“Los peronistas tienen un Día de la Lealtad y 364 de las traiciones”. La frase que suele repetirse entre los políticos con jocosa mordacidad tiene hoy una pertinencia inusual: este 17 de octubre, Alberto Fernández no organizó ni fue invitado como orador en ninguno de los tres actos principales convocados para celebrar el hecho fundacional del peronismo. Se trata del dirigente que preside la Argentina y, a la vez, el Partido Justicialista.
Esta anomalía histórica se combina con otro dato inquietante: el acto principal se llevará a cabo en la Plaza de Mayo y se hará, principalmente, para presentar de manera pública críticas y reclamos al rumbo del gobierno. Lo encabezarán, entre otros, dos dirigentes clave del universo político y del sindical: Máximo Kirchner, por La Cámpora y el PJ bonaerense, y Pablo Moyano, por el sindicato de Camioneros.
De esa manifestación frente a la Casa Rosada, que tendrá a las 16 el acto central con la difusión de una proclama, participarán gremios que integran las dos centrales de trabajadores CTA y otras organizaciones kirchneristas que se enfrentarán ante una encrucijada de difícil solución: encontrar un formato para que las críticas al rumbo del Gobierno se enfoquen principalmente en el presidente.
Es que en el entorno de la vicepresidenta todavía reconocen que Sergio Massa, con las medidas que puso en marcha desde que asumió en el Ministerio de Economía, permitió evitar un colapso de consecuencias imprevisibles. Pero empezaron a demandar medidas que cambien esa agenda del ajuste.
En esa dinámica se inscribe que, apenas regresado de Estados Unidos, el funcionario anunció en su primera entrevista como ministro cambios en Ganancias, refuerzo de ingresos para indigentes y ancianos sin cobertura, un nuevo sistema para frenar la escalada de los precios, y también incentivos para la compra de TV y otros productos electrónicos.
Son demandas que se alinean con las exigencias -cada vez más fuertes- de Cristina Kirchner, que ve en el castigo a su base electoral un deterioro de su capital político creciente y peligroso.
Más allá de eso, los colaboradores del ministro destacaron el comunicado que la CGT difundió tras el anuncio. “Queremos expresar nuestro apoyo a la decisión de Alberto Fernández y de Sergio Massa, quienes dispusieron que a partir del 1ero de Noviembre el mínimo no imponible aumente a los fines de que los incrementos salariales conseguidos a través de paritarias no sean consumidos por este impuesto. Saludamos la recomposición salarial en las distintas actividades a través del mecanismo de negociación paritaria y reconocemos el esfuerzo que realiza en esta oportunidad el Estado Nacional para acompañar ese proceso”, expresó el Consejo Directivo.
Confrontación agresiva
La movilización “Unidad Nacional por la Soberanía con Justicia Social” que convocan la organización política de Cristina Kirchner y los sindicatos que les responden ocurre en momentos en que el presidente redobló sus gestos de autonomía y de agresiva confrontación con la vicepresidenta, mientras amaga con retomar su sueño reeleccionista.
Además del acto principal de Plaza de Mayo, para celebrar el Día de la Lealtad, los gremios de la CGT no kirchnerista se reunirán en Obras Sanitarias, mientras que el Movimiento Evita de Emilio Pérsico -antiguo sostén político de Alberto Fernández- hará lo mismo en la cancha de Laferrere. Son apenas tres entre decenas de actos que en el interior del país hará el peronismo en sus diversas representaciones.
En un comunicado al que no se le puede adjudicar malicia, el Gobierno informó que Alberto Fernández tenía prevista hoy la inauguración con el gobernador Axel Kicillof y el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, la finalización de la autopista Ezeiza-Cañuelas. Se dirá que esa salió mucho menos que si se hubiera ejecutado con las PPP, el sistema de Participación Pública y Privada del macrismo.
“En simultáneo inaugura y pone obras en marcha en diferentes provincias en el marco de la conmemoración del 17 de octubre. Por videoconferencia participan la ministra Victoria Tolosa Paz; los ministros Jaime Perczyk y Alexis Guerrera; y los gobernadores Ricardo Quintela (La Rioja), Gustavo Bordet (Entre Ríos) y Sergio Ziliotto (La Pampa)”, indicó la agenda difundida por Presidencia.
Con espíritu de Samoré, Katopodis pedía ayer: “Que cada uno haga la que puede y la que quiere no va a dar resultado. Es todos juntos bancando a Cristina, todos juntos bancando a Sergio Massa en sus decisiones, todos juntos bancando al presidente en consolidar este modelo”.
El revés de la trama
Más allá de las críticas que se esperan contra el rumbo del gobierno, lo cierto es que un informe del centro CEPA, que realiza estudios económicos que llegan al despacho de Cristina, sacó una fotografía del principal drama que pega en el electorado más fiel del kirchnerismo: trabajadores cada vez más pobres, con sueldos cada vez más bajos.
Es una mirada que coincide, casi calcada, que transmitía a Infobae un economista de consulta del círculo rojo. “No se puede hacer peronismo con este nivel de precios y de ingresos”, explicaba.
Lo cierto es que el último trabajo de CEPA revela una matriz del mundo laboral que se divide entre los informales y los formales y, dentro de estos últimos, los que tienen sueldos más bajos y los que integran sindicatos con más capacidad de negociación, como pueden ser los camioneros o del neumático, que son los menos numerosos.
En el trabajo se advierte que la caída del salario entre enero de 2015 y junio de 2022 fue de 16,3% para los empleados trabajadores registrados y de 33,1%, el doble, para los no registrados. “Este proceso se asemeja a los años 90: durante el período entre 1994 y 2001, la caída del salario alcanzó 16,6% para el salario no registrados y de 2,9% para el registrado privado”. Es el espejo donde el kirchnerismo menos le gustaría mirarse.
Pero no es el único fenómeno equivalente: el CEPA también revela la existencia de una “heterogeneidad salarial intra registrados”, ya que se observa un incremento de la brecha entre lo que pierden de ingresos los que tienen sueldos más altos -que son un universo más pequeño- y los que perciben sueldos más bajos -la mayoría-.
Este es el trasfondo de la desunión de los sectores del peronismo y de la presión creciente del kirchnerismo para recomponer los ingresos de su base electoral, que fue la más castigada después de la pandemia y las consecuencias de la invasión de Rusia a Ucrania que generó un efecto inflacionario global. Y del temor de esos padecimientos terminen en una derrota electoral estrepitosa
El caso brasileño
Cristina Kirchner sigue con atención lo que ocurre en Brasil, a dos semanas de una elección que puede ser clave para su futuro político personal. El 30 de octubre, Jair Bolsonaro intentará revertir los pronósticos que le auguran una derrota segura ante Luiz Inacio Lula Da Silva, el líder del PT, que estuvo preso por corrupción, salió y todo indica que volverá al poder.
Bolsonaro llega, según las encuestas, 10 puntos abajo. De poco sirvió que en los últimos tres meses la economía de Brasil registrara crecimiento, baja del desempleo y tres meses seguidos de deflación. El problema quizá no sea solamente la economía, sino que los electores identifican en sus gobiernos las causas de sus males.
Como había hecho su hijo, Eduardo en la entrevista que publicó ayer Infobae, Jair Bolsonaro puso a nuestro país como el mal ejemplo: “Miren hacia donde está yendo nuestra Argentina. Alberto Fernández cuando era candidato fue a visitar a Lula a la prisión en Curitiba. Miren cómo está la economía de Argentina: 40% del pueblo está en la pobreza y revisan basurales para sobrevivir. ¿Eso queremos para Brasil? ¿Poner personas sin ninguna calificación a conducir el país?”.
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