Habían pasado unas pocas horas desde la votación del Presupuesto en Diputados cuando Cristina Fernández de Kirchner anotó un nuevo tema: otro corrosivo mensaje a Olivos, esta vez por la última autorización de aumento a la medicina prepaga. El oficialismo acababa de lograr la aprobación del proyecto enviado por Economía y cargado de agregados posteriores. También había sufrido derrotas. Debió dejar en el camino la pretensión de manejar las retenciones y perdió la votación por la extensión de Ganancias a todo el Poder Judicial, pero el foco de las internas estaba puesto en Juntos por el Cambio. Duró poco. La ex presidente volvió a colocarlo en la propia fragmentación.
CFK publicó dos tuits para rechazar el incremento referido, que impacta sobre todo en la clase media. Repetía así su juego: intenta mostrarse ajena al Gobierno y, a la par, afirmada como eje de poder indiscutido en el frente gobernante. Las reacciones en la Casa Rosada, hasta anoche, pretendían limitar la cuestión a una mala interpretación de los mecanismos de ajuste para las prepagas. Eso, hacia afuera. Estaba claro que se trata de un renglón más en la lista de cruces, los últimos vinculados con las PASO y las candidaturas 2023.
Lo curioso resultó ser que, en el vértigo de los dichos, Alberto Fernández había salido a hacer suyo el intento de imponer Ganancias a jueces, funcionarios y empleados de la Justicia. Nadie dio debate de fondo sobre la extensión de la ley ya vigente, el camino legislativo buscado ahora y, menos, el sentido conceptual del impuesto aplicado a categorías salariales. El Presidente cargó básicamente sobre los jueces y la oposición, una manera de asumir -como vino haciendo desde el inicio de su gestión- la lógica de CFK. La votación en Diputados, interpretada por algunos como una derrota exclusivamente K, pasaba a ser un costo compartido.
Otro dato llamativo lo constituye la intencionalidad compartida de colocarse por afuera de las causas de la crisis pero sugiriendo, como argumento propio, sensibilidad frente a las angustias sociales. El contexto es claro: las necesidades de ajustar las cuentas y la inflación, otra vez con proyecciones por encima del 6 por ciento mensual e indicios de efecto sobre el consumo masivo. En ese contexto, el artículo sobre Ganancias era presentado como un giro para mejorar recursos y equilibrar las cargas de manera solidaria. El tema de las prepagas resultó más directo.
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CFK no dejó margen para discusiones técnicas. Dijo que el nuevo incremento de las cuotas resulta “inaceptable”, tomado en términos mensuales o anualizados. Se destacaron dos puntos con evidente sentido. El primero: dejó en claro que se trata de una autorización del Ejecutivo. Y el segundo: afirmó que de manera “oportuna y reservada” había hecho llegar su opinión en contra de aumentos de este tipo, por sus consecuencias sociales. Doble fórmula para despegarse de la medida oficial.
La ex presidente ratificó así la línea expuesta como afirmación del poder interno y, de manera destacada, como discurso público. Los dos elementos aclaran, por si hacía falta, que la estrategia de colocar en zona incierta su papel en el 2023 puede generar variadas hipótesis, aunque sin rozar su protagonismo real en el frente oficialista. Máximo Kirchner dijo no creer que CFK vaya a competir como candidata a presidente y Axel Kicillof alimentó la postulación. Está claro algo: la concentración de esfuerzos en la provincia de Buenos Aires y la descalificación o menosprecio de una competencia de Alberto Fernández en primarias.
La posición del Presidente es además de delicada, al menos contradictoria. Busca darse algo de oxígeno cuando restan diez meses para las PASO -foco de una renovada batalla, interna y con la oposición- y un año para las elecciones generales. Pero no hay paz con CFK y la relación con Sergio Massa está cruzada por malestar y resquemores. Con ese cortinado de fondo, encara cada movimiento propio con intenciones de exponer decisión de poder, de manera tardía y en lugar relegado. Y agita -hay quienes dicen que efectivamente cree- la idea de la pelea por la reelección.
Suena a la defensiva. Los últimos movimientos en el Gabinete, y lo que resta en ese ámbito, son un el ejemplo más gráfico. Se produjeron cuatro cambios en menos de un mes y Olivos se encargó de hacer trascender que no hubo consulta alguna con CFK. El kirchnerismo no acusó impacto, de manera deliberada, para darle categoría de tema menor.
El caso de Juan Manzur es más original. Anticipó su decisión de volver a Tucumán para la batalla política en su provincia. Las elecciones ya tienen fecha -14 de mayo- y estará en juego todo el entramado provincial: gobernador, legisladores, intendentes, concejales. El jefe de Gabinete aspiraría a dejar el cargo hacia fines de año, aunque habría estirado el límite hasta febrero en charla con el Presidente.
No es un despacho fácil el que quedará desocupado y el tejido de relaciones que cada funcionario maneja tiene sello personal, no sólo el del organigrama. Puede tener contraindicaciones un cambio sin demora, aunque peor parece el recorrido que se impone Alberto Fernández. Prefiere tener un jefe de Gabinete con fecha de salida que operar el recambio, si mantiene posiciones, sin hablar con los otros socios del oficialismo.
La salida de funcionarios -varios, para dar pelea en sus distritos- y los reemplazos con integrantes del reducido círculo de Olivos se suman a reagrupamientos domésticos -la CGT y los movimientos sociales- y a los adelantos electorales decididos o en análisis de los gobernadores. En conjunto, dan la imagen de una prematura y riesgosa transición. Es el dato más novedoso de la interna.
Es una pelea persistente. La nueva movida de CFK corrió del temario el tratamiento del Presupuesto 2023, en Diputados. Lo dicho: el oficialismo logró la aprobación, con algunas derrotas. La votación en general y las disputas en artículos destacados exhibieron las fisuras y los puntos de acuerdo mínimo en la oposición. Discutieron y fueron divididos al definir la posición política más amplia -la más compleja para transmitir fuera de los límites de la política- y mostraron posiciones unificadas en temas de alto impacto individual, como retenciones, nuevos impuestos, ganancias.
En la previa, la posición del grueso de JxC era no dejar al Gobierno sin Presupuesto. Algunos por convicciones y todos porque en caso contrario, el Gobierno podría manejar discrecionalmente gastos, recursos y reasignaciones. Sin embargo, cada espacio privilegió su platea. La UCR acompañó en general, el PRO se abstuvo y la CC y algunos otros votaron en contra. Después, se aglutinaron para los rechazos referidos.
Todo ese zigzagueo puede tener sentido doméstico, pero hacia afuera amplifica la impresión de una aceleración electoral desenganchada de la realidad social. Y hasta a contramano de la crisis.
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