Alberto Fernández transita desde hace un puñado de días un proceso en el que busca revalorizar su palabra, su gestión y su autoridad, después de que esas tres cosas fueran pisoteadas por la interminable interna que atraviesa al Gobierno y su decisión deliberada de no acumular poder para fortalecerse frente a la imagen todopoderosa de Cristina Kirchner.
En los últimos días, el Presidente dio algunas señales sobre ese camino que empezó a transitar y en su entorno más próximo las divisaron con claridad. Es decir, palparon el cambio en su ánimo y en sus movimientos. Fernández parece estar buscando el espacio para reinventarse luego de tantos golpes recibidos.
La decisión de cambiar el Gabinete sin consultarle a Cristina Kirchner fue el puntapié inicial. Porque a partir de ese momento en la Casa Rosada, y en otras terminales del Frente de Todos distantes del núcleo duro que anida en Balcarce 50, entendieron que el jefe de Estado avanzó con una determinación que tenía por objetivo ganar autonomía.
Lo que muchos se siguen preguntando es cuánto tiempo durará esa modalidad de acción, qué futuro tiene Fernández sin negociar con el kirchnerismo las decisiones importantes y cuánto tardará la Vicepresidenta en volver a patear el tablero con alguna apreciación de la gestión a través de las redes sociales o de sus conocidas, y contundentes, cartas abiertas.
“Hizo un click. Y salió con toda a defender los números de la economía de su gestión y a hacer el cambio de gabinete solo. Es un cambio que se vio en los últimos 20 días”, advirtió un funcionario nacional que conoce bien al Presidente. En la Casa Rosada lo ven de mejor ánimo, con ganas, activo y predispuesto. Características que no le sobraban hace poco más de dos semanas atrás.
Fernández está menos incómodo con la dinámica política del Gobierno y más tranquilo en su accionar. Esa fue la definición sobre el momento que vive que expresó un dirigente de su confianza. ¿El motivo? “Quizás sea que no hable con Cristina”, explicó. Los propios lo ven más “suelto y confiado”.
Confía en los resultados de su gestión y en que el peronismo será competitivo el año próximo. Cree que los empresarios, la oposición y los medios de comunicación quieren sembrar desanimo y que los datos duros de la economía - sin contar la inflación - son auspiciosos y están invisibilizados. El aumento de precios, claro está, es indisimulable y, obviamente, imposible de mostrar.
En base a esa mirada fue que decidió viajar a Mar del Plata hace una semana para cerrar el coloquio de IDEA y, frente a cientos de empresarios, defender su gestión económica. Está convencido que un sector de la sociedad solo está dispuesto a mirar el vaso medio vacío y que no le reconocen los buenos resultados de una gestión que estuvo marcada por la deuda del gobierno de Macri, la pandemia y la guerra en Ucrania, además de la destructiva interna del oficialismo.
En este cambio de actitud que se empezó a visualizar en el Presidente está incluida la respuesta que la Portavoz, Gabriela Cerruti, le dio a la producción de Gran Hermano y al canal que emite el reality show. “No vamos a dejar que digan cualquier cosa de Alberto y del Gobierno. Vamos a marcar lo que no creemos que está bien y lo vamos a hacer para que se enteren todos”, dijo un importante funcionario cercano a Fernández que está en el día a día de la gestión.
Quienes conocen de cerca al primer mandatario advierten que este cambio de postura también corta en seco lo que consideran que es una suerte de bullying mediático y político contra su investidura. En gran medida, lo que intenta hacer el primer mandatario es fortalecer su palabra y sus decisiones, pero sin generar una ruptura en el Frente de Todos. Aún le sigue importando la unidad.
Tal es así que en la última reunión de Gabinete, el Presidente le pidió a sus ministros defender la gestión, mantenerse unidos y que no se dejen desmotivar por los discursos críticos hacia el Gobierno. Lo que algunos ministros no entienden son los zigzagueos permanentes que tiene Fernández, quien hace dos semanas modificó el Gabinete en soledad, en una acción que molestó mucho al kirchnerismo y la CGT.
