La administración demócrata de Joseph de Biden formalizó con Sergio Massa una agenda institucional que sorprendió por su peso político. No es habitual que la Secretaria del Tesoro, Yanet Yellen, el principal asesor económico del Salón Oval, Mike Pyle, y el consejero de Seguridad del Presidente de los Estados Unidos, Jake Sullivan, reciban a un ministro de Economía de América Latina. Y menos aún que ese ministro pertenezca a un Gobierno que coqueteó con Rusia tres semanas antes de la invasión ilegal a Ucrania.
Massa mantiene un delicado equilibrio político entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, mientras articula una agenda de poder que le permita fortalecer su plan de estabilización económica. Antes de sus encuentros clave con la secretaria Yanet Yellen y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, el ministro mantuvo una larga conversación telefónica con el Presidente y CFK ya conocía sus próximos pasos.
En la Casa Rosada sorprendió el nivel de los encuentros protagonizados por Massa. Yellen se había encontrado con Alberto Fernández en el G20 de Roma, pero Martín Guzmán no había tenido la oportunidad de un reunión oficial con la secretaria del Tesoro en Washington.
Massa fue recibido por Yellen en su despacho junto a David Lipton, un reconocido economista que representa al establishment político de Washington. Lipton -con las instrucciones de la secretaria del Tesoro- fija la agenda geopolítica de Estados Unidos en el FMI. Y Georgieva se atiene a ese mandato, ya que la Casa Blanca es el principal accionista del Fondo.
Antes del encuentro con Yellen, el ministro de Economía ya había participado de un cónclave en el Ala Oeste de la Casa Blanca con Pyle, Sullivan y Juan González. Pyle es el principal asesor económico del Presidente de los Estados Unidos y su sherpa en el G20 y el G7. Sullivan aconseja a Biden sobre la situación del tablero global, y González cumple idéntica función respecto a América Latina.
Frente a los tres consejeros del Salón Oval, Massa explicó su mirada del mundo, los objetivos del plan de estabilización económica y el rol que podría tener la Argentina como proveedor de energía y alimentos a nivel mundial. La posición ideológica de Massa permite entender su acceso a la Secretaría del Tesoro, su diálogo fluido con el Departamento de Estado y su llegada a organismos multilaterales como el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Mauricio Claver Carone fue un alfil de Donald Trump que ahora ocupa la presidencia del BID. Alberto Fernández y Gustavo Beliz enfrentaron su designación como titular de ese organismo clave en América Latina y al final fueron derrotados por el macizo respaldo regional a la candidatura avalada por Estados Unidos.
Massa articuló una fluida relación con Claver Carone y logró que el BID abriera importantes líneas de crédito en favor de la Argentina. Pese a la opinión política que Alberto Fernández tiene sobre Claver y los cuestionamientos que existen en la cúpula del BID respecto a Guillermo Franco, representante argentino ante el Banco Interamericano de Desarrollo.
Una denuncia anónima aseguró que Claver Carone tuvo conductas inapropiadas como titular del BID. Y en las cercanías de Claver sostienen que ese anónimo fue empujado por Béliz y Franco. Beliz renunció cuando Massa se hizo cargo de la coordinación de los organismos multilaterales -como el BID- y la continuidad institucional de Franco está en peligro.
Massa no respalda Franco y ya cavila sobre su eventual sucesor en DC.
La gira por Estados Unidos empoderó el protagonismo de Massa en el Gobierno. Alberto Fernández y CFK están satisfechos por los resultados y ahora aguardan que el FMI haga un nuevo desembolso para robustecer las reservas del Banco Central. Massa se apalancara sobre estas relaciones de poder para viajar a Francia y negociar con el Club de París.
No descarta regresar a Washington, si finalmente hay un encuentro bilateral entre el Presidente y Biden.