Apenas después del atentado contra Cristina Kirchner, Alberto Fernández decidió mantener cualquier convocatoria a la oposición en el ámbito del Congreso. Presentó motivos institucionales, pero en realidad esperaba una señal del ala dura del Frente de Todos para definir cómo proceder en medio de la conmoción. Días después, descubrió que la estrategia política de la Vicepresidenta giraría en torno a una firme convocatoria a la oposición a un diálogo, y que se había nombrado como ejecutor al ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, excluyéndo al jefe de Estado. Pasaron unos días hasta que en la Casa Rosada digirieron el mal trago, y finalmente, decidieron plegarse al kirchnerismo.
La Vicepresidenta había decidido contactar a los líderes moderados mucho antes del ataque. La primera vez que deslizó la necesidad de un acuerdo para evitar una debacle económica fue hacia el final del año pasado, desde la Plaza de Mayo. Y desde entonces ratificó esa orientación en distintas ocasiones, aunque en intervenciones espaciadas y ambiguas.
Los movimientos en ese sentido se intensificaron después del atentado, dicen en el Instituto Patria, por la “alta preocupación” que despertó en la Vicepresidenta la escalada de violencia política. Sin embargo, en lugar de designar al líder de perfil moderado por excelencia en el Frente de Todos -es decir, Alberto Fernández- se volcó por “Wado” de Pedro, hombre de su intimidad política.
La decisión generó malestar en la Casa Rosada. “Alberto promueve el diálogo desde que asumió, se vio clarísimo en la cuarentena. Pero nunca pudo avanzar, en gran parte por nuestra interna”, le espetó al ala dura una altísima fuente gubernamental.
En el Gobierno consideran fundamental el rol de Alberto Fernández en la convocatoria no sólo por su perfil, sino también por su cargo. “Es el Presidente de la República. Está claro que tiene que participar, y va a participar”, dijo a Infobae, tajante, un funcionario de su entorno. Y reveló que el primer mandatario ya instruyó a algunos de sus alfiles para que se acerquen a los referentes opositores. Por ahora dejaron saber que el secretario general, Julio Vitobello, invitó a la misa en Luján a Horacio Rodríguez Larreta y a Diego Santilli, pero son varios los asignados a la tarea que, por ahora, el Presidente no asumió personalmente.
Los movimientos conciliadores se mantienen en estricta reserva, justifican en Gobierno, a pedido de los dirigentes opositores contactados. “Esto se tiene que hacer por abajo, si lo ventilamos en los medios, no va a funcionar nunca”, justificó una fuente desde Balcarce 50. La versión coincide con los laderos de “Wado” de Pedro, que después de difundir que ya había hecho los primeros llamados, frenaron toda comunicación oficial u extraoficial cuando se disponían a marcar los números telefónicos de los referentes del macrismo para “evitar los ruidos del otro lado”, dijeron.
En el Gobierno conviven distintas posturas sobre el éxito que pueda tener la convocatoria. Muchos lo consideran poco probable debido al rechazo que ya dejaron entrever en Juntos por el Cambio, en público y off the record, como en el caso de Mauricio Macri. Y reconocen, a pesar de la molestia por la exclusión, que una -probable- negativa abierta de la oposición le hubiera jugado en contra al Presidente. “Alberto no tiene el mismo peso que cuando asumió. Si los llamaba y no venían, quedaba muy debilitado. Hay que trabajarlo de a poco y avanzar sobre terreno firme”, dijeron.
A juzgar por las señales de la oposición, el proceso se encamina a un desenlace poco feliz, pero hay quienes creen que hay “posibilidades reales” de que se concrete. “No fue casual que el primer tuit de repudio a lo que pasó con Cristina fuera de Macri”, deslizó un alto funcionario que participa de los diálogos subterráneos. Los más ilusionados comparan el escenario actual con el que precedió al Pacto de Olivos. “Cuando pasó lo de Menem y Alfonsín todos decían que no iba a ocurrir nunca, y ocurrió. En este quilombo pasa lo mismo, pero es muy posible que se arme algo similar a lo de Cafiero”, dijo un hombre del círculo presidencial que vio crecer su optimismo después de que el ex mandatario le respondiera afirmativamente a la prensa, desde Junín, a una pregunta sobre un diálogo con Cristina Kirchner. A pesar de que inmediatamente después planteó como condición que sea “con la Constitución sobre la mesa”.
Un aporte exitoso a la convocatoria al diálogo sería considerado un triunfo entre los “albertistas”, que en pocas semanas vieron cómo los otros dos fundadores del FDT, Sergio Massa y Cristina Kirchner, se apropiaron por completo del centro de la escena. Aunque apuesta a su rol en el ámbito internacional para fortalecerse, el jefe de Estado se niega a quedar relegado al rol de canciller. Si bien ahora se encuentra en Estados Unidos para participar de la Asamblea General de la ONU, y de que el ministro de Relaciones Exteriores, Santiago Cafiero, y el embajador en Washington, Jorge Argüello, son interlocutores prioritarios en su agenda, también está atento a no transformarse en un “presidente administrativo”, como vienen deslizando por lo bajo en el arco del oficialismo.
De hecho, sus colaboradores fueron instruidos para afilar la estrategia de comunicación de cara al año electoral, revelaron altas fuentes oficiales. Aunque aclararon que “por ahora” no habrá cambios de nombres. El paquete de spots y tuits que lanzaron esta semana con motivo de los mil días de administración fue una primera muestra. Ven un panorama difícil, porque encuentran animosidad de parte de “los medios”. Según resumió un dirigente con cargo nacional, “le hacen bullying” al primer mandatario “porque no traicionó a Cristina”. “Nunca le perdonaron que se mantuviera firme a su lado, a pesar de que los querían dividir para perjudicarnos”, analizó una altísima fuente con despacho en Balcarce 50.
Y reveló que antes de viajar a Nueva York, el Presidente puso a disposición a sus colaboradores para contribuir a la marcha que evalúa impulsar La Cámpora para respaldar a Cristina Kirchner el próximo viernes, tercer día de su defensa en la causa Vialidad. Ese día, la propia ex presidenta se hará cargo de expresar, vía remota, su propios alegatos ante la Justicia, y Alberto Fernández tiene definido acompañarla, si bien aún no decidió de qué forma hacerlo sin poner en riesgo el perfil de moderación que busca retomar para contribuir -o, en el mejor de los casos, protagonizar- un acuerdo con la oposición.
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