En sigilo y con optimismo contenido, en el kirchnerismo se ilusionan con un triunfo de Luiz Inacio Lula Da Silva en las elecciones brasileñas de este domingo. Hablan a medias de candidaturas. No dicen no, ni dicen sí, tampoco es ni. Para los que están más cerca de la vicepresidente Cristina Kirchner, el 2023 es ciencia ficción, un no lugar al que por ahora no quieren que los lleven, ni todavía piensan ir.
Lo cierto es que los últimos sondeos de opinión pronostican un triunfo del ex presidente por sobre el actual mandatario, Jair Bolsonaro. En el kirchnerismo desconfían de las encuestas, sobre todo las que prometen victorias y auguran derrotas en tiempos de pospandemia. Pero entre ellos se fortalece la idea de que, si Lula gana en primera vuelta, un nuevo clima podría iniciarse en la región, que evoca el que hubo a principios del milenio, allá para el 2003, según recogió Infobae de fuentes con acceso a la vicepresidenta.
Con Lula Da Silva, Cristina Kirchner no sólo comparte afinidad ideológica, sino sobre todo haber pasado de ejercer el poder a estar sentados en el banquillo de los acusados. Más aún, el ex mandatario brasileño fue condenado y estuvo en una cárcel, encerrado. Con diferencias indisimulables, los dos tienen procesos abiertos en la Justicia por corrupción. “Son sobrevivientes del lawfare”, exageró otro kirchnerista.
Esa mirada contrasta con la que tienen aquí en la oposición, que resaltan que durante toda la campaña Lula se mantuvo bien lejos de Argentina y se permitió incluso plantear críticas sobre la gestión del Frente de Todos. Aunque antes había elogiado el acuerdo de “su amigo” Alberto Fernández con el FMI, la semana pasada lo negó tres veces y dijo que Argentina ahora “está en problemas”.
Mientras en el Frente de Todos hay palabras a medias y euforia contenida, Máximo Kirchner en el acto de ayer en Morón habló sobre los comicios brasileños y las expectativas en torno al resultado. “Vota Brasil y quizá, después de 20 años -para algunos 20 años es el fin de un proceso político- para Lula quizás sea el comienzo de uno nuevo”, manifestó el diputado y presidente de la principal maquinaria político-electoral del país, el PJ bonaerense.
Lula, que tiene 76 años, asumió en enero de 2003, hace más de dos décadas, un punto de inicio que comparte con el que tuvo en Argentina el kirchnerismo y que convivió con otros mandatarios considerados como progresistas, populistas o de centroizquierda.
El ex titular del bloque Frente de Todos en la Cámara baja resaltó en su discurso: “Después de todo lo que le han hecho, de la persecución que sufrió, de no poder despedir familiares que murieron durante su cárcel, (Lula) está muy cerca de volver a ser presidente de su país”. “Eso marca lo importante de las convicciones, lo importante de saber qué se quiere, para qué se quiere ser presidente, gobernador, intendente o intendenta. Qué querés, por qué te proponés para algunos de esos lugares y cómo te organizaste para llegar allí”, continuó Máximo Kirchner, ante un auditorio que gritó “Lula presidente”.
Antes de esas declaraciones, el gobernador bonaerense Axel Kicillof -otra voz que sintoniza conceptualmente con la vicepresidenta- llamó a apoyar a Lula para que vuelva a ser presidente y habló sobre las causas judiciales y las condenas que, en realidad fueron anuladas por defectos formales. “Hoy todos sabemos que Lula es inocente, fueron mentiras, patrañas televisadas mil horas”, expresó.
Y resaltó: “Lula trabajó contra la pobreza y lo hizo no sólo con el discurso, lo hizo con lo que saben hacer los líderes populares con políticas sociales. Todos sus programas fueron dirigidos para sacar al país del atraso y la pobreza. Fue un hombre fundamental para Latinoamérica y Argentina”.
Esa efervescencia en torno al resultado de este domingo convive con el surgimiento de un incipiente operativo clamor por “Cristina candidata” o “Cristina 2023″. Una de las voces cristinistas que modularon esa idea fue, ayer, la de la senadora nacional Juliana Di Tullio. Al ser consultada en radio 10, si quería que la vicepresidenta vuelva a presentarse respondió: “Yo quisiera que sí por mí y por el pueblo argentino”.
