Juan Carlos llora. Pide disculpas, pero no puede evitar las lágrimas. Es una de las 25 personas sentadas alrededor de una mesa en un centro de jubilados de Moreno, uno de los partidos más empobrecidos del conurbano bonaerense. Cuenta los avatares de su vida y se quiebra: no tiene dónde vivir. Susana, otra jubilada, relata que organizó un comedor para que puedan almorzar “35 abuelos” de su barrio, pero, aunque puede sostenerlo gracias a la ayuda de los vecinos, ya no da más: la inflación le está complicando día a día el acceso a los alimentos. También llora. “Nunca vi algo igual”, confiesa.
En este populoso bastión del peronismo, Diego Santilli escucha cada testimonio de los jubilados que se reunieron para escucharlo, pero, sobre todo, para contar cómo les está costando seguir adelante. Pura catarsis de quienes trabajaron toda su vida y tienen que seguir haciéndolo para mantenerse con una jubilación de 43.352 pesos. Aquí hay una tejedora que mantiene su oficio, una modista que trabaja desde hace 60 años y hoy hace barbijos para poder vivir, una señora que vende las comidas que prepara, otra que armó una huerta y cría gallinas, un setentón que fabrica a mano guirnaldas luminosas y, además, hace asados para ganarse unos pesos. Una de las presentes le confiesa: “Ojalá que ganen ustedes para que los chicos coman en sus casas y no en las escuelas, como ahora”.
Uno a uno, sus relatos forman un eslabón conmovedor: se brindan detalles de cómo renació el trueque entre los vecinos y desde las iglesias se reparte ropa, los problemas crónicos del Hospital de Moreno y la reaparición de una enfermedad como la tuberculosis, las fallas del PAMI en la atención médica, con turnos para dentro de seis meses y pagos adicionales a neumonólogos u oculistas. “Falta la pata del Estado”, se quejan. Casi todos hacen changas para poder vivir o “sobrevivir”, destacan.
El ganador de las últimas elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires recorre el distrito bonaerense todas las semanas, aun desde antes de confirmarse su candidatura. Lo siguió haciendo luego de que logró imponerse ante todo el peronismo unido, algo que no sucedía desde 1983. Este viernes estuvo nuevamente en La Matanza, en una agenda de 12 horas de actividades. Ahora, en estas seis horas que estuvo en Moreno, Santilli arrancó en un hogar de rehabilitación de adictos, adonde se escucharon testimonios de hombres macerados por el dolor, con historias de vida gastadas por la marginación y renacidas gracias a la fe. La siguiente visita fue al centro de jubilados, donde escuchó a cada uno, se comprometió a “ir a fondo” si llega a la gobernación y les dio una primicia: Fernán Quirós, el ministro de Salud porteño, está elaborando un Plan de Salud Integral que aplicará si llega a la gobernación. “Lo escribió él porque es el único en quien confío”, asegura.
“La misma gente con las mismas propuestas va a dar los mismos resultados”, les dijo Santilli, acompañado por el dirigente local Aníbal Asseff. Prometió “ir con el cuchillo a fondo” porque “los parches no van más”. Dio cifras impactantes: el 82% de los delitos en la provincia se concentran en 25 municipios. Moreno es uno de ellos. “El que quiera el siga-siga que no me vote a mí”, advirtió.
El candidato larretista a la gobernación no es el único que competirá dentro del PRO. Hacen recorridas similares Cristian Ritondo, Javier Iguacel, Néstor Grindetti y Joaquín de la Torre. Todo suma para el espacio, piensan algunos estrategas. Otros opinan que semejante atomización desdibuja a Juntos. Nadie se pone de acuerdo, pero todos caminan, visitan, hablan y se ponen en contacto con la gente. En 2021, Santilli hizo más de 30 mil kilómetros para visitar 98 municipios y el resultado de su acercamiento a los vecinos fue positivo: ganó en el 72% de las comunas en las que estuvo.
La intimidad de una estas recorridas está lejos de las fantasías sobre los “aparatos” políticos. Santilli viaja en un auto solamente acompañado por un chofer, una asistente, sin custodia ni una corte de asesores que le preparen el terreno para evitar sobresaltos. En esta incursión por Moreno es saludado con cariño por la gente, aunque en la siguiente escala, en un centro comercial, dos militantes se acercaron para reprocharle su ausencia en un barrio olvidado por los políticos. Santilli prometió ir.
Allí lo esperaban unos 200 vecinos de clase media y media baja, la mayoría con tantas ganas de escucharlo como de contarle lo que estaban viviendo. Al igual que en el centro de jubilados, en este otro rincón de Moreno se sucedieron historias, quejas y comentarios de todo tipo.
“Estamos hartos de los narcos”, se quejó uno. Otro pidió que “los políticos no se peleen”. Una maestra, con el guardapolvos puesto, dijo que en la escuela donde trabaja no se dictaban clases desde el 11 de agosto por la rotura de un caño y estaba indignada: la municipalidad argumentó que no tenía plata para repararlo “aunque sí tiene para financiar el show de Nicki Nicole” en una plaza.
La mayoría reclamó más seguridad, “que nuestros hijos no se vayan del país”, fuentes de trabajo “pero no planes”. Santilli escuchó, contestó preguntas y pidió “terminar con el miedo a cambiar”. Antes de irse, saludó a casi todos, se prestó a mil y una selfies y una decena de adolescentes que lo habían escuchado en silencio lo despidieron entonando un “Colo, Colo” que sonó a intención de voto.
En la calle se palpita otro pulso. Nadie mencionó la interna del PRO, los zigzagueos del Gobierno, las peleas en Juntos por el Cambio, la agenda judicial de Cristina Kirchner, el lawfare, la suspensión de las PASO ni el “discurso del odio”. El microclima de la política se hace añicos cuando se contrasta con la vida cotidiana de la gente. Quizá sea todo parte de lo mismo, pero Santilli, como otros dirigentes que hablan con los vecinos, pueden darse cuenta de que a veces se mueven en una realidad paralela. ¿Podrán salir del encapsulamiento de la corporación política y brindar soluciones de una vez por todas?
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