Las diferencias en el Gobierno son parte de la agenda diaria de la gestión. Hace mucho tiempo que dejaron de ser excepciones para convertirse en una regla. Los integrantes del Frente de Todos que esquivan el tema suelen explicar que se trata de diferencias normales de una coalición tan heterogénea. Los autocríticos, que cada vez son más, asumen que es imposible gobernar de esta forma.
La semana que culminó fue completamente electoral. Faltan diez meses para las PASO -si se llevan a cabo- en las que se elegirá a los candidatos a presidente de las fuerzas que no puedan definir una lista de unidad. Aún resta mucho tiempo, pero el peronismo y Juntos por el Cambio ya juegan sus cartas de cara al 2023.
En los últimos cinco días Máximo Kirchner dijo que no cree que su madre compita en los comicios del año que viene; Axel Kicillof aseguró que la voz en la calle dice que CFK debe jugar en el 2023 y encabezó un acto en el que se infló el operativo clamor. Dos de las personas más cercanas a la Vicepresidenta y dos mensajes distintos. La ambigüedad -imprevista o generada adrede- es parte del momento de incertidumbre electoral que vive el oficialismo.
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También Alberto Fernández dijo que quiere mantener las PASO como sistema para decidir las candidaturas y dio a entender en público lo que hace un tiempo repite en privado: quiere ir por la reelección. Además, el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, le metió presión al Presidente para que resuelva el futuro de las elecciones primarias y aseguró que todos los gobernadores e intendentes peronistas las quieren derogar.
Ese último contrapunto implícito entre Fernández, que el miércoles dijo que quería las PASO, y De Pedro, que el jueves presionó para que se suspendan, es un buen retrato de las diferencias que subsisten en forma permanente dentro del gobierno nacional Además, muestran un formato extraño en las relaciones de poder.
Un intendente del conurbano lo explicó en forma coloquial: “El Presidente dice una cosa y su ministro dice lo contrario un día después. Lo desautoriza. Es una locura”. A esa línea le agregó lo que entiende que es otra señal de desacreditación a la palabra del primer mandatario. “Wado dice que Massa y Cristina están armando una propuesta de suma fija. ¿Y el Presidente? Es como si no existiera”, reflexionó.
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Fernández está convencido de que las PASO son el mejor mecanismo electoral para dirimir las diferencias el año que viene, por lo que no va a hacer nada para derrumbarlas. Mantiene la postura que expresó el 17 de noviembre del año pasado frente a una Plaza de Mayo repleta, luego de que el Gobierno perdiera las elecciones de medio término.
La postura no se modificó y no la tiene desde fines desde el año pasado. Alberto Fernández fue el jefe de campaña de Florencio Randazzo en el 2017, cuando el espacio que lideraba el ex ministro del Interior intentó que Cristina Kirchner disputara unas PASO con ellos. No lo lograron. La entonces candidata a senadora construyó Unidad Ciudadana y dejó afuera al PJ con tal de no darles la interna.
El Presidente no solo no está de acuerdo en derogarlas, sino que cree que en el caso de avanzar sobre ese debate, la resolución tendrá que llegar a través de un consenso amplio. Entiende que las reglas de juego electorales no pueden definirse por conseguir un voto más en la Cámara de Diputados. Para tener legitimidad se necesita de un acuerdo político.
En este contexto, en el peronismo miran con atención los movimientos del Presidente y la Vicepresidenta. Ya todos asumen que esa relación, que alterna silencios con algunos pocos llamados, no tiene futuro. Motivo por el cual es cada vez más la incertidumbre que existe sobre la continuidad del proyecto político del Frente de Todos y las posibles candidaturas.
La interpretación que hizo un senador nacional sobre la foto de la semana electoral expone lo que piensan muchos dirigentes que están en las filas oficialistas. “No hay posibilidad de que Cristina gane una elección presidencial. Perdería en un balotaje. Y la candidatura de Alberto no tiene sustento. No tiene capacidad de armado y nadie confía en él”, sentenció.
