Cristina Fernández de Kirchner ratificó anoche su liderazgo en el Frente de Todos y ya decidió que transformará al Gobierno en un ariete institucional para pujar por su tercer mandato presidencial en 2023. CFK convirtió la Causa Vialidad en su trampolín electoral, enterró el sueño de la reelección de Alberto Fernández y apuntó contra Juntos por el Cambio, que será su enemigo en la próxima campaña proselitista.
Hasta el pedido de condena del fiscal federal Diego Luciani -12 años por corrupción pública-, Cristina había ejercido su poder detrás del cortinado y revoleando ministros en actos militantes cuando el Presidente aún intentaba protagonizar su propia agenda política. Era una faena palaciega que desgastaba a la Casa Rosada, profundizaba la crisis económica y facilitaba la estrategia de la coalición opositora.
Pero la acusación del fiscal Luciani alineó a Alberto Fernández, encolumnó a todo el peronismo detrás de la Vicepresidente y abrió un capítulo inédito en la dinámica política que protagonizaba CFK desde su despacho de la Cámara Alta. El jefe de Estado ya no resiste el liderazgo natural de Cristina y su agenda de Gobierno será un apéndice de la estrategia que trazará el kirchnerismo duro para derrotar a Juntos por el Cambio.
El empoderamiento público de CFK no sólo opacará la agenda presidencial: además convierte en un acertijo político la hoja de ruta diseñada por Sergio Massa para estabilizar la economía. Cristina rechaza el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la oposición hará muy poco para apoyar iniciativas legislativas que podrían fortalecer la estrategia electoral de la Vicepresidenta.
Massa se apoyaba en las diferencias de Alberto Fernández con Cristina para argumentar que existía la voluntad política de cumplir con las metas del FMI -reservas, déficit fiscal y emisión monetaria- y que la Casa Rosada privilegiaba la lógica del libre comercio y las relaciones fluidas con Estados Unidos.
Ese argumento de negociación del ministro de Economía apuntaba a mimetizar el pasado político de la