Quienes lo vieron aseguran que parece estar en su mejor momento. Mauricio Macri está seguro de que ganaría las PASO y las elecciones presidenciales, pero confiesa en privado que sus dudas sobre si competir o no en 2023 radican en “cuestiones personales y familiares”. Se sabe que Juliana Awada, su esposa, no quiere saber nada con el escenario de su marido retornando a la Casa Rosada.
No son sus únicos interrogantes: se pregunta si sus socios de Juntos por el Cambio están dispuestos a ir a fondo con las reformas que hacen falta para revertir la crisis de la Argentina. Esta cuestión es más difícil de determinar hoy que el aval familiar al sueño de su “segundo tiempo”.
Macri volvió de Ruanda y retomó su rutina habitual, que contempla reuniones de todo tipo en sus oficinas de Olivos. Se siente “en paz” porque tuiteó para condenar el ataque contra Cristina Kirchner poco después de que el arma de Fernando Sabag Montiel estuviera a punto de cometer un magnicidio. En medio de los zigzagueos del Gobierno sobre el diálogo político, el ex presidente dijo este viernes en Junín que estaría dispuesto a reunirse con la Vicepresidenta, pero “con la Constitución sobre la mesa”. Pocos días antes, les advirtió a sus colaboradores: “Con Cristina no tengo nada que hablar”.
Incluso aseguran que se despegó del encuentro que tuvo el senador nacional del PRO José Torello con Cristina Kirchner en julio pasado. Estaba al tanto de ese contacto en el Senado porque el propio legislador se lo comentó, pero cerca de Macri juran que Torello ya no es de su círculo íntimo y, por lo tanto, consideran inexacto dar por sentado que la reunión fue auspiciada o apoyada por él.
El ex mandatario insistió en retomar sus incursiones por la provincia de Buenos Aires, aun cuando en su entorno lo creían riesgoso luego del intento de atentado contra la Vicepresidenta. Se tomaron muchos recaudos de seguridad y se reforzó la custodia para que viajara a Pergamino y Junín. Sus allegados interpretan que esa foto reforzará la idea de un Macri “indultado” por la gente y que así podría intentar el regreso al poder para hacer lo que le impidieron en su primer mandato.
Macri viajará la semana que viene a los Estados Unidos, nuevamente para dar clases en una universidad. Antes de irse, tiene previsto levantar más su perfil: en su agenda hay entrevistas con Luis Majul y una participación en el pase entre Jorge Lanata y Eduardo Feinmann en Radio Mitre.
En su discurso apuntará como nunca contra el kirchnerismo, pero eludirá cualquier definición sobre la interna del PRO. En la intimidad, sostiene que está “tratando de ayudar” a Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich para que consoliden sus candidaturas. Insiste en que cada uno debe defender su posición y tienen que “hacerse cargo de lo que piensan”. Por eso valora que el jefe de Gobierno se muestre convencido de su estilo moderado porque le resultaría incómodo jugar de “halcón”. Y considera que la jefa del PRO refleja el perfil duro que siempre desempeñó. Como en el último almuerzo de los líderes partidarios, elude definiciones y dice que “coincide con los dos”.
Su obsesión, reconoce, es que el PRO en primer lugar y Juntos por el Cambio luego puedan presentar el mejor candidato para hacer los cambios que hacen falta. ¿Significa que se anota en la lista de postulantes presidenciales? “Tengo la tranquilidad de que puedo ganar”, reitera ante pocos testigos, seguro de que el resultado de las últimas elecciones legislativas y la propia debacle de la gestión del Frente de Todos le dieron “la razón” a sus advertencias sobre el fracaso de las políticas K.
Sus dirigentes más cercanos lo ven más entusiasmado con la idea de competir por la Presidencia, aunque resaltan que no está seguro de que sea “el momento” para intentarlo, tanto por la resistencia familiar como por algunas actitudes de socios políticos como la UCR y la Coalición Cívica: aunque gane las elecciones, reflexiona, ¿cómo gobernar si sus propios aliados no tienen la convicción de los costos que habrá que pagar para aplicar las reformas necesarias para el país? Aún no tiene la respuesta.
