La Confederación General del Trabajo (CGT) acelera el ritmo de su enfrentamiento directo con el kirchnerismo duro para pelearle no sólo lugares en las listas electorales sino también el control del peronismo. Por eso el lunes pasado tuvo su Día de la Independencia cuando lanzó un movimiento propio para ganar espacios de poder en 2023 y en los días siguientes se reunió por separado con posibles aliados de esta jugada de signo anti-K: el gobernador de San Juan, Sergio Uñac, y la plana mayor del Movimiento Evita, una de las organizaciones sociales más cercanas a Alberto Fernández.
La decisión del sector mayoritario de la CGT (”Gordos”, independientes y barrionuevistas) es salir a disputarle a La Cámpora todo lo que se pueda para que no se quede con la franquicia del PJ. El plan contempla contactos con gobernadores, intendentes, legisladores y movimientos sociales para explorar una alianza no kirchnerista que permita evitar que, como sucedió el año pasado, “el dedo” de Cristina Kirchner y su hijo Máximo terminen definiendo todas las candidaturas para 2023.
La CGT quedó excluida en el reparto de lugares en las listas en las últimas elecciones y sólo fueron favorecidos dirigentes alineados con el kirchnerismo como Sergio Palazzo, Hugo Yasky, Vanesa Siley y Walter Correa, quienes consiguieron sus bancas de diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. Ni siquiera un amigo de Alberto Fernández como Hugo Moyano tuvo un premio consuelo en materia de candidaturas. La Vicepresidenta impuso a sus fieles en todas las nóminas.
Por eso el sindicalismo no kirchnerista impulsa una ofensiva política para impedir que en 2023 suceda lo mismo. Ese fue el sentido del flamante Movimiento Nacional Sindical Peronista, que se lanzó el lunes pasado en Obras Sanitarias. Se trata de la muestra más clara de cómo entró en crisis el kirchnerismo y, sobre todo, de cómo perdió influencia la Vicepresidenta: el gremialismo tradicional, su clásico adversario, está envalentonado y decidido a quitarle la posibilidad de tomar las principales decisiones políticas y electorales. ¿Habrá un candidato presidencial auspiciado por el nuevo eje que se perfila en el peronismo y que competirá en las PASO? Es el sueño de algunos de sus impulsores.
Ese candidato, sin embargo, no será Alberto Fernández: la alianza que maneja la CGT se cansó de un presidente que les hizo demasiadas promesas nunca cumplidas, como aquella que efectuó antes de asumir, el 19 de noviembre de 2019, cuando visitó la sede cegetista y se comprometió públicamente a algo que nunca se concretó: “Van a ser parte del Gobierno desde el 10 de diciembre”.
Ahora, en la CGT planean reunirse con gobernadores del PJ para sondear si tienen voluntad de reagrupar al peronismo no kirchnerista y disputarle los espacios a La Cámpora. El primer paso se dio con Uñac, un mandatario con el que la central obrera tiene buena relación, aunque parece estar más cerca de buscar su reelección en San Juan que de saltar a la escena nacional. Por algo la provincia fue la primera en suspender las PASO, en diciembre pasado, y la Cámara de Diputados acaba de aprobar un polémico código electoral que es una ley de lemas: son decisiones más típicas de un dirigente que quiere seguir en el poder y apunta a frenarle el paso como sea a los opositores.
Dirigentes cegetistas y Uñac compartieron este martes un asado en el quincho de la sede central de la UOCRA, en la avenida Belgrano al 1800. No es el primer encuentro reservado que tienen. Hablaron del proyecto político de la CGT, se barajaron distintas alternativas y quedaron en seguir conversando. Los sindicalistas imaginan un acuerdo con un puñado de gobernadores peronistas como eje de su estrategia contra el poder kirchnerista. Aún no saben si los mandatarios se animarán a sumarse.
En la central obrera siguen considerando un aliado a Juan Manzur, el jefe de Gabinete que mantiene fluidos vínculos con todos los sindicalistas en general y con Héctor Daer y Carlos West Ocampo, del Sindicato de Sanidad, en particular. El tucumano tiene decidido retornar a la política en su provincia a comienzos de 2023 y competir en las elecciones a gobernador que se realizarán el 14 de mayo. Lo imaginan como uno de los referentes del PJ que podría adherir a la rebelión contra el kirchnerismo.
Hay potenciales aliados de la estrategia cegetista como algunos intendentes enfrentados con La Cámpora como Juan Zabaleta, quien acaba de renunciar al Ministerio de Desarrollo Social para reanudar su mandato como jefe comunal de Hurlingham y darle pelea al camporismo, que quedó a cargo en forma interina de la intendencia a través de Damián Selci. Ahora, la batalla se trasladará de manera inquietante a las elecciones de 2023 para determinar quién se queda con todo el poder.
