¿Quién es Pablo Moyano? ¿El dirigente que denuncia a la derecha como responsable de todos los males del país y se reúne con Evo Morales y Nicolás Maduro? ¿O el que no habla del ajuste económico del Gobierno y se reúne mansamente con el embajador de los Estados Unidos en la Argentina? El secretario adjunto del Sindicato de Camioneros es un hombre de fuertes contrastes que desconcierta hasta a sus aliados y que con sus vaivenes es sinónimo de polémica.
Conocido como “El salvaje” por su estilo áspero, el hijo mayor de Hugo Moyano comenzó a ganar espacios políticos y sindicales en la medida en que retrocedió su papá, sobre todo durante la pandemia. ¿Quiere heredarlo pacíficamente o reemplazarlo por la fuerza? Hasta sus allegados admiten que más que respeto inspira temor: es considerado un sindicalista imprevisible, dominado por su carácter endemoniado, preso de su imagen de duro y más táctico que estratega.
Cotitular de la Confederación General del Trabajo (CGT) desde que se eligió la nueva conducción de la central obrera en noviembre pasado, se aisló del sector cegetista mayoritario y se alineó con el kirchnerismo que expresa la Corriente Federal de Trabajadores, integrado por Sergio Palazzo (bancarios) y Vanesa Siley (judiciales), una decisión que incluso lo aleja de su papá y de su hermano Facundo, dirigente del Sindicato de Peajes y ex diputado nacional del Frente de Todos.
Pablo Moyano es adjunto de su padre en el Sindicato de Camioneros de Capital y Provincia de Buenos Aires, pero ya no lo secunda en la Federación Nacional de Trabajadores Camioneros: desde el 17 de diciembre pasado, dio un paso al costado y su lugar quedó para Jorge Omar Taboada, de Chubut, mientras que su condición de familiar del jefe sindical fue reemplazada en la nueva conducción por otros tres hijos de Moyano: Hugo Jr., el abogado, como secretario de Coordinación de Asuntos Jurídicos, Karina como secretaria de la Mujer y Jerónimo como secretario de la Juventud.
¿Por qué el hijo de Moyano resignó un puesto de poder? Todos hablan de una fuerte pelea entre padre e hijo, anticipada por Infobae hace nueve meses, a raíz de la delicada situación financiera de la obra social camionera (OSCHOCA), cuya administración está en manos de la empresa IARAI, de la que es propietaria la esposa de Moyano, Liliana Zulet, y que está presidida por su hija, Valeria Salerno. La crisis de la obra social y la prosperidad de la empresa que la gerencia fue el contraste que le habría reprochado Pablo Moyano a su papá y todo terminó en una pelea que sigue creciendo.
El hijo de Moyano estuvo meses sin concurrir a su oficina del sindicato para no cruzarse con su padre. Y dejó el ejercicio de la vicepresidencia del club Independiente, que encabeza Hugo. Las primeras señales del enfrentamiento se registraron durante la cuarentena obligatoria: en 2020, con el viejo líder camionero recluido por temor a los contagios, Pablo tomó las riendas del sindicato, pero tuvo problemas. Tensó tanto el conflicto con Mercado Libre al bloquear el centro de distribución de la empresa de Marcos Galperin en La Matanza, que el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, tuvo que hablar con su papá para pedirle ayuda con el fin de intentar descomprimir la situación. La solución que eligió Hugo Moyano fue desplazar a Pablo de las negociaciones y dejarlas en manos del secretario gremial de Camioneros, Marcelo Aparicio, y del abogado laboralista “Huguito” Moyano.
Lo mismo sucedió en abril de 2021 cuando la intransigencia de Pablo puso en peligro 10.000 fuentes de trabajo al insistir en que se aplicara la llamada “ley Moyano” en el cambio de manos de los supermercados Walmart: la exigencia de echar, indemnizar y volver a contratar a 500 trabajadores fue rechazada en primera instancia por la empresa tras considerarla ilegal. En una reunión realizada en el Ministerio de Trabajo, Hugo Moyano se mostró más conciliador, pero su hijo se retiró de la mesa de manera violenta y el empresario Francisco De Narváez dio por terminadas las conversaciones. Se llegó a un acuerdo recién luego de que el díscolo Pablo Moyano fue alejado de las negociaciones.