“Creo que Cristina gana una elección del 2023, que creo que va a ser una elección por dos caminos para la Argentina. Me parece que una de las hipótesis posibles es Cristina jugando y del otro lado alguien que represente a la derecha”, aseguró la legisladora nacional. Y le respondió al periodista Iván Schargrodsky con un “ojalá” que efectivamente le gustaría que el rival sea Mauricio Macri.
“Si fuera por ella no quiero que sea (candidata) por su deseo, su vida. Ya está, nos dio todo. Si me preguntás por mí, por vos, por tus pibes y los míos, quiero que sea. ¿Quién va a ser sino? No quiero una fotocopia, no quiero alguien que se parece, quiero que sea Cristina. Yo, Juliana”, aseguró y agregó que “uno de nuestros problemas más acabados es que no hay consenso sobre una sola figura” que sea la de la vicepresidenta.
Una relación congelada, rota
En el gobierno argentino también hay una expectativa de cambio de signo político en Brasil. Se apoya ese deseo en que es la primera vez en la breve pero intensa historia del Mercosur que el presidente de Argentina y el de Brasil nunca tuvieron un encuentro reservado, mano a mano. Producto de desconfianzas mutuas y la incompatibilidad ideológica, Bolsonaro esquivó a Alberto Fernández y el presidente argentino hizo lo mismo con el brasileño.
Pero no es una cuestión sólo de personas. También está la esperanza de reeditar el eje progresista de Sudamérica de la primera década del segundo milenio. En esa alianza de naciones estaba el Brasil de Lula, la Argentina de Néstor Kirchner, la Venezuela de Hugo Chávez; Uruguay con José Mujica y Tabaré Vázquez; el paraguayo Fernando Lugo; Evo Morales en Bolivia; y en Ecuador Rafael Correa.
En el cristinismo mencionan que podría reeditarse un eje progresista pero con la irrupción de dos nuevos actores: Gabriel Boric en Chile, y Gustavo Petro Colombia. Pero nadie quiere desayunarse la cena.
Si se cumplen las previsiones y Lula gana, se espera una profusión de saludos, albricias y enhorabuenas para Lula . Cerca de Cristina Kirchner entienden que el análisis político y la propia militancia conecten ese resultado en Brasil con una candidatura por la presidencia para el 2023. Pero ponen sus reparos a ese razonamiento lineal.
Es una reacción que va en dos direcciones: primero porque las elecciones no terminaron y la victoria aplastante que prometen las encuestas puede ser, mañana, un triste recuerdo. Está vivo el fin de semana de agosto de 2019, cuando nadie esperaba un resultado con la contundencia que tuvo la derrota de Cambiemos. Y las previsiones optimistas que tenía el cuartel de campaña del Frente de Todos hace nada, en 2021.
Pero en segundo lugar porque hablar de “Cristina Candidata” puede acelerar los tiempos cuando no están las condiciones políticas para poner en marcha propuestas electorales y la sociedad enfrenta día a día los malos datos de la economía, con aumento de inflación y caída vertical del poder adquisitivo del salario, sobre todo en los sectores más postergados.
La otra mirada
En la oposición, la mirada es diametralmente opuesta. “El resultado de la elección en Brasil es neutro para la política interna argentina. Si gana Lula, la jefa y formalmente vicepresidenta y el propio presidente, van a expresar alegría e identificación ideológica y la expectativa de que ese triunfo de Lula tenga impacto en la elección del 2023. Eso forma parte del imaginario, no es real”, le dijo a este cronista el diplomático y dirigente del PRO, Diego Guelar.
Otro veterano referente del radicalismo, que ocupó lugares de poder desde 1983 hasta la actualidad, fue más duro: “De ninguna manera va a cambiar nada lo que pasa en Brasil. Tener esa idea es realismo mágico. Aunque crean que es de ellos, Lula ya demostró que no es como el kirchnerismo, con la economía no boludea, tanto es así que de vicepresidente eligió a un liberal hecho y derecho, como Geraldo Alckmin”.
Por último, en una consultora prestigiosa de la Argentina, que realiza sondeos para ambos lados de la grieta pusieron un duda sobre cuál puede ser el voto de los brasileños y no descartó que pueda haber otra equivocación de las encuestas, como viene ocurriendo en las últimas elecciones: “En Brasil hay mucho voto vergonzante, de gente que va a votar Bolsonaro y a propósito no lo dice”. Final abierto.
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