El gobierno nacional busca, desde hace algunos días, bajar el nivel de tensión que existe en la relación con la oposición. Especialmente con Juntos por el Cambio, el bloque más grande en el mundo opositor. Hasta ahora han sido solo llamados, más que todos públicos, para tratar de generar un clima de mayor armonía. Intenciones que no se pudieron concretar.
Esa búsqueda la hace con momentos de absoluta incongruencia discursiva, como sucedió el último fin de semana, cuando hubo un llamado al diálogo en la misa que se realizó durante la mañana del sábado en la Basílica de Luján, y una crítica dura a la oposición, la justicia y los medios de comunicación durante la tarde en el Parque Lezama.
“El Gobierno tiene un desorden bestial. Ni siquiera La Cámpora está ordenada. (Andrés) Larroque dice una cosa a la mañana y (Mariano) Recalde dice otra distinta a la tarde. Alberto está afuera de la cancha, Cristina no conduce y Massa está con su propia agenda económica. No hay un liderazgo claro. Es difícil así”, se quejaron en el sector más duro del PRO.
Pocas horas después de que Alberto Fernández insistiera con la necesidad de convocar al diálogo a todos los sectores políticos y generar un espacio de consenso más amplio, en la Casa Rosada advirtieron que el Gobierno bajará el perfil de las negociaciones. En los hechos significa que no comunicarán quiénes son los interlocutores que están gestionando un acercamiento.
El motivo de esa decisión es porque en Juntos por el Cambio se quejaron de que se filtraban los llamados que les hacían desde el Gobierno. “Lo que se está discutiendo ahora es el cómo, el cuándo y el dónde. Nosotros no tenemos problemas con el formato. Puede ser en el Congreso o en cualquier otro escenario”, indicaron en el Ministerio del Interior.
Eduardo “Wado” de Pedro es uno de los principales interlocutores del oficialismo en este plan de búsqueda de consensos con la oposición. El ministro tiene el aval de Cristina Kirchner y Alberto Fernández para avanzar con las negociaciones de paz, en un clima enrarecido después del atentado a la Vicepresidenta. “Siempre hubo diálogo con la oposición”, resaltan en su entorno. No es una novedad.
En el Frente de Todos los discursos son ambiguos. Andrés “Cuervo” Larroque aseguró ayer que la intención es generar “un marco para que se logren acuerdos porque la situación es muy delicada”. Evitó exabruptos y mensajes con doble intención para la oposición. El dirigente camporista está cuidando sus palabras en las apariciones públicas que realiza.
También este martes habló el titular de la CTA y diputado nacional, Hugo Yasky, uno de los sindicalistas más cercanos a Cristina Kirchner. “El diálogo es necesario, pero la barrera más grande para que sea posible tiene que ver con los gurkas que dentro de la oposición señalan y acusan con el dedo a cualquiera que intente tener una actitud de mínima convivencia democrática como un traidor”, sostuvo.
En la oposición creen que el Gobierno está desordenado y que ese desorden impide generar un escenario proclive para concretar un diálogo sincero. “Nació mal la convocatoria al diálogo. Porque en vez de convocar a los dirigentes, se lanzó por los medios. La mayor desconfianza es que sale por los medios todo lo que hablaron”, aseguraron en la UCR.
“¿El diálogo que buscan para qué es? ¿Cuál es la agenda? ¿Cuáles son los temas? No saben lo que quieren. Las formas son importantes. Después del atentado a la Vicepresidenta perdieron la oportunidad de sentar a todos los actores en una mesa y rechazar la violencia política. No ocurrió. Nos empezaron a acusar a nosotros”, sentenció un encumbrado dirigente del PRO, cercano a Mauricio Macri.
Cerca del ex presidente desmienten que haya habido algún contacto con él en las últimas horas. En ninguno de los distintos sectores que conforman Juntos por el Cambio confirman que haya existido un llamado formal a ese diálogo que anhela el gobierno nacional.
