Alberto Fernández y Sergio Massa analizan la posibilidad de presentar un candidato argentino a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), tras la inevitable remoción de su titular Mauricio Claver-Carone que se conocerá oficialmente en las próximas horas.
Estados Unidos alineó a México y Brasil y las acusaciones contra Claver-Carone por violación a los códigos éticos del organismo multilateral se transformó en la evidencia final que terminó con su fugaz carrera en el BID. Cuando Massa comprobó que Joseph Biden, Andrés Manuel López Obrador y Jair Bolsonaro habían bajado el pulgar, el representante de Argentina en la Asamblea de Gobernadores del BID -su máxima autoridad- votó a favor de la remoción de Claver-Carone.
El Presidente detesta a Claver-Carone, mientras que el ministro de Economía tiene cercanía personal. Durante una cena en Washington, Massa reveló al titular del BID que Argentina jugaría al lado de Estados Unidos, México y Brasil, si esa troika política formaliza su caída institucional.
Y lo mismo hizo en la Casa Blanca. Massa fue recibido por Jake Sullivan, Mike Pyle y Juan González -asesores de alto rango de Joseph Biden-, y en ese cónclave sostuvo que Argentina apoyaría la remoción de Claver-Carone cuando supiera que estaban alineados Estados Unidos, México y Brasil.
Frente a los hechos consumados, y cada uno por su lado, Alberto Fernández y Massa utilizaron sus contactos en la Casa Blanca y la Secretaria del Tesoro de los Estados Unidos para garantizar que la ayuda concedida a la Argentina no quede atrapada en el laberinto de la burocracia.
Es la primera vez que el BID sufre está conmoción interna y la línea administrativa tenía la intención de aguardar al nuevo titular del organismo de crédito multilateral para reactivar las distintas líneas de crédito que destrabó Massa en sus sistemáticas negociaciones con DC.
Esos créditos destinados a la obra pública y a engrosar las reservas del Banco Central estaban frenados en épocas de Gustavo Béliz, que fue el antecesor de Massa en la Asamblea de Gobernadores y siente por Claver-Carone lo mismo que el Presidente.
En Washington existe la presunción política que vincula una movida secreta ejecutada en Buenos Aires con la exoneración de Claver-Carone. Esa presunción asegura que el anónimo que abrió la investigación en su contra habría sido enviado al BID con el aval de un sector del gobierno argentino.
En este contexto, es difícil que una candidatura de Argentina prospere en la carrera para elegir un nuevo titular del BID. En DC, como en el conurbano bonaerense, se aplica idéntico axioma de poder: “El que saca no pone”.
Sin embargo, la Casa Rosada tiene un escenario estratégico que podría anular ese axioma de poder basado en una presunción política que recorre los principales despachos y restaurantes de la capital de Estados Unidos.
Ese escenario se construye con la llegada que tiene Massa en la Secretaria del Tesoro y el Ala Oeste de la Casa Blanca, la relaciones diplomáticas que Alberto Fernández construyó desde la CELAC y su propia vinculación personal con López Obrador.
Brasil es un jugador clave en este esquema de alianzas y balances de poder que finalmente elegirá al sucesor de Claver-Carone. Pero se encuentra en proceso electoral que concluirá el 30 de octubre. Si vence Lula da Silva a Jair Bolsonaro, Alberto Fernández y Massa podrían lograr más volumen a sus intenciones geopolíticas en el BID.
El Presidente y su ministro de Economía ya saben que Biden no insistirá con designar a un titular del BID nacido en Estados Unidos. Y asumen que será una mujer quien reemplace a Claver-Carone. O por lo menos, esa es la intención de la mayoría de los países que integran la Asamblea de Gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo.
Mañana está previsto que se conozca el resultado final de la votación: sería por unanimidad. Y el futuro presidente debería asumir a comienzos de diciembre.
Alberto Fernández y Massa ya están calculando las posibilidades de acceder a la presidencia de un banco clave para América Latina y la estrategia de contención que diseñó Biden para aplacar el avance regional de China.
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