Aunque falten ocho meses para que se inicie, formalmente, el proceso electoral, en el gobierno nacional y en Juntos por el Cambio se respira un aire viciado por las votaciones del próximo año. Sobre todo en la oposición, donde se vive un proceso de reorganización y discusión de poder con final abierto.
En esta etapa final del gobierno de Alberto Fernández, los actores principales en la escena política vuelven a ser los mismos que en los últimos meses de la gestión de Mauricio Macri: el propio ex presidente y líder del PRO, y la actual vicepresidenta, Cristina Kirchner. Ambos siguen marcando los polos de la grieta y el ritmo de la discusión interna en las coaliciones electorales que integran.
Después del alegato del fiscal Diego Luciani en la causa Vialidad, CFK obtuvo un lugar de centralidad que no abandonó hasta el día de hoy. Ese proceso tuvo altibajos, pero nunca cedió. Incluso, se fortaleció luego del atentado perpetrado por Fernando Sabag Montiel.
A partir de ese momento, Cristina Kirchner logró generar un ordenamiento político en el Frente de Todos que provocó el aislamiento del Presidente. “La centralidad es plena del kirchnerismo y de Cristina. No hay dudas. Todos alineados ahí. Eso pasa hoy. El año que viene veremos”, dijo, con suspicacia, uno de los ministros más destacados del Gabinete.
Otro ministro con volumen político, sentenció: “Creo que Cristina puede ser candidata. Hoy todos los votos que tiene el Frente de Todos fueron fidelizados por ella. Si Alberto y Massa se fueran de la coalición, sacan 5 puntos”.
En un sector del kirchnerismo reconocen que el liderazgo más fuerte de la Vicepresidenta es sobre un sector de la coalición, pero no sobre el total. Sin embargo, advierten que su influencia es determinante por acción o por omisión. Hay quienes creen que Cristina tendría que competir el próximo año y quienes aseguran que sería exponerla a una posible derrota.
“Yo no la arriesgo a jugar si sé que puede perder. Cristina tiene que jugar si hay chances concretas de ganar. Sino no hay que exponerla”, analizó un dirigente del peronismo bonaerense muy cercano a la ex presidenta. La euforia del camporismo por querer verla al mando del Gobierno contrasta con la postura más moderada de un sector más conservador del ala K.
En un frente político unido por urgencia pero fragmentado debajo del cascarón, el pragmatismo peronista mantiene a unos cuantos dirigentes más pendientes de los movimientos de la Vicepresidenta que del Jefe de Estado. Cristina, sus silencios y sus palabras siguen marcando el pulso de la coalición.
Por eso, el miércoles por la noche, generó sorpresa en todo el peronismo el tuit que publicó apuntando a la gestión de Sergio Massa. “Las empresas alimentarias han aumentado muy fuerte sus márgenes de rentabilidad. El ministerio de Economía ha trabajado duro en todas las áreas de su competencia, pero es necesaria una política de intervención más precisa y efectiva en el sector”, escribió.
Las interpretaciones sobre el mensaje fueron variadas. Pero una de las que ganó más consenso en el Frente de Todos fue que Cristina Kirchner le “marcó la cancha” al ministro de Economía. “Se empieza a despegar de todas las medidas de ajuste que está tomando Massa”, sentenció un funcionario nacional.
“El kirchnerismo sin plata apela a la resistencia y la calle”, expresó otro funcionario, que anticipa una concentración compacta del ala K en la provincia de Buenos Aires. La sensación que quedó en muchos dirigentes es que la Vicepresidenta buscó condicionar el accionar de Massa.
En el Palacio de Hacienda la mirada fue diferente. Era lo esperable. “Le habla a los propios. Es lógico y entendible. No sentimos que nos marque la cancha”, precisaron, destacando que el día en que Cristina emitió su mensaje, el Indec había dado a conocer que la pobreza llegó al 36,5% de la población y afectó a 17,3 millones de argentinos. En el massismo no quieren problemas. Cero ruido. Solo gestión, repiten.
Las pocas palabras de Cristina Kirchner en las redes sociales y el movimiento inmediato que generó en todos los niveles de poder del peronismo, dejaron a la luz que es ella la que sigue teniendo la absoluta centralidad en el espacio político. No importa si habla con más o menos frecuencia. Sus intervenciones son el eje de la agenda oficialista.
En el Frente de Todos una gran mayoría cree que la lapicera para armar las listas la va a terminar teniendo la Vicepresidenta. Y que el sector K va a pesar, como siempre ha hecho, en la definición del rumbo electoral del oficialismo. Incluso, si Sergio Massa fuera el candidato a presidente de la coalición. El peronismo seguirá girando alrededor de sus decisiones.
¿Va a competir como candidata? ¿Se va a refugiar en la provincia de Buenos Aires? ¿Volverá a marcar con su dedo a quien podría ser el sucesor de Alberto Fernández? ¿Será la estratega del armado electoral? Las preguntas giran en forma permanente en el micromundo de la política nacional. Ninguna tiene una respuesta concreta.
Lo cierto es que Cristina Kirchner será protagonista de la próxima elección, tal como lo fue en el 2019 cuando eligió a Alberto Fernández, en el 2017 cuando creó Unidad Ciudadana y compitió contra Florencio Randazzo y en el 2015, cuando le dio un moderado respaldo a Daniel Scioli para llegar a la presidencia.
La teoría que tiene más sustento en el peronismo es la que indica que la Vicepresidenta terminará compitiendo como primer candidata a senadora nacional por la provincia de Buenos Aires, lo que le permitirá traccionar todas las boletas del territorio bonaerense - para la tranquilidad de los intendentes del conurbano -, consolidar el voto K en la provincia y obtener seis años más de fueros. Todo está por verse.
En la otra punta de la grieta aparece Mauricio Macri. El ex presidente multiplicó sus exposiciones públicas y sus reuniones con dirigentes, prepara la publicación de un nuevo libro, juega políticamente desde las palabras y las señales, y coquetea con las posibilidad de competir para volver a la Casa Rosada.
Con su vuelco decidido al plano público, Macri obtuvo absoluta centralidad en la escena política y, principalmente, en Juntos por el Cambio. Subió al ring de la lucha presidencial a Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y Patricia Bullrich, y dejó en claro que no le gusta el estilo excesivamente dialoguista, según expresó, del Jefe de Gobierno porteño.
“Macri está haciendo mucha más política que antes. Aprendió después de la presidencia. Mide lo que dice y lo que hace. Tensa y afloja. Juega un rol preponderante y abre el juego a los que les interesa que estén en el tablero. Está en su mejor momento”, analizó un importante legislador del PRO. Sus palabras retratan la realidad.
Al igual que pasa con Cristina Kirchner en el Frente de Todos, en Juntos por el Cambios la principal duda es qué hará el ex jefe de Estado. ¿Será candidato o jugará un rol de ordenador en el PRO? ¿Qué poder de influencia tiene en el ordenamiento político de la coalición? Las dudas sobre su rol en el futuro inmediato aumentan su nivel de centralidad.
Quienes están cerca del ex presidente advierten que competir, con posibilidades importantes de ganar, implica no solo un desafío político, sino también un desafío familiar. Volver a poner a su familia al servicio de su vocación. “Está tranquilo en el lugar que ocupa hoy. Siempre dice que está feliz dedicándole mucho más tiempo a su familia. ¿Por qué jugaría?”, indicó un funcionario del gobierno porteño que le tiene gran aprecio.
En el larretismo dicen estar tranquilos con la aparición de Macri, que asoma como una amenaza para el proyecto presidencial del Jefe de Gobierno porteño. Creen que lo que está intentando hacer es balancear el protagonismo entre los actores del PRO, marcarle la cancha a Rodríguez Larreta sobre lo que considera que debería hacer en un futuro y aumentar su influencia para, si Juntos por el Cambio vuelve a la Casa Rosada, ubicarse en el lugar de “dueño del Gobierno”.
Hoy lo ven en un rol similar al de Elisa Carrió, afuera de los márgenes de la competencia, pero con poder en su lengua para patear la mesa. Ese lugar, entienden, le da libertad para ejercer su rol de ex presidente y líder del PRO, y condicionar la discusión interna.
De todas formas, frente a ese escenario, en el larretismo están convencidos que, al final del camino, Rodríguez Larreta será el candidato. “Es el que asegura estabilidad y previsibilidad. Todo lo que Patricia no puede hacer”, sostienen en Uspallata.
En el equipo de Patricia Bullrich, que está decida a competir por la presidencia, aseguran que la ex ministra ya logró dejar atrás la idea de que ella jugaba solo si Macri la avalaba. También sepultó la idea de que su proyecto presidencial tenía más ruido que contenido.
Bullrich está armando un equipo de campaña y recorriendo el país. Y, además, aparece en las encuestas compitiendo mano a mano con Rodríguez Larreta. Hoy los números la avalan para ser una protagonista en el debate interno de Juntos por el Cambio y en las PASO del 2023.
Los dos candidatos a la presidencia, por parte del PRO, miran de reojo el accionar de Macri. Es lógico, pero también es una foto del momento político. El ex mandatario no está sentado en el banco de suplentes mirando el partido sin participar. Es un protagonista que amenaza a los propios con salir a jugar el segundo tiempo. Ese peso específico, reflejado en las expresiones y las apariciones, no lo tiene nadie dentro de la coalición opositora. Solo él.
Cristina y Macri. Macri y Cristina. Los dos pueden ser candidatos a presidente o jugar el rol de ordenadores de las dos coaliciones electorales más importantes del país. No serán espectadores. Todo lo contrario. Van a condicionar el accionar del resto de la dirigencia. En mayor o menor medida, los dos tienen vocación y aspiraciones de poder.
Pese a lo vertiginosa vida política que tiene la Argentina, no ha cambiado tanto el escenario electoral en la última década. Es macrismo y anti macrismo. Kirchnerismo y anti kirchnerismo. Y en el medio una enorme cantidad de dirigentes de distintos partidos, incluso de los que forman parte de Juntos por el Cambio y el Frente de Todos, que quieren cambiar esa realidad que se perpetuó en el tiempo.
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