La reaparición de Cristina Kirchner no escapó de la lógica que la distingue de manera singular en la política. A dos semanas exactas del brutal atentado contra su vida, la vicepresidenta cuidó cada detalle del que sería su primer acto público. Eligió ayer mostrarse en el Senado rodeada de curas villeros, tercermundistas y de quienes se identifican como en Opción por los Pobres, religiosos con militancia kirchnerista pero sobre todo activos en la actividad pastoral con los más humildes.
La ex presidenta primero habló sobre lo que pasó la noche del 1° de septiembre, cuando la pistola cargada con cinco balas de Fernando Sabag Montiel le apuntó a su rostro. “Estoy viva por Dios y por la Virgen”, dijo sobre el hecho que conmocionó a la Argentina. Después, la vicepresidenta asumió como propia la convocatoria al diálogo con la oposición. Se trata de una iniciativa política incierta, debido a que sus interlocutores se encuentran atenazados por discusiones internas que les impiden entablar negociaciones con la otra orilla de la grieta.
Pero también sobresalió en su discurso cuidado, metódico, la definición sobre su eventual postulación para 2023: “Yo fui presidenta dos veces y no son las cosas que me seducen”, afirmó, después de un operativo clamor por la reelección que escaló al mismo ritmo en que se agravaba su situación judicial en la causa Vialidad.
“Estoy un poquito mística”, reconoció Cristina Kirchner mientras hablaba frente a los curas Lorenzo “Toto” De Vedia, Ignacio Blanco, Eduardo De la Serna y Francisco “Paco” Oliveira, entre otros, a quienes después de un discurso de unos 20 minutos -en los que contó su diálogo con el papa Francisco- les pidió al estilo Bergoglio “recen por mí”. Se mostró con estos sacerdotes militantes después de la polémica por la misa en la Basílica de Luján donde sólo hubo funcionarios y militantes K, y por la cual el arzobispo Jorge Scheining, pidió perdón: “Metí la pata”, dijo.
Desde esa precisa escenografía, la vicepresidenta confirmó su disposición a avanzar con el diálogo político que habían empezado a convocar el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, y el ministro bonaerense Andrés “Cuervo” Larroque, dos de las espadas principales de La Cámpora.
CFK blanqueó así las versiones que surgieron desde el principio de la semana de contactos incluso para establecer una comunicación directa con Macri. De hecho, en el acto en uno de los salones de la Cámara alta, el senador Adolfo Rodríguez Saá, artífice de la reunión que ocurrió hace más de dos meses entre el también senador José Torello, y la vicepresidente, estuvo presente muy cerca de la vicepresidenta.
El objetivo de esta convocatoria, según reconoció la propia Cristina Kirchner, es “reconstruir urgentemente” lo que, a su juicio, ocurrió la noche del atentado en su contra: “Lo más grave fue haber roto un acuerdo social que había desde 1983. Hubo una ruptura”.
Tras evocar el atentado que sufrió el ex presidente Hipólito Yrigoyen el 24 de diciembre de 1928, Cristina Kirchner leyó los textos del diario de sesiones de la cámara que ella preside, pero de enero de 1929.
Más allá de esa referencia, la vicepresidenta habló sobre la necesidad de “hablar con todos, con los que nos gusta y los que no nos gusta”, pero no mencionó a ningún dirigente político de Juntos por el Cambio. No hubo referencias al jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, ni a Patricia Bullrich, titular del PRO, como así tampoco al líder central del espacio opositor y ex presidente Mauricio Macri. Tampoco a Gerardo Morales, que preside la UCR.
Sin nombrar a quiénes serían, eventualmente, contrapartes de un potencial diálogo político, la vicepresidenta también advirtió que “no se puede reconstruir un país donde se discute, se insulta y se agravia”. De acuerdo con su mirada, “hay que poner mucha institucionalidad” para dejar atrás los últimos episodios de violencia política que tuvieron, en el intento de magnicidio, el punto más grave.
Desde la oposición recordaban cuando sugirió que Bullrich escribía tuits habiendo bebido, o sus ataques contra los jueces y fiscales que intervienen en las distintas causas en su contra que tramitó el Poder Judicial y que tiene, en el caso Vialidad, un pedido de prisión e inhabilitación perpetua por presuntos hechos de corrupción.
En el discurso en el Senado, la vicepresidenta pareció ensayar una hoja de ruta del diálogo político, que incluyen como puntos salientes la necesidad de recomponer la convivencia democrática, hablar sobre la inflación y la falta de una moneda sólida -la llamada “economía bimonetaria”-, y el eventual archivo del operativo 2023.
Los límites de la oposición
La convocatoria a dialogar de la vicepresidente choca con la realidad en la que está la coalición opositora, con discusiones y tensiones que atraviesan la vida partidaria y también parlamentaria. Es que desde Juntos por el Cambio plantearon que cualquier acuerdo, negociación o diálogo político debe pasar por el Congreso.
Pero la discusión sobre los liderazgos y los planes electorales de los candidatos que tiene el PRO y la UCR complican cualquier acercamiento o negociación. La grieta no es sólo entre oficialismo y oposición sino, cada vez más, hacia adentro de cada coalición. Esa competencia prematura es la que condiciona un diálogo con el Frente de Todos. “El que se acerque por las suyas y establezca algún acuerdo va a tener que dar explicaciones a sus votantes”, decía ante Infobae un dirigente importante de la oposición.
En el PRO
El liderazgo de Mauricio Macri está siendo sometido a discusión en el PRO. Más allá de que él mantiene su decisión de garantizar el fair play entre los distintos precandidatos, ninguno de ellos descarta que pueda jugar y volver a competir por la primera magistratura el año que viene. “Hoy es más no que sí”, insisten en su entorno y mencionan a Juliana Awada como la última palabra para una definición. Mientras tanto, Macri es el principal desconfiado en la convocatoria a cualquier diálogo con el Gobierno y plantea que todo debe pasar por el Congreso. “Ese es el ámbito natural”, dicen.
Esta semana -que terminará hoy con una visita a Pergamino y Junín- el ex presidente ocupó el centro de la escena luego de que trascendieran las gestiones vía Rodríguez Saá y Torello para generar una línea de diálogo directo con Cristina Kirchner. La revelación de un encuentro de hace dos meses y medio -Guzmán todavía era ministro- apareció en simultáneo al intento de desescalar la tensión.
Horacio Rodríguez Larreta reunió a 150 líderes y mostró una foto en la que aparecieron candidatos y referentes de todo el país. El encuentro “Preparándonos para gobernar: un país federal” en el Centro Cultural Recoleta le sirvió al jefe de gobierno porteño para mostrar masa crítica y alinear su discurso a favor de establecer acuerdos con el 70% de la política argentina que le permita encarar las reformas de fondo. Ese corset autoimpuesto lo muestra en la vereda de enfrente de Cristina Kirchner.
Patricia Bullrich, que en varias encuestas supera al jefe de gobierno, estuvo en Mendoza junto al senador Alfredo Cornejo, en una recorrida en clave de campaña. Antes, participó de un encuentro en Twitter donde mencionó a Luciano Laspina y Federico Pinedo como parte de su equipo y adelantó que en caso de ganar las primarias el año que viene, pondrá a trabajar a todo su equipo para definir un plan de gobierno integral a ser aplicado desde el día uno. Además, sumó una foto con Cristian Ritondo, que se suma como uno de los precandidatos a gobernador que trabajan con ella, a Javier Iguacel y Joaquín De la Torre.
También empezó a tallar María Eugenia Vidal, que ya recorrió doce provincias y que confía en meterse entre Larreta y Bullrich, en caso de que Macri no juegue. Su idea es continuar con las recorridas y visitas a entres 3 y 5 localidades productivas de cada distrito para interiorizarse sobre sus problemas y demandas. Inscribe a Ritondo como tropa propia y le aseguró a sus íntimos que antes de la foto con Patricia Bullrich ella le dio el ok.
Tanto Macri como Larreta, Bullrich y Vidal se mostraron lejanos a un acuerdo y miraron con recelo los últimos movimientos del radicalismo. No sólo en la cuestión política, sino también en la traducción que tuvo con respecto al debate en Diputados y la discusión por la integración del Consejo de la Magistratura.
En la UCR
Como presidente del radicalismo y gobernador de Jujuy, Gerardo Morales tiene la decisión de hacer valer su peso político frente a Mauricio Macri y todo el PRO. Esa autonomía implica no sólo no reconocerle al ex presidente una ascendencia como primus inter pares -que sí ocurre en el PRO- sino enfrentar sus decisiones.
La base de esa diferenciación es que Morales está decidido a competir por la primera magistratura. No sólo quiere ser candidato a presidente, sino que considera que el radicalismo puede ganar tanto en la interna de Juntos por el Cambio nacional, sino también la de gobernador bonaerense.
Morales y Macri no hablan desde que, meses atrás, el ex presidente dijo que Yrigoyen había iniciado el populismo en América Latina. Después de eso hubo varios desencuentros y todo terminó en una discusión en muy malos términos, donde no faltaron algún que otro insulto.
Morales aceptó una conversación con De Pedro cuando el ministro del Interior era el bastonero del diálogo político. También firmó, como Rodolfo Suárez (Mendoza) y Gustavo Valdés (Corrientes) el Consenso Fiscal con el Gobierno, una ley que recibió hoy media sanción y que provocó un cortocircuito en Diputados de JxC por haberlo aprobado pese a que la oposición se había comprometido a no aprobar normas que incluyan aumento de impuestos.
Finalmente, Facundo Manes se encuentra recorriendo el país y tiene previsto que hacia fines de octubre haber terminado esa “gira” pre campaña electoral, que incluye la visita con el leit motiv de “Empatía”. Se trata de una convocatoria a la sociedad para promover valores positivos y compromiso para salir de la grieta y buscar una mejora en las condiciones de vida de los argentinos. “El radicalismo tiene la posibilidad de ganar”, afirma el neurocientífico, quien también recibió un llamado de De Pedro que finalmente quedó en nada.
Las desinteligencias, recelos y competencias entre los principales anotados por la carrera del 2023 complican las negociaciones y el diálogo propuesto por Cristina Kirchner. Los liderazgos se endurecen y buscan no quedar pegados a un gobierno
Todo pasa mientras la caja de Pandora de la investigación de la “banda de los copitos”, con Fernando Sabag Montiel, su pareja y presunta instigadora Brenda Uliarte, Agustina Díaz y el “jefe” Gabriel Carrizo, revela a diario detalles cada vez más inquietantes.
A fines del siglo XIX, el criminólogo francés Alexandre Lacassagne articuló una teoría para explicar por qué en determinados momentos y regiones crecían los delitos violentos. Habló de “caldo de cultivo”, al equiparar el comportamiento criminal con el que tienen gérmenes y bacterias para reproducirse más rápido o más lento según el ambiente ácido o alcalino. “Las sociedades tienen los criminales que se merecen”, solía decir. Y no se equivocaba.
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