Sin embargo, ese mismo legislador, que conoce bien de cerca el pensamiento de los gobernadores del PJ y tiene el pragmatismo tatuado en la piel, advirtió con acidez: “En la política argentina no hay que enterrar a nadie aunque creas que está muerto. Para velarlo hay que ir a ver en vivo que se murió de verdad”.
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Aunque muchos dirigentes intentan ser precavidos respecto a las proyecciones futuras, los que están afuera de los núcleos más duros creen que ni Alberto Fernández ni Cristina Kirchner están en condiciones de competir el año que viene. Por una sencilla razón: todas las encuestas los ponen entre los dirigentes políticos peor valorados del país, y además dividen el espacio más de lo que lo unen. Difícilmente puedan encolumnar al 90% del peronismo.
Al Presidente parece no importarle demasiado esos trabajos de consultoría que exponen su alta imagen negativa y la baja valoración sobre la gestión que tiene la mayor parte de la sociedad. Se abraza a un sueño de reelección al que le faltan argumentos y le sobran motivos que expliquen la debilidad del proyecto electoral.
En su entorno afirman que en este tiempo está convencido de que hay que defender la gestión y mostrar los buenos resultados que hubo, pese a todos problemas que tuvo que sortear. El principal, siempre resaltan, fue la pandemia.
“Quiere mostrarle a la sociedad el sacrificio que hizo este Gobierno. La pandemia nos destruyó. Es un milagro lo que pasó en Argentina. Salimos adelante después de una etapa en la que nadie en el mundo sabía que iba a pasar”, sintetizó un funcionario de su confianza.
Cerca de Fernández están lejos de bajar las banderas de la victoria. Creen que si el Gobierno logra descender progresivamente la inflación, el año que viene el peronismo tiene buenas chances de continuar en la Casa Rosada . “Con 5 puntos de inflación mensual peleamos la elección. Con menos de 4, ganamos. La gente vota en base a lo que pasa lo últimos meses”, sentención un dirigente que accede en forma frecuente al despacho presidencial.
Más allá de los posibles candidatos, en el peronismo creen que la única forma de tener chances de ganar el año que viene es mantener el descenso de la inflación y, en consecuencia, de la cantidad de pobres. A ese proceso debería sumarse un ordenamiento político que hoy parece ser imposible.
El Gobierno está partido. El kirchnerismo no quiere a Fernández y el Presidente, más allá de las críticas que recibe, está dispuesto a jugar hasta el final. Al mismo tiempo, ambos sectores consideran que hay que cuidar la desgastada unidad peronista, mientras que Cristina Kirchner se despoja de la gestión como si no formara parte de gobierno que ella misma ideó el día que eligió a su ex jefe de Gabinete como el candidato a presidente.
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En algunas terminales peronistas consideran que Fernández, para no perder el poco poder que le queda, mantiene viva la posibilidad de ir por una reelección, y de hacerlo a través de las PASO, el mecanismo que se ideó durante un gobierno de Cristina Kirchner y que ahora, tal como relató De Pedro, la mayoría no quiere. Si dice que no va a jugar el año que viene, entrega todo lo que tiene. Así lo entienden.
Pero también advierten que Cristina busca mostrarse más fuerte de lo que está realmente está en términos electorales. Las encuestas que consumen en la Casa Rosada y en otros tantos núcleos peronistas que conforman la coalición, indican un descenso de la intención de voto de la Vicepresidenta, respecto al comienzo de la gestión. La crisis política y económica les pegó a todos. Cristina, sostienen muchos en el Frente de Todos, ya no es lo que era.
“El operativo clamor surge para decirle ‘basta’ a Alberto. Vuelve a instalarse el tema justo en la semana que él dice que quiere competir el año que viene. Es la forma de avisarle que le van a poner trabas en el camino y que quizás una de esas trabas sea la propia Cristina”, analizó, en detalle, un importante dirigente social con buena llegada a la Casa Rosada.
El Frente de Todos empezó a poner sobre la mesa sus cartas electorales. Hay muchas más en el maso. La partida recién empieza. El resultado del plan económico de Sergio Massa, y el respaldo político que tenga internamente, serán determinantes en el futuro del Gobierno. La unidad obligada que pactaron está atada con alambre. Una jugada brusca y la ruptura puede hacerse realidad.
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