Una provocación. Eso es lo que sintieron en el Gobierno que fueron las vallas dispuestas en los alrededores del departamento de Cristina Kirchner por decisión del Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Una forma de impedir que las manifestaciones callejeras sean libres.
Una provocación. Eso es lo que sintieron en Juntos por el Cambio que hizo el kirchnerismo al generar un clima espeso con las marchas para respaldar a la Vicepresidenta y enviarle un mensaje al tribunal que debe decidir si la condena en la causa Vialidad. Y también lo que hizo Cristina Kirchner con sus permanentes críticas a la Justicia y a la oposición.
El vínculo entre el gobierno nacional y el de la Ciudad de Buenos Aires tocó un pico de máxima tensión en la tarde del sábado, cuando la Policía decidió dispersar a los militantes que tumbaron las vallas y coparon las calles aledañas al lugar donde vive la ex presidenta. Sellar acuerdos de convivencia por estas horas parece casi una utopía.
Lo mismo ocurrió con la relación política entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. Volaron acusaciones y amenazas de un lado hacia el otro. Palabras fuertes, proyecciones desmedidas y cuestionamientos mutuos sobre decisiones que empezaron a elevar la tensión en las calles porteñas. Elevaron el tono de ambos lados y la discusión pública se convirtió en una bola de nieve.
En las dos coaliciones tenían en claro que los hechos que tuvieron lugar ayer en Recoleta podían ocurrir en un plazo breve. A nadie le sorprendió demasiado, aunque muchos sobreactuaron enojo en ambas partes. Lo que ahora no saben es cuál es el límite.
“Están buscando generar quilombo para profundizar la grieta: civilización o barbarie”, sentenció un funcionario kirchnerista que estuvo largas horas frente al edificio donde vive la Vicepresidenta. En el peronismo están convencidos que el gobierno porteño buscó dar una señal a su electorado y se excedió con la dureza de sus intervenciones.
En la oposición temen por lo que pase en el caso que el Tribunal Federal Oral 2 condene a Cristina Kirchner. “Esto es solo una parte de lo que son capaces de hacer. Cristina es la responsable de este caos”, aseguró un legislador de Juntos por el Cambio, donde están convencidos que la Vicepresidenta incentiva el conflicto y siembra la sensación de inestabilidad permanente sobre el orden en las calles.
El pedido de condena a la ex presidenta rompió completamente el escenario político. Desde el momento en el que el fiscal Diego Luciani le pidió 12 años de prisión, el ánimo se alteró dentro del Gobierno y el kirchnerismo empezó a darle volumen a la idea de realizar una marcha multitudinaria para explicitar en la calle el apoyo a Cristina Kirchner. La oposición salió a respaldar el accionar de los fiscales. Cada uno con su libreto.
A partir de ese momento el clima se enrareció en el oficialismo. Porque algunos dirigentes oficialistas empezaron a divisar que lo que sucedió ayer, podía ocurrir. Lo anticiparon porque se daban cuenta que la tensión estaba aumentando en las entrañas del peronismo. “Temo lo que pase en la calle en los próximos días”, advirtió un funcionario con despacho en la Casa Rosada. Su temor tenía sustento.
Incluso, muchos consideran que la situación puede agravarse y que, en definitiva, ese clima político callejero puede alterar la paz social de una porción más grande de la sociedad.
¿Cuál es el temor? Que personas afines a Juntos por el Cambio salgan a la calle a expresar una postura distinta a la del peronismo y el aire se vuelva irrespirable. Un cuadro de ese tipo podría tornar la situación inmanejable para el Gobierno. El caos no le conviene a nadie.
Lo que dejó a la luz la última semana y, especialmente, la jornada de ayer, es la claridad sobre el lugar que ocupa Cristina Kirchner en el peronismo. La Vicepresidenta obtuvo una absoluta centralidad y su espacio político se encargó de rodearla de militancia, que le inyectó una enorme dosis de épica a cada manifestación pública.
Lo que el peronismo está transmitiendo en cada acto en las calles o en las sedes del PJ es que si a la Vicepresidenta la condenan, será solo un capítulo más de la persecución política que, según entienden, sufre desde hace tiempo. Y que, en consecuencia, deben volcarse a las calles para defenderla, para darle un mensaje claro a la Justicia y para advertir que no se quedarán en paz si el tribunal decide condenarla.
Los hechos de los últimos días también expusieron la decisión de Alberto Fernández de dejar a un costado sus diferencias con su compañera de fórmula y brindarle un respaldo absoluto. Hizo un puñado de gestos contundentes que contribuyeron en el alineamiento total del Frente de Todos detrás de la figura de Cristina.
En seis días se comunicó por teléfono con ella para transmitirle su solidaridad, gestionó un comunicado de respaldo con tres presidentes latinoamericanos, brindó una entrevista en un canal de televisión crítico del Gobierno para defenderla en público y apuntó contra el gobierno porteño al que acusó de “hostigar” a la Vicepresidenta.
Puso todo su empeño en defenderla de las acusaciones de Luciani y en mostrar su voluntad de cerrar las grietas internas, poniendo a la justicia federal como adversario común de todo el peronismo. En definitiva, dentro del Gobierno creen que la decisión del fiscal de pedirle 12 años de prisión se convirtió en un punto de unidad del oficialismo.
Tanto en el peronismo como en Juntos por el Cambio advierten que la situación se está poniendo espesa y desconocen el nivel de tensión que puede alcanzar. Sin embargo, empezaron a endilgarse responsabilidades sobre un posible estallido en las calles. Es decir, un encadenamiento de hechos violentos que terminen cultivando un caos. Comenzaron a repartirse responsabilidades desde el primer minuto.
“De acá no se va nadie. Que se dejen de joder y de tirarnos la Policía encima. Están locos”, aseguró anoche un dirigente K que estaba dispuesto a resistir el desalojo y quedarse en la esquina de Juncal y Uruguay mostrando su incondicionalidad con la Vicepresidenta. Como él había muchos dirigentes y militantes apostados en Recoleta y anclados en un enojo profundo.
Cristina Kirchner está parada en el centro del escenario. Las luces de la Justicia le apuntan a ella. Una parte de la sociedad politizada se volcó a las calles para apoyarla, aún cuando no hay ninguna condena. La otra parte de la sociedad sigue más pendiente de llegar a fin de mes. La agenda judicial se comió a la agenda económica. Al menos, por unos días.
Hoy hay más incertidumbre que ayer sobre cómo sigue la novela política y judicial. Nadie ve un final feliz. Mientras tanto, la multitud que ayer se juntó alrededor del departamento de la Vicepresidenta, la despidió, luego de sus palabras improvisadas en la vereda, con un mensaje contundente: “Cristina presidenta”.
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