Mantiene su visión crítica sobre el radicalismo, en particular el sector alineado con su titular, Gerardo Morales: la semana pasada, legisladores de la UCR que responden a los gobernadores del partido (Morales, de Jujuy; Gustavo Valdés, de Corrientes, y Rodolfo Suárez, de Mendoza) acompañaron con su voto el Consenso Fiscal, que los habilita a subir impuestos, ese punto que el PRO se ha juramentado en rechazar siempre. Es el mismo reflejo “populista”, razona Macri, que lo llevó en mayo a pedirles a sus colegas partidarios que “no se dejaran manejar por la UCR en el Congreso”.
En este caso, además, pesa la mala relación con el gobernador de Jujuy, que lo sigue criticando en público “para unificar el frente interno de la UCR”, según se quejan alrededor de Macri. El más reciente ataque de Morales se produjo por el polémico apoyo a la suspensión de las PASO en Chubut por parte del titular del radicalismo provincial e intendente de Rawson, Damián Biss.
El mandatario jujeño lo tuvo que llamar a Biss para recordarle que el partido y Juntos por el Cambio están a favor de las primarias y descargó su furia en Macri porque publicó un tuit en contra de “modificar las reglas electorales a meses de votar” en Chubut y rechazó la suspensión de las PASO.
En la misma sintonía que el ex presidente, sin embargo, se pronunciaron dirigentes del PRO como Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, María Eugenia Vidal, Cristian Ritondo, Humberto Schiavoni y Rogelio Frigerio; referentes de la UCR como Alfredo Cornejo, Mario Negri, Carolina Losada, Martín Lousteau y Luis Naidenoff, y Maximiliano Ferraro, titular de la Coalición Cívica.
¿Por qué entonces Morales se enfocó sólo en Macri? “Para desviar la atención del hecho de que a Gerardo lo desautorizaron sus propios correligionarios en Chubut”, explican con malicia desde una usina macrista. Aludían, por un lado, a la ruptura de la UCR chubutense entre un sector que pacta con el gobernador Mariano Arcioni y otro que mantiene su autonomía. Y, sobre todo, a las polémicas declaraciones del diputado provincial de la UCR Manuel Pagliaroni, quien la semana pasada advirtió, en abierto desafío al presidente del partido y a sus socios de Juntos por el Cambio: “El tema de las PASO es una cuestión que debemos solucionar los chubutenses y yo no voy a aceptar que venga alguien de afuera a decirnos lo que tenemos que hacer. Si se presenta un proyecto lo vamos a evaluar y probablemente muchos radicales estemos a favor de eliminar las PASO”.
El larretismo mira los movimientos de Macri con desconfianza. Sucede algo similar en el bullrichismo. Cerca del jefe de Gobierno están extrañados porque el ex presidente fue invitado especialmente y no concurrió al encuentro de Rodríguez Larreta con 150 dirigentes de JxC de todo el país que respaldan su proyecto. Algunos celebran su ausencia: si hubiera ido Macri, habría acaparado la atención y el foco de la impactante postal. Algo así sucedió en junio pasado, cuando Bullrich presentó sus equipos de gobierno en el Yacht Club de Olivos y la presencia del ex mandatario fue la nota saliente.
Ya es muy transitada la imagen que reflejan los medios de cómo el ex presidente recuperó la “centralidad” en la oposición, aunque algunos sospechan que ese rol protagónico puede acentuarse aún más si, como se teme, el Gobierno avanza con la suspensión de las PASO. Sería un golpe duro para Juntos por el Cambio, cuyas diferencias tan grandes entre sus referentes únicamente pueden dirimirse si la gente vota los candidatos, como quedó demostrado en las elecciones de 2021.
Pero un proceso electoral sin primarias, calculan en el PRO, sólo favorece a Macri: ante la división reinante, y sin otro liderazgo que le haga sombra, su opinión será decisiva para definir el presidenciable. Sucedería lo mismo con Cristina Kirchner en el Frente de Todos. ¿Y si ambos terminan frente a frente en las urnas? Sería la consagración de la grieta. Las encuestas siguen sin darle muchas chances a ninguno de los dos y por eso nadie lo cree posible. Tampoco nadie lo descarta.
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