de Brasil al BID antes del balotaje que perdió ante Lula da Silva. Goldfajn tiene un puesto clave en el Fondo Monetario Internacional (FMI), es respetado por la Secretaría del Tesoro de los Estados Unidos y exhibe una sólida formación académica.
Pero Goldfajn fue propuesto por Bolsonaro, que se llevó muy mal con Joseph Biden y aún no reconoció el triunfo transparente de Lula. Desde esta perspectiva, el actual director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI debería ser un declinante candidato de Brasil por su falla de origen y la próxima llegada del líder del PT al Palacio de la Alborada.
Sin embargo, Lula no hizo un sólo gesto político en contra de Goldfajn, que por ahora es frontrunner en la carrera para ocupar la dirección del BID. Es más: Alberto Fernández conversó sobre el tema con Lula, y su amigo personal le explicó que no podía hacer nada.
Una obviedad formal que se parece mucho a los movimientos que ejecuta AMLO detrás de bambalinas. La nominación de candidatos termina el 10 de noviembre de 2022, y Da Silva jura el primero de enero de 2023. Goldfajn sabe cómo funciona el poder global, y persiste con su campaña personal en Washington porque Lula no objetó en público su candidatura presentada por Bolsonaro.
El Presidente electo de Brasil puede quedarse con la titularidad del BID, aunque el candidato haya sido elegido por su enemigo político. En términos florentinos, Lula tiene una oportunidad inesperada: puede usar el apoyo a Goldfajn como un gesto diplomático hacia Bolsonaro, que en definitiva maneja fuertes minorías en ambas cámaras del Congreso y triunfó en distritos claves como San Pablo y Río de Janeiro.
La voluntad política de Alberto Fernández para lograr que Argentina ocupe la presidencia del BID tiene dos problemas estructurales de difícil solución. El jefe de Estado no encuentra un candidato para competir -de igual a igual- con el candidato de Bolsonaro, y Joseph Biden junto a la Secretaría del Tesoro observan con desconfianza a la administración del Frente de Todos.
Alberto Fernández se mostró cerca de Vladimir Putin antes de la invasión ilegal de Rusia a Ucrania y elogió la trayectoria política del Partido Comunista Chino, acusado de asesinar a millones de personas desde su llegada al poder con Mao. De hecho, el presidente y Xi Jinping se encontrarán en el G20 de Indonesia para ratificar la alianza estratégica entre Argentina y China.
Estos gestos geopolíticos de Alberto Fernández, en un mundo atravesado por la guerra en Ucrania y la ofensiva de Xi sobre Estados Unidos, debilita los planes del gobierno para acceder a la conducción del BID. La Casa Blanca tiene más votos e influencia que cualquier miembro del BID, y no jugará ese poder interno a favor de un candidato nominado por un presidente que coquetea con Moscú y Beijing.
A una semana del cierre para la presentación de candidatos, al Gobierno le quedan escasas opciones. No hay posibilidades de atrasar la votación -Estados Unidos ya dijo que no-, y tampoco aparece una figura nacional que pueda ser avalada por la mayoría de América Latina y finalmente aceptada por Estados Unidos.
Alberto Fernández depende de Lula, que sabe distinguir entre amistad personal y realpolitik.
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