Cristina Fernández de Kirchner dedicó los tres últimos días a colocar en el foco político su defensa frente a la acusación y pedido de condena en la causa por el manejo de la obra pública. Enhebró una serie de tuits para darle mayor impacto a las exposiciones de su abogado, Carlos Beraldi, y cargó contra los fiscales. Es un anticipo calculado para concentrar la atención en su propio mensaje, el viernes, como cierre del alegato. No fue el único paso medido. Finalmente, quedó en claro que había que esperar su decisión sobre el despliegue en las calles. No habrá movilización ahora: la agenda anota el 17 de octubre, Día de la Lealtad.
La ex presidente retomó este tema el domingo pasado, luego del silencio provocado por la conmoción del ataque en las puertas de su casa. Recién el jueves, a dos semanas del atentado, había difundido un primer mensaje, un video en compañía de religiosos. Fueron pocos los integrantes de su círculo que pudieron conversar con ella, para conocer su ánimo y sus señales políticas. La línea quedó expresada en los tuits y en la decisión de regular la movida, en la perspectiva de una decisión del tribunal tal vez en noviembre.
CFK colocó el centro en la respuesta de Beraldi, como si se tratase de limitar el papel del defensor a las cuestiones técnicas -algo que no fue estrictamente así- y reservarse el alegato político. Los adelantos en los tuits fueron claros: apuntó a descalificar a los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola. Habló de “mentiras y fake news”, de “farsa guionada” y de “escandalosa acusación”.
La ex presidente reavivó así la campaña iniciada apenas los fiscales solicitaron una condena grave, de doce años de prisión. El contexto cambió dramáticamente después, aunque no hubo respuesta ni reacción a la altura del ataque sufrido a principios de este mes. El discurso colocando culpas en opositores, jueces y medios -expuesto aquella misma noche por Alberto Fernández- fue a contramano de una convocatoria política e institucional, amplia y potente.
Con ese cortinado de fondo, y la economía en primer plano por el impacto cotidiano de la inflación, comenzaron a circular ensayos de diálogo político. Las formas y la posterior especulación sobre un encuentro entre CFK y Mauricio Macri, como figuras excluyentes, alimentaron las prevenciones de la oposición. El temario centrado en la causa Vialidad termina de jugar en contra, marca el clima. Y es posible que escale en la perspectiva de la fecha elegida para la movilización.
Beraldi no dejó de lado ese punto, aunque naturalmente se concentró en responder y tratar de desarmar la acusación. Expuso ampliamente sobre algunos puntos en particular: desde el rechazo a la existencia de un “plan limpiar todo” -en relación con los contratos bajo la lupa- hasta el nuevo cuestionamiento a los peritajes por sobreprecios, además de despegar o restarle valor a la relación con Lázaro Báez.
En rigor, argumentó que la relación de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner con Báez encuadraba en un vínculo de negocios entre particulares. Locador y locatorio, prestamista y deudor, dejando de lado que unos ocupaban el máximo escalón del poder político y otro era contratista del Estado.
Pero también incluyó algunos párrafos que expusieron el sello de CFK. Cuestionó el estado de la Justicia, cargó contra la Corte Suprema y descalificó a los fiscales. Retomó el argumento que apunta contra el Poder judicial por no nacer, directamente, del voto popular, como si descociera el sentido del mecanismo constitucional. Y remató: “A Perón le hicieron un proceso por traición a la Patria y asociación ilícita, lo mismo que a Cristina”.
La referencia a Perón, invocado en este tiempo sin ser eje de la construcción kirchnerista, tiene varios sentidos para la ex presidente: refiere a la proscripción, a la movilización del 45 y también al golpe del 55, y finalmente al Día de la Lealtad.
El concepto de golpe mediático-judicial y la idea de la persecución serían parte central del alegato de la ex presidente, al asumir de manera formal su defensa. Ese será el paso para retomar la campaña iniciada con las consignas “Todos con Cristina” y después, “Jueces macristas, no jodan con Cristina”.
No se trata de una pieza suelta. En rigor, el kirchnerismo mantiene una presión en continuado, que no logra traducir en el Congreso. En estas horas, busca un par de votos cruciales para avanzar en el Senado con la reforma de la Corte. Aún si superara el trámite en la Cámara alta, el panorama sería complejo en Diputados. Allí quedaron frenadas un proyecto sobre el fuero federal y la iniciativa para cambiar las reglas de juego en la estructura de fiscales.
En cambio, la movida tiene efectos políticos en el frente interno y hacia afuera del Gobierno. El alineamiento detrás de CFK fue evidente luego de la forzada salida de Martín Guzmán -con la experiencia fallida de Silvina Batakis y la asunción de Sergio Massa en Economía- pero resultó más potente al precipitar pronunciamientos públicos de todo el oficialismo luego del pedido de condena en la causa Vialidad.
El discurso de la ex presidente coronará así una semana en la que su frente judicial volvió a imponerse como tema político del oficialismo. El Presidente, relegado a un segundo plano, concluye su viaje a Nueva York, opacado por dos razones, al margen de la insólita visita al estudio de un guitarrista. La primera, que repitió algunos de los pasos dados unos días antes por Massa. La segunda, la retomada actividad de la ex presidente.
El viernes será escrito el próximo renglón de esa agenda, con el alegato en primera persona de CFK.
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