Si finalmente la convocatoria se logra, la oposición considera que el lugar para discutir los puntos en común de un acuerdo de convivencia política es el Congreso. Hay un consenso mayoritario sobre que el debate parlamentario, con los presidentes de todos los bloques, es el canal adecuado para acercar posiciones y generar un mejor vínculo.
En ese sentido, en el oficialismo comparten que las dos cámaras parlamentarias serían un escenario adecuado. “Estaría bueno que nos pongamos de acuerdo en cinco puntos y que desde el Congreso podamos convocar a otros sectores de la política y la sociedad. Es el ámbito natural donde poder hacerlo porque están todos los sectores representados”, explicó una importante diputada del Frente de Todos.
La intención del Gobierno es que la discusión política pública baje los decibeles. Las formas, las palabras, los discursos. Que haya un marco de convivencia menos agresivo y más constructivo, modificaciones que consideran que deben ser urgentes como consecuencia del clima de violencia que se vivió en Argentina en los últimos meses, y que llegó a su pico máximo con el intento de asesinato a Cristina Kirchner.
“Es difícil creer en la vocación de diálogo del Gobierno. Y es difícil entablar un diálogo cuando te acusan de ser instigadores del odio y lo relacionan directamente con el atentado. Es poco creíble el llamado a ese diálogo que, además, nunca llega”, advirtió un senador nacional del PRO. En la oposición descartan la posibilidad de una foto con el oficialismo. No están dadas las condiciones.
En la Coalición Cívica la línea de pensamiento es similar a la de sus socios en la coalición. “Por ahora son trascendidos o ideas que no tienen nada de concreto. No hay agenda. Y la agenda no puede ser interferir en otro poder del Estado, como el poder judicial. La conversación pública se tiene que dar en el Congreso sin trampas ni mentiras”, aseguró uno de las principales dirigentes de la fuerza política que conduce Elisa Carrió.
En Juntos por el Cambio también esperan algún tipo de autocrítica por parte del kirchnerismo respecto al grado de violencia en la discusión política. El gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, que suele tener un buen diálogo con el Gobierno, fue quien se encargó de dejarlo en claro.
“La mejor manera de convocar a un diálogo franco es primero reconocer la responsabilidad histórica que ha tenido el kirchnerismo. Reconocer las cosas mal que han hecho para poder buscar un lugar de encuentro para los argentinos”, señaló.
En otros sectores de la oposición también descreen de la posibilidad de que se pueda concretar el diálogo. “Es puro humo. Cada vez que están complicados hablan de diálogo”, indicaron cerca de José Luis Espert. La línea de Javier Milei es más dura aún. “No recibió ningún llamado pero no iría a ninguna convocatoria formulada por el Gobierno”, explicaron desde su entorno.
En el peronismo disidente tampoco creen que pueda llevarse adelante la convocatoria. Advierten que “las condiciones no están dadas” porque primero hace falta una autocrítica profunda del Gobierno, pero también de Juntos por el Cambio. Sostienen que ambos espacios deben desacreditar a los dirigentes que hicieron planteos extremadamente polémicos.
En esa lista aparece el diputado de Juntos por el Cambio Francisco Sánchez, quien pidió “la pena de muerte” para Cristina Kirchner, si la Vicepresidenta es encontrada culpable en la causa Vialidad, y el senador del Frente de Todos José Mayans, que hace pocos días reflexionó: “¿Quieren paz social? Entonces frenen el juicio a Cristina”.
“Ninguna de las dos fuerzas desacreditó institucionalmente a esos dos legisladores. Así es difícil ver que haya intenciones de un diálogo verdadero. No hay margen para pensar en un acercamiento si no hay un castigo retroactivo y público sobre lo que dijeron esos dos legisladores. Hay que hacerse cargo”, indicó un legislador que integra el Interbloque Federal.
Las negociaciones para tratar de entablar un diálogo político que contribuya a la paz social están estancadas. El Gobierno tiene voluntad de avanzar en la convocatoria pero se tropieza con obstáculos autoimpuestos. La oposición está cada vez más reticente a acercarse al oficialismo. Pone condiciones. La relación se tensa todos los días un poco más. La palabra acuerdo se empezó a volver una utopía.
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