“Si me llama por teléfono Cristina, contesto. Pero no entiendo en base a qué. No quiero generar expectativas. Las pocas conversaciones que tuvimos fueron frustrantes. El diálogo no puede ser para arrancar hablando del lawfare que nunca existió. Ella viaja en una permanente negación de la realidad. Es difícil dialogar con alguien que vive diciendo cosas que no suceden”.
Mauricio Macri fue contundente. Duro y terminante. No fueron las únicas críticas de la entrevista que brindó el último domingo. Además, trató al Presidente y la Vicepresidenta de ineptos, dijo que el Gobierno fracasó y aseguró que después del atentado, hubo una “grotesca sobreactuación”. Ninguno de los conceptos que plasmó en público pareció abrirle paso a una negociación con la Casa Rosada para entablar un diálogo democrático.
Pese a esa batería de cuestionamientos, en Balcarce 50 advierten que las gestiones subterráneas entre el oficialismo y la oposición siguen vigentes. Las palabras del ex presidente no implosionaron los puentes entre los dos mundos. Solo aumentaron un poco más la tensión, pero no rompieron la idea de diálogo que predomina en el Gobierno respecto a la nueva relación que buscan tener con Juntos por el Cambio.
Incluso en los sectores más duros del Frente de Todos, como lo es La Cámpora, sostienen que sus críticas son parte de la dinámica de la política. Son mensajes a los votantes propios. Además, creen que esas afirmaciones están lejos de entorpecer las negociaciones para acercar posiciones.
“Las críticas son parte del juego. Es natural que pase eso. Él tiene que pensar en su círculo más duro de votantes. Entendemos eso porque es parte del juego de la política”, indicaron en la agrupación que conduce Máximo Kirchner. Y agregaron: “La mesa de diálogo tiene que ser con todos, incluido él. Es para ponerse de acuerdo en cuestiones básicas”.
En la Casa Rosada asombró el discurso de Macri del último domingo, porque dos días atrás se había mostrado dispuesto a hablar “con la Constitución sobre la mesa”. El contraste fue lo que sorprendió, aunque el ex presidente dejó entornada la puerta y no sepultó la posibilidad de un diálogo.
“A Mauricio no lo llamó nadie. El aceptaría una reunión institucional, pero no sabe cuál es el contenido de ese encuentro que quieren. No tiene nada personal que hablar con Cristina”, explicaron en el entorno de Macri, donde también admiten que el ex mandatario no atenderá cualquier llamado. Segundas y terceras líneas no son una opción posible. En definitiva, atendería a Cristina Kirchner o Alberto Fernández.
En el macrismo insisten con la idea de “para qué” serviría hacer una reunión, si ya está a la luz que es imposible “lograr acuerdos con el kirchnerismo”. “Los K le hicieron un golpe palaciego al Presidente. Le serrucharon el piso. ¿Cómo sabes que van a respetar su palabra? Es difícil creerles”, explicó un dirigente muy cercano al ex presidente.
Macri piensa que si hay un diálogo genuino, no puede ser solo para la foto. Aunque en su entorno afirman que no los convocaron absolutamente para nada. Ni para una reunión, ni para una comunicación telefónica, ni para una foto. Nada de nada. En el peronismo, en cambio, dicen que las negociaciones subterráneas están vigentes. Dos caras de la misma moneda.
“El kirchnerismo está desesperado. Saben que electoralmente están al borde del abismo. Se dan cuenta que el país está muy mal. No es un diálogo genuino el que quieren ellos. Están especulando políticamente”, señaló un dirigente importante del PRO que está en permanente contacto con el ex jefe de Estado.
El macrismo tiene una postura muy dura respecto a las intenciones del kirchnerismo. Creen que al atentado que sufrió la Vicepresidencia “le sacaron rédito político” y que su comportamiento “no cambió” después del intento de magnicidio. “En el kirchnerismo dijeron muchas cosas que fueron mentiras y nosotros no las vamos a dejar pasar”, sentenciaron.
Además, comentan por lo bajo, que a la mayoría de la gente, según muestran algunas encuestas, no tiene interés sobre lo que le sucedió a Cristina. La agenda de preocupaciones es más terrenal y está vinculada a la inflación, que el gobierno nacional no puede parar.
En Juntos por el Cambio asumen que la idea de un diálogo institucional se va licuando con el paso de los días y que no tiene un sentido claro. Además, sostienen que un posible encuentro entre Macri y Cristina, “no le solucionan los problemas a la gente” y que el “diálogo” tiene que tener contenido más allá de las formas. Hay desconfianza y pesimismo sobre un consenso concreto, más allá de los discursos públicos.
En Balcarce 50 hay quienes analizan que Macri ve débil al Gobierno y que está estirando su definición para que al oficialismo la gestión le cueste más de lo que está costando. Pero nadie entendió que con sus declaraciones del fin de semana haya cerrado completamente las puertas de un diálogo institucional. El camino para lograr un punto de acuerdo, entienden, todavía está despejado.
En el kirchnerismo sostiene que la necesidad de generar acuerdos, que expresó la Vicepresidenta la semana pasada, durante un encuentro con curas villeros, no es una idea nueva, sino que la viene planteando desde el inicio de la pandemia. “Siempre ha tenido la voluntad de dialogar”, sostienen. La convocatoria de Cristina Kirchner sigue vigente.
El llamado al diálogo tiene dos versiones. La del oficialismo indica que hay negociaciones que no salen a la luz, que se necesita de una mesa de consenso con los principales actores de las principales fuerzas políticas y que la voluntad de lograr un acuerdo está intacta.
La versión de la oposición señala que nadie del Gobierno llamó a Mauricio Macri, que el principal lugar para tratar de gestionar algún tipo de acuerdo es el Congreso, que nunca existió una agenda con un punteo de temas que dejen en claro cuál es el sentido de la convocatoria y que el kirchnerismo quiere sacar rédito de ese llamado.
El Gobierno y la oposición ya mostraron sus cartas. La posibilidad de un diálogo es cada día más difícil. Las señales son claras en ambos lado de la grieta. Lo que reina, como siempre, es la desconfianza. No hay credibilidad en el vínculo. El atentado a la Vicepresidenta no cambió nada en esa compleja relación que protagonizan el Frente de Todos y Juntos por el Cambio desde hace tres años.
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