A punto de cumplirse una semana del ataque a Cristina Kirchner, la Justicia busca cerrar el círculo de las pruebas iniciales que comprometen a Fernando Sabag Montiel, el hombre de 35 años que apuntó con un arma a la cabeza de la vicepresidenta; y de su novia, Brenda Uliarte, de 23, que lo acompañó a la esquina de Juncal y Uriburu en la noche de ese jueves 1° de septiembre y que, se cree, habría participado en una suerte de “inteligencia previa” en los días anteriores vendiendo copitos de azúcar en la zona donde se concentraban simpatizantes de la ex jefa de Estado.
“Están hasta las manos”, resumió ante Infobae una fuente judicial que tuvo acceso al expediente, aún con el episodio del celular de Montiel reseteado de fábrica al momento de ser manipulado por la Policía Federal. Es que Montiel está en el lugar del hecho, con su mano empuñando el arma, el ADN en el gatillo, los militantes identificándolo y deteniéndolo. Y Brenda estaba en el lugar de los hechos y se escapa después de ver lo que pasó. A eso se le suma que las cámaras de seguridad, privadas y de celulares que los ubican en la esquina de La Recoleta, haciendo lo que los investigadores califican como “inteligencia”, con el carrito del copos de azúcar entre la militancia kirchnerista.
“La única persona del grupo que decía que quería matar a Cristina era ella”, dijo en una entrevista con TN Miguel, uno de los amigos de Brenda que también trabajaba con el carrito de copos de azúcar y que resguardó a la joven después del ataque. Insistió en que Brenda les aseguró que no había visto a su novio durante dos días. Y reveló: “Ella estaba mal. Decía que le daba bronca que no logró el objetivo”.
A Sabag Montiel, en tanto, nunca lo oyó hablar de política. Era “mitómano”, tenía “aires de grandeza”, era “soberbio”, y tenía “baja autoestima”. “Le decíamos el vendehumo, siempre decía ‘el tiempo me va a dar la razón, un día yo voy a reescribir la historia’”.
Según se desprende de la acusación que se les leyó al momento de la indagatoria del martes pasado, Brenda Elizabeth Uliarte y Fernando Andre Sabag Montiel fueron imputados de “haber intentado dar muerte a Cristina Elisabet Fernández de Kirchner – Vicepresidenta de la nación y Presidente de la Honorable Cámara de Senadores de la Nación-, contado para ello con la planificación y acuerdo previo entre ambos”. Montiel se le acercó a la vicepresidenta cuando saludaba a sus simpatizantes, aprovechando el estado de indefensión generado por la multitud, y le apuntó hacia su rostro con una pistola semiautomática de acción simple, Bersa calibre 32, con cinco cartuchos. Brenda Uliarte estaba presente en las inmediaciones del lugar.
Brenda dijo que no sabía que lo que iba a hacer su pareja, que solo lo había acompañado hasta ahí y se negó a contestar las preguntas del tribunal. Tal como detalló Infobae, Sabag Montiel también se negó a declarar, pero antes dijo: “Brenda no tiene nada que ver... Y yo tampoco”.
Pero sus versiones no coinciden con las pruebas. Los investigadores esperan el resultado de los peritajes sobre el teléfono de Brenda, pero también de otros seis teléfonos: el de los amigos que podrían reconstruir la vida interna del grupo, su orientación y si pudieron haber dejado allí las huellas vinculadas al ataque, antes o después de cometerlo.
Según indicaron a Infobae las fuentes consultadas, por estas horas se “está trabajando sobre el contenido surgido del celular de Brenda; reconstruyendo sus comunicaciones y mensajes días previos y durante el fin de semana, contactos con su entorno más cercano y otros vínculos del fin de semana, que intentaron ayudarla”.
De los amigos, el primer teléfono secuestres del de Mario Pablo Borgarelli, quien al día siguiente del ataque a Cristina Kirchner fue entrevistado en varios medios como amigo de Sabag Montiel. En su testimonial del domingo, Borgarelli aclaró que no es amigo, sino conocido y no aportó datos sobre el hecho que se investiga. Sí dijo que creía capaz a Sabag Montiel de hacer lo que hizo.
Los otros cinco teléfonos pertenecen a los cinco “amigos” que se presentaron el lunes en tribunales. Fueron los que dieron junto a Brenda una nota a Telefé el viernes 2 de septiembre, al día siguiente de los hechos, para decir que tenían miedo y que no tenían vinculación con lo que hizo Sabag Montiel. “No somos cómplices de lo que pasó”, había dicho en esa nota Nicolás, el que se presentó como el jefe del grupo porque era dueño de la garrafa que se usaba para el carrito de copos de azúcar con el que trabajaban. Por el momento, en la causa no se los considera sospechosos. Habrá que ver qué surge del análisis de los teléfonos.
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