El jueves a la noche, luego del intento de asesinato de Cristina Kirchner en la puerta de su casa, en el Senado el oficialismo y la oposición acordaron firmar un comunicado conjunto y sacarse una foto. La idea fue solidarizarse con la Vicepresidenta y pedir qué hay paz social, en un clima convulsionado por la violencia instalada en la discusión política.
Fue una forma de, frente a un caso de extrema gravedad institucional, saltar la grieta y mostrarse, de cara a la sociedad, como una dirigencia política unida y responsable. Con el pasar de las horas, y luego de un fin de semana marcado por los reproches y las acusaciones cruzadas, aquel gesto de coherencia fue un oasis en el desierto.
Lejos de acercar posturas o de convertirse en un punto de inflexión para analizar el nivel de agresividad que existe en el debate diario entre el oficialismo y la oposición, el atentado a la Vicepresidenta dio pie a un sinfín de acusaciones sin autocrítica mediante. Blanco y negro. Ellos y nosotros. Como si nada hubiese pasado en el país para provocar un cambio profundo en la convivencia política.
En el Gobierno están convencidos que los discursos de odio fueron los motores que encendieron la idea de asesinar a Cristina Kirchner en la cabeza de Fernando André Sabag Montiel, el único detenido que hay por el atentado en Recoleta. Y esos discursos de odio, creen, provienen de dirigentes de la oposición, de periodistas y de medios de comunicación.
Esa idea quedó plasmada en el comunicado que se leyó en la Plaza de Mayo el último viernes, en el final de una movilización masiva donde la militancia y los autoconvocados se encontraron en la calle. El texto hizo ruido en la convivencia pacífica, pero atada con alambre, que existió en las horas posteriores al atentado.
“Desde hace varios años, un sector minúsculo de la dirigencia política y de sus medios partidarios, viene repitiendo un discurso de odio, de negación del otro, de estigmatización, de criminalización de cualquier dirigente popular o afín al peronismo, y aún de cualquier simpatizante”, indicó el texto que leyó la actriz Alejandra Darín.
En la oposición cayó muy mal el documento. Dejaron pasar el comunicado emitido por Alberto Fernández en cadena nacional, que tenía un sentido similar, pero reaccionaron con el texto del viernes. El sábado los legisladores de Juntos por el Cambio bajaron al recinto para estar en la sesión especial en repudio a lo ocurrido por la Vicepresidenta. Pero la coalición fue víctima de su propia interna.
Los del PRO terminaron yéndose. El motivo lo explicitó el presidente del bloque, Cristian Ritondo. “No vamos a permitir que esto se convierta en una tribuna para atacar a la oposición, a la Justicia y a los medios”, aseguró. La oposición vive su propia interna, como sucede en el oficialismo, y atraviesa un momento donde las diferencias son tan fuertes que salen a la luz todas las semanas.
Para que haya grieta tiene que haber una respuesta del otro lado del mostrador. El encargado de explicitar el enojo que hay en las filas opositoras fue el ex presidente Mauricio Macri. Aseguró que el kirchnerismo está usando el atentado contra Cristina Kirchner para “iniciar una cacería de enemigos simbólicos”.
Cuando parecía que la grieta se iba a achicar, como consecuencia de un hecho de máxima gravedad, las diferencias se acentuaron. No hay acuerdo posible entre las partes. La oposición se manifestó con vehemencia en los últimos días y la guerra dialéctica estalló otra vez.
En las filas opositoras entienden que el oficialismo no hizo meaculpa sobre sus propios discursos de odio. A los dos sectores les cuesta ver los errores propios. Se echan culpas, se dividen, se apuntan con el dedo. Nada ha cambiado desde el jueves. Fueron solo algunas horas de buena voluntad democrática.
En Juntos por el Cambio creen que se está haciendo una utilización política del atentado a Cristina Kirchner. En el Gobierno que los dirigentes más duros de ese espacio incentivan la violencia con sus expresiones.
En la oposición advierten que la embestida contra la Justicia, que le atribuyen al kirchnerismo, continúa su curso. En las filas oficialistas resaltan que el alegato del fiscal Diego Luciani gestó, como sostuvo el formoseño José Mayans, “el germen de la violencia extrema”.
El Gobierno comienza esta semana con la necesidad de volver a poner en foco la gestión pero, al mismo tiempo, mantener firme la defensa a la Vicepresidenta en la causa Vialidad, y su solidaridad permanente por el atentado ocurrido. Es el nuevo statu quo. Fernández no se correrá de esa línea.
En ambos lados de la grieta nadie tiene claridad sobre cómo seguirá el vínculo de gestión entre las partes. Porque en el horizonte aparecen temas sensibles e importantes, como el Presupuesto, discusión que hace algunos meses hizo estallar la relación entre el oficialismo y la oposición.
Por ahora todo es una nube negra de la que nadie logra correrse.
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