Otro intendente afín a la causa antikirchnerista es Fernando Gray, de Esteban Echeverría, el único que se resistió al desembarco de Máximo Kirchner como jefe del PJ bonaerense. Ahora, no casualmente, Gray envió una carta a la CGT para adherir al lanzamiento del Movimiento Nacional Sindical Peronista, con alusiones críticas a La Cámpora. En el texto critica a quienes “cuelgan y descuelgan los cuadros de Eva y el general Perón según la oportunidad del momento” y, al cuestionar el acto kirchnerista por el 17 de Octubre en la Plaza de Mayo, resalta: “Es muy fácil hacer grandes convocatorias plagadas de eslóganes y sin un verdadero sustrato social, político y económico. El problema es discutir los temas de la agenda real del pueblo. En ese caso, no. Prefieren hacerlo a puertas cerradas y a espaldas del pueblo. Y sin siquiera consultar a la columna vertebral del movimiento”.
La jugada cegetista tuvo su tercera escala este jueves, cuando, en la sede de UPCN, seis sindicalistas hablaron durante más de dos horas con los principales dirigentes del Movimiento Evita. Esta vez se preocuparon de que el encuentro trascendiera al periodismo y posaron para una foto. Los destinatarios de esa escenificación eran los dirigentes de La Cámpora, el gran rival de ambos sectores.
Hubo muchas coincidencias, promesas de avanzar hacia un “trabajo estratégico” conjunto y una primera tarea: presentarles a Alberto Fernández y a Sergio Massa “5 o 6 puntos para salvar la coyuntura crítica” del país en materia socioeconómica y llegar sin sobresaltos hasta marzo.
Todavía no hay detalles de cómo se aliarán política y electoralmente, pero en el encuentro se habló del partido que creará el Movimiento Evita, Los Comunes, para competir en las elecciones y del gran objetivo que es destronar al intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, aliado del kirchnerismo, a través de la candidatura de Patricia Cubría, senadora provincial y esposa de Emilio Pérsico.
El kirchnerismo confirmó su preocupación por la movida que se está gestando: este viernes, La Cámpora publicó en Twitter la imagen de las notas publicadas en Infobae y Clarín sobre la reunión de la CGT y el Movimiento Evita en la que dieron señales para enfrentar a los K, acompañada de una frase: “Y Macri también”. La organización social de Pérsico y Fernando “Chino” Navarro le contestó pocas horas después en la misma red social: “Compañerxs, hagámonos cargo de los problemas que sufre la Argentina y trabajemos para resolverlos. Además, ¿no era que Clarín miente?”.
El primer round se había establecido luego de que Sebastián Maturano, de la Juventud Sindical Peronista, fuera directo al hablar en el acto de la CGT en Obras Sanitarias: criticó a quienes “usan el disfraz del peronismo y ganan elecciones” y le apuntó sin anestesia a la organización de Máximo Kirchner al sostener: “Hoy en el PJ hay 113 miembros; 14 son del movimiento obrero y 15 de La Cámpora. No tengo nada en contra de ellos, pero ¿son más importantes que nosotros?”. El hijo de la Vicepresidenta no lo dejó pasar y, horas después, en el acto de Plaza de Mayo castigó a la dirigencia cegetista: “El desafío por delante no es ver quién tiene lugar en las listas”, dijo.
La ofensiva cegetista recalentó la interna del Frente de Todos: todo indica que provocará un cimbronazo en el trazado actual de la coalición oficialista. Aun con la mira puesta en disputarle los espacios políticos al kirchnerismo, los sindicalistas saben que la derrota electoral es casi segura, pero la primera meta será copar las listas de candidatos para volver a tener, como en las épocas de gloria del sindicalismo peronista, más diputados y senadores provenientes del movimiento obrero.
Lo que viene será como una suerte de reedición pasteurizada de aquella pelea a muerte (literalmente) de los años 70 entre los burócratas sindicales del peronismo ortodoxo y los “zurdos” surgidos de los Montoneros. En este caso, sin armas, por suerte, queda sólo el aroma de aquella izquierda peronista. Facundo Moyano, uno de los pocos peronistas que se anima a criticar a los “jóvenes” K, dijo hace 48 horas en la señal TN: “La Cámpora es parte del poder y del gobierno. La única lucha que le veo a esos muchachos es la lucha por los cargos. Los cargos hay que dejarlos y hay que tener coraje”.
En esta guerra clave que se insinúa no está claro en qué bando terminará Pablo Moyano, el hijo del líder camionero que funciona como mascarón de proa del kirchnerismo. Su presencia le dio un mayor brillo político a la raleada movilización de La Cámpora del 17 de octubre, aunque su padre lo presionó para que se bajara de la lista de oradores. El díscolo dirigente aceptó mansamente.
Pablo está bajo el fuego familiar de dos enemigos del camporismo: Hugo, amigo personal de Alberto Fernández, y Facundo, su hermano, convertido en el más tenaz rival de Máximo Kirchner y del gobierno nacional y bonaerense. Ambos hermanos casi ni se hablan. Las diferencias políticas contaminan la relación. ¿De qué lado se quedarán los Moyano? Está por comenzar la batalla de fondo entre el sindicalismo peronista y el kirchnerismo duro y no habrá espacio para los indecisos. Tampoco para los impresionables: la pelea por el poder en el peronismo será a todo o nada.
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