(Enviada especial) Es el canciller de la Cámpora. El que desde siempre, en una agrupación política por demás ideologizada, tuvo el permiso de poder contaminarse cruzando fronteras y hablando el idioma de los otros. De los opositores, los empresarios, los lobbistas y hasta de los “enemigos” ideológicos. En esta última categoría entra posiblemente la hiperactiva agenda que Eduardo “Wado” De Pedro desarrolló en los últimos cuatro días en Washington, y que culminará hoy en Nueva York.
El ministro que pergeñó el viaje a Estados Unidos con los gobernadores del Norte Grande en abril, al regreso de su gira por Israel, fue recibido en el país del norte por todos los que debía ser recibido. Políticos, empresarios, Banco Mundial, BID, los representantes para América Latina del Departamento de Estado y hasta asesores del presidente Joe Biden. Incluso entró dos veces a la Casa Blanca, el corazón del Poder político americano.
Hubo en su agenda reuniones formales y también de las más políticas y distendidas. Jorge Argüello no sólo puso la Embajada argentina a su disposición, sino que no tuvo reparos en llenarlo de elogios ante cada presentación: “un hombre joven a quien deben mirar bien porque tiene un gran futuro y es muy posible que llegue a Presidente” (Sic).
Si se tiene en cuenta que el embajador es amigo personal de Alberto Fernández, la anécdota puede indicar o bien que el tiempo atempera cualquier conflicto (De Pedro no recuperó nunca la relación con el Presidente que tenía antes de ser la punta de lanza de las renuncias kirchneristas al Gabinete, posteriores a la derrota en las PASO del 2021) o que la distancia hace que Argüello no esté contaminado, sea inmune o resista los recelos entre los distintos sectores del Gobierno.
Pero “Wado” tuvo en rigor un padrino todavía más importante en estas tierras. El embajador norteamericano Marc Stanley. El hombre que desde que llegó a Buenos Aires en enero de este año demostró un despliegue político impresionante, se mostró especialmente atento a lograr que sus compatriotas conocieran el lado más amigable del kirchnerismo.
Stanley sorprendió hasta haciendo en las reuniones las preguntas más “capciosas” para que el ministro pudiera derribar fantasmas: “Decime Wado, ¿cómo vieron ustedes el resultado del viaje de Sergio Massa por acá?”, se despachó el embajador en uno de los encuentros.
Es que la llegada de “Wado” cerró ante el establishmet político y empresarial americano, un mes en que la Argentina tuvo presencia casi permanente en estas tierras. Inició el mes el ministro de Economía, siguió el Presidente y ahora culminó De Pedro. Lo que no pasa en Buenos Aires, donde aún no se logra formar una mesa política que unifique criterios en el oficialismo, terminó pasando en Estados Unidos. El massismo, el albertismo y ahora el kirchnerismo vinieron a intentar dar señales de certeza y de unidad hacia un destino común.
“Wado”, que es para los norteamericanos lo más cercano a Cristina Kirchner que ellos pueden auscultar en territorio propio, pasó las pruebas con mención de honor. El ministro tiene la capacidad innata de caerle bien a todos quienes lo conocen. Pero, además, logró traer a Washington una delegación digna de un hombre de Estado. De Pedro hizo del oxidado CFI (Consejo Federal de Inversiones) su plataforma de trabajo más competitiva y su base de campaña futura. La Confederación del Norte Grande es posiblemente el éxito más destacado: una región que decidió dejar de lado las diferencias políticas y avanzar en proyectos y decisiones de estado a largo plazo. Hasta aquí vinieron ocho gobernadores y un virtual vicegobernador para conseguir fondos para la reparación histórica que, por las desigualdades existentes históricamente, se merece esa zona postergada del país.
“Wado” logró sentar en la misma mesa a oficialistas, opositores, independientes y díscolos. Y no sólo lo hizo en el norte. Bajó a cada provincia del país pidiéndole a cada gobernador y a sus ministros que hicieran un listado de necesidades en infraestructura. Después volvió a los mismos lugares y se reunió con las cámaras empresarias. El método fue el mismo. “Díganme qué necesitan para ser mas productivos, para vender más y para exportar más”, reiteró en cada una de las 22 provincias del interior del país. Una vez en Buenos Aires, analizó con los ministros de las distintas áreas nacionales la factibilidad de los proyectos. Después volvió a cada lugar y pulió con el gobierno local el listado de obras. Por razones políticas, la Capital y el Conurbano quedaron afuera. Pero con toda esa información, “Wado” desarrolló un mapa de necesidades estratégicas y desarrollo de cada región del país que guarda bajo siete llaves en su computadora personal.
Fueron casi tres años de trabajo, miles de kilómetros y cientos de horas invertidas. Está claro que la ambición de De Pedro no es menor. Pocos de su generación deben tener, a esta altura, una idea tan cabal e —in situ— de qué necesita el país en el complejo entramado territorial y político.
Hoy, en Nueva York, el ministro tendrá su bautismo de fuego en el tradicional Council Of América y seguirá con la agenda de los gobernadores.
La dinámica de estos días no le impidió alejarse de su rol de unificador político en Buenos Aires. Los chats con Massa y los Telegram con Cristina estuvieron a la orden del día.
¿La comunicación con el Presidente? Bien, gracias.
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