Incluso, aproximadamente quince días antes del recambio ministerial, Fernández participó de una comida en la casa del diputado nacional Eduardo Valdés, en la que hubo representantes de diferentes sectores del Frente de Todos. En esa reunión privada brindó un mensaje conciliador, anti grieta interna. Quienes estuvieron ahí no entendieron por qué decidió cambiar tres ministros sin consultar con los otros dos socios de la coalición y volver a tensar la cuerda.
En el peronismo notan que ese comportamiento del Presidente es parte de su forma de ser. Es una conducta estable y repetitiva. No hay una línea concreta sobre la relación política con el kirchnerismo, el rumbo de la gestión y su rol presidencial bajo el techo del Frente de Todos. Hay modificaciones constantes que impiden construir una identidad.
Puertas adentro, Fernández sigue insistiendo con una idea que hizo pública en diciembre del 2021 durante una cena que compartió con el Grupo Callao, agrupación que fundó en el 2017. “En el 2023 el kirchnerismo cumplirá 20 años como fuerza política. Todos los procesos políticos tienen un desgaste después de tanto tiempo. Hay que renovar métodos, contenidos y caras”, les dijo, palabras más, palabras menos, en aquel entonces.
Fue un mensaje a un grupo chico de dirigentes que ya estaban en la función pública - en su gran mayoría - pero que anhelaban tener más injerencia en las decisiones fundamentales de la gestión. El protagonismo de esos dirigentes quedó en el discurso, pero su prosa sobre el kirchnerismo aún la sigue manteniendo. Piensa que hay un desgaste en el espacio y que se necesita una renovación.
De la mano de esa idea va su posición, aún privada, respecto de las PASO. Fernández, según relatan los que lo ven todas las semanas, sigue considerando que hay que mantener las elecciones primarias, porque es en esa instancia en la que la gente podrá elegir el candidato del peronismo y, en consecuencia, el nuevo líder del espacio político. Es decir, que sigue pensando lo que dijo el 17 de noviembre del año pasado, frente a una multitud, en la Plaza de Mayo.
Claro está que el análisis no puede ser lineal por el solo hecho de que la presencia de Cristina Kirchner altera una elección normal. Sean quienes sean los candidatos, para liderar a todo el peronismo deberá ganarle a la Vicepresidenta en persona, sino solo será el líder de un posible gobierno o de una parte de la coalición peronista.
El futuro de las PASO sigue teniendo un signo de interrogación en el Frente de Todos. Los gobernadores piden su derogación, La Cámpora ha dejado saber que es una discusión que se debe dar porque tal como está el sistema, no funciona; mientras que los movimientos sociales y la CGT se manifestaron en contra de suspenderlas.
Ni Alberto Fernández ni Cristina Kirchner se refirieron al tema en público luego de que se conociera que los mandatarios provinciales querían avanzar en un proyecto para derogarlas. Para Juntos por el Cambio la indefinición de las reglas de juego electorales son una enorme preocupación porque advierten que si las elecciones primarias son eliminadas, tendrán un gran problema para dirimir quién es el candidato de la coalición. Por eso las PASO siguen estando presentes en la agenda política.
En la Casa Rosada le bajaron el pulgar a la discusión sobre la posible derogación de las Primarias. “No hay votos para poder sacarla en el Congreso. No es un tema para el Gobierno”, sentenció un funcionario nacional con acceso al despacho presidencial. Hay quienes esperan que Fernández exponga su postura en público y la utilice para fortalecer su palabra. Por ahora, se ha mantenido en silencio.
Un dirigente que conoce hace varios años al Presidente consideró que lo mejor que podría hacer es tener un rumbo, mantener una línea y evitar que su imagen se debilite más de lo que ya está. “Se tiene que ir marcando lo que pudo lograr en un contexto difícil. Pensar en su relección es una locura. Me preocuparía si realmente cree que puede competir en el 2023, porque significaría que no está viendo lo que está pasando”, afirmó, después de ver el comportamiento presidencial en los últimos días.
Fernández quiere ser un jugador el año que viene, lo que no significa ser candidato a presidente. Pero ha dado distintas señales hacia adentro del peronismo de que no lo deben considerar un muerto político. Algunos ministros cercanos no descartan que, si la situación económica mejora, tenga margen para presentarse. Aunque sienten que es casi una utopía. En el kirchnerismo no ven ni una posibilidad de que sea candidato. Y si lo fuera, no lo apoyarían. Retrato de un gobierno partido.
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