En esa época, Hugo Moyano construyó una amistad con Alberto Fernández, mientras que Pablo se acercó al kirchnerismo a través del ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, con quien se reunía en la Casa Rosada. Su papá miraba de reojo esos movimientos de su hijo alrededor de una dirigente como Cristina Kirchner que, pensaba, “se quería llevar puesto a un presidente democrático”.
La fe kirchnerista de Pablo entró en crisis cuando la Vicepresidenta armó junto con su hijo Máximo las listas de candidatos para las elecciones de 2021 y marginó al moyanismo para privilegiar a sus incondicionales: hubo tres candidaturas a diputado nacional para la Corriente Federal (Sergio Palazzo, Vanesa Siley y Walter Correa), una en la misma categoría para la CTA oficialista (Hugo Yasky) y otra a diputado bonaerense para la UOM y SMATA (Naldo Brunelli, en la Sexta Sección Electoral).
Desde entonces, hubo algunos meses en que Hugo, Pablo y Facundo coincidieron en sus definiciones políticas: estuvieron todos unidos para cuestionar el “dedo” de Cristina Kirchner que los excluyó de las listas. La armonía familiar terminó en agosto de 2021: el primero en diferenciarse fue Facundo, que renunció a su banca de diputado del Frente de Todos en disconformidad con La Cámpora. “Mi ideal es una Argentina con pymes, comercios e industrias que generen empleo y hoy considero que puedo contribuir mejor a eso fuera del Congreso”, dijo en una carta el dirigente de Peajes.
Pablo Moyano tomó su propio camino en marzo de 2022 luego de la firma del acuerdo del Gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI), aunque en este caso significó volver al redil kirchnerista. “Si no se cumple la promesa de que no habrá ajuste, saldremos a la calle”, advirtió, mientras se abrazó a Palazzo, Siley, Correa y la CTA kirchnerista del diputado ultra-K Hugo Yasky.
En esos mismos días, el hijo mayor de Hugo Moyano concretó su gesto de mayor definición en la pelea entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner: luego de dos reuniones de la CGT con el Presidente a las que no fue invitado, se reunió con Máximo Kirchner y posaron juntos para una polémica foto. Cinco meses después, Pablo Moyano y un puñado de colegas se reunieron con la Vicepresidenta.
Esas postales fueron un desafío declarado no sólo al primer mandatario sino también a sus colegas de la CGT: enfrentado con la alianza sindical que maneja la central obrera (”Gordos”, independientes y barrionuevistas), Pablo Moyano arrancó su gestión como cotitular cegetista ausentándose del congreso unificador que eligió la nueva conducción, con el argumento de tener un problema de salud.
Desde entonces, hubo una batalla no declarada entre unos y otros. Así como el sector mayoritario de la CGT no lo invitaba a las reuniones de la mesa chica ni con el Presidente, el camionero parecía contestarles con contactos políticos que mantenía en la sede cegetista sin avisarle a nadie. “Pablo es así”, afirmaban sus rivales internos, con resignación y poca voluntad de un acercamiento.
El 1° de julio pasado, Pablo no quiso ir al acto por la muerte de Juan Domingo Perón en el edificio de la CGT, con la excusa de que no llegaba porque se encontraba de viaje en el Chaco, adonde fue para normalizar la regional cegetista. Pero al día siguiente sí estuvo en el acto de Cristina Kirchner en Ensenada, como había estado en el plenario de la CTA kirchnerista en el que la Vicepresidenta avanzó con nuevos ataques contra el Presidente. Las diferencias eran demasiado evidentes.
