La inflación de septiembre terminó siendo el dato fuerte en la previa a los actos por el 17 de Octubre. Es precisamente el tema central de la renovada tensión en el interior del oficialismo, aunque no el único. La existencia de tres citas centrales en la principal fecha peronista habla de fragmentación. La imagen está perfilada y restan los discursos para darle mayor volumen. Todo indica que se trata del lanzamiento, ya sin vueltas, de la disputa por preservar espacios en el armado electoral del 2023. Y al menos el mensaje kirchnerista impactaría sobre la línea económica y repondría un foco inquietante en el plano institucional.
El IPC de septiembre y los números de las dos primeras semanas de octubre, según relevamientos de consultoras privadas, indican un piso mensual por encima de los 6 puntos porcentuales, con especial impacto en los rubros más sensibles de consumo. El informe oficial del mes pasado anota un 6,2% como índice general -que coloca la variación interanual en el 83%-, con 6,7% en alimentos y bebidas, y 10,6% en vestimenta y calzado.
Está clara la consecuencia social y es ese el punto ineludible en el análisis político, dentro y fuera de la coalición gobernante. Todas las encuestas que circulan exponen, desde hace meses, el efecto desgastante de la escalada de precios. Y asoman al menos tres aspectos en el desglosado de los sondeos: la inflación se afirma como principal preocupación social, duplica y en algunos casos más que eso a los otros rubros (inseguridad, corrupción), y es un fenómeno trasversal. Cruza los distintos niveles sociales y también las franjas consideradas por preferencias electorales, es decir, oficialismo y oposición.
La demanda de Cristina Fernández de Kirchner, luego de que se difundieran las cifras sobre pobreza e indigencia en el primer semestre del año -con peor proyección para los seis meses siguientes-, apuntó precisamente a la persistente trepada de precios, especialmente en alimentos. Fue el primer gesto de advertencia. Y esa línea tendría continuidad en el acto kirchnerista del lunes que viene, en Plaza de Mayo.
En rigor, CFK se cuidó de no cargar sobre la gestión de Sergio Massa en Economía, pero hizo una primera referencia sobre el “rumbo”, siempre para reafirmar su jefatura política, aunque tratando de evitar costos. Por supuesto, ella misma y su entorno registran el desgaste y consideran que debe producirse algún giro -impreciso- para recrear expectativas. El mensaje a Olivos y al ministro es que luego de contener los mercados, debe ser atendida la demanda social. Las recetas, a juzgar por el discurso, son repetidas.
El kirchnerismo político y sindical y sus aliados están definiendo en estas horas el mensaje por el 17 de Octubre. El acto mostrará despliegue y movilización: lo impulsan los sectores de la CGT encabezados por Pablo Moyano y los jefes gremiales de tradición K, las CTA, La Cámpora y otras organizaciones. Las presencias y las palabras definirán y objetivos, incluida la intención expresada en estos días de recuperar “autoestima y épica”.
Los borradores de discurso que circularon en los últimos días adelantan la intención de sostener la estrategia de la ex presidente en el terreno judicial, suman reclamos económicos y desempolvan consignas de impacto institucional, sin chances de avanzar -en el Congreso- pero de efecto práctico como mensaje del principal espacio del frente gobernante. Eso, y una apuesta evidente a la elección del macrismo para la confrontación electoral.
En el plano específicamente económico, los títulos estarían colocados en las críticas a los planes del FMI, la demanda de medidas de control más fuertes sobre precios -en particular, de alimentos- y también de control del comercio exterior, entre otros puntos. La otra parte sustancial referiría a la definición del “enemigo”. Volverían las alusiones al “partido judicial” y al proyecto de reforma de la Corte Suprema, junto con el planteo de una ley de Medios. El eco es inconfundible.
El clima ha vuelto así a enrarecerse, pasado el vértigo frente al precipicio con el final de Martín Guzmán y los días de Silvina Batakis. Lo perciben también en el exterior. Sergio Massa realizó su segundo viaje a Washington como ministro. Allí, cuando ponen el foco en el país, siguen con especial atención las señales políticas además de la marcha de los compromisos con el FMI. El ministro negó que se esté contemplando un congelamiento de precios, y se supone que de salarios, en medio de rumores sobre un plan de tres o cuatro meses para frenar la inflación, aguantar las reservas y mantener contenido el dólar, con variedad de cotizaciones.
En otra escala, se anotan las negociaciones para amortiguar el deterioro de ingresos y los planteos para sostener sin grandes ajustes los programas sociales. Eso se proyecta en paritarias y en el claro mensaje recibido por la ministra Victoria Tolosa Paz en sus primeros contactos con los jefes de las organizaciones sociales aliados del Gobierno, que ocupan las secretarías principales de Desarrollo Social.
Esos actores también apuestan políticamente. El sector mayoritario de la CGT realizará su acto por el 17 de Octubre en Obras. Y los movimientos sociales oficialistas (Evita, Somos Barrios de Pie y la CCC) se expresarán en La Matanza. Cada uno a su manera, exponen lo mismo: avanzan con su armado político para jugar con peso propio en el año electoral. Los gobernadores peronistas -otro espacio central del oficialismo- analizan o ya implementan cronogramas de comicios propios para preservar sus territorios.
En conjunto, son parte de las movidas que no pasan inadvertidas en el terreno de la economía: no aparece un elemento ordenador. Los desequilibrios en el poder interno, la aceleración de los pasos de cada espacio -que adelantan el 2023- y los discursos que pegan sobre la calidad institucional son ingredientes de consumo local y externo. Agregan incertidumbre en un mundo que no regala inversiones reales.
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