El clima familiar, por entonces, no mejoraba. Cada vez que podía, Hugo incluía más en sus contactos políticos y sindicales, y en la estructura del imperio camionero y del club Independiente, a Jerónimo Moyano, el menor de la familia y fruto del matrimonio con Zulet. Pablo no está de acuerdo en el encumbramiento de alguien de 22 años con tanta inexperiencia, aunque se trate de su hermano.
Para colmo, Pablo tomó distancia de la interna en el Sindicato de Comercio de Capital: Hugo y Facundo Moyano apoyaron en forma declarada al opositor Ramón Muerza para intentar destronar a Armando Cavalieri en las elecciones que se hicieron anteayer, pero el cotitular cegetista no se metió en esa pelea. Algunos creen que no quiso profundizar la tensión que mantenía con Héctor Daer (Sanidad), su par en el triunvirato de la CGT e histórico socio de Cavalieri en el sector de “los Gordos”.
Facundo Moyano se fue del Frente de Todos, mantiene una postura crítica tanto de Alberto Fernández como de Cristina Kirchner y sus allegados afirman que junto con su papá no saben cómo ayudarlo a Pablo a dejar el papel de abanderado del kirchnerismo. Pero es más una idea de ellos para preservar la “marca” Moyano: el adjunto de Camioneros luce muy cómodo en el mundo K.
Las simpatías políticas de Pablo Moyano lo llevaron a diferenciarse de sus colegas de la CGT cada vez que pudo. El 26 de agosto pasado, prefirió conmemorar la muerte de Eva Perón con sus aliados kirchneristas en una marcha de antorchas por la avenida 9 de Julio, mientras el resto de la dirigencia cegetista hizo un acto adentro y afuera de la sede de Azopardo 802. Casi de la misma forma, el dirigente camionero aceptó sumarse a la marcha de protesta del 17 de agosto con sus pares/rivales de la CGT, aunque de manera inconsulta montó un escenario desde un camión para armar su propio acto y dar un discurso en el que reclamó, en sintonía con la posición crítica del kirchnerismo ante el Presidente: “Alberto, poné lo que tengas que poner para terminar con los especuladores”.
El episodio de tensión más reciente que protagonizó Pablo Moyano en la CGT se produjo luego del intento de atentado contra Cristina Kirchner: el camionero y sus aliados, como Palazzo, propusieron un paro con movilización hacia la Corte para protestar contra “instigadores del odio” como la Justicia, los partidos de la oposición y los medios. Fracasaron en el primer intento ante la resistencia del sector mayoritario de la CGT, que no quería quedar preso de la estrategia de los K, y hubo un segundo intento que tampoco prosperó porque Pablo Moyano se dio cuenta de que estaba en minoría.
Hace 48 horas, volvió a generar tensión interna cuando anticipó que la central obrera “acompañará de forma masiva” la movilización que se realizará el 23 para apoyar a Cristina Kirchner cuando presente su alegato en la causa Vialidad. “La CGT está en estado de alerta y movilización. Se habla de un acto el 23 de septiembre, cuando la Vicepresidenta declare (en el marco de la causa Vialidad) y vamos a acompañar de forma masiva también a esa movilización”, afirmó el camionero a C5N.
La alianza sindical que controla la CGT no sabía nada de esa propuesta y la desconoció: “Será un acto de su agrupación política. No involucra a la CGT. Lo que haga Pablo Moyano está dentro de su soberanía, pero no está en nuestra agenda”, advirtió a Infobae un referente de ese sector.
Hugo Moyano afirma que no puede controlarlo. Sus adversarios de la CGT le tienen desconfianza. Los empresarios le temen porque prefiere ir al choque antes que negociar. Habrá que ver si Pablo Moyano logra estructurar un liderazgo propio o aprovechar la crisis dirigencial del sindicalismo para ocupar posiciones. Por lo pronto, la duda es si su adhesión a la causa kirchnerista redundará en algún beneficio para su gente cuando Cristina Kirchner vuelva a armar las listas de candidatos. Y, además, qué pasará en la pelea con su papá el año que viene, en que el Sindicato de Camioneros tendrá elecciones para renovar autoridades. ¿Mantendrán padre e hijo la ficción de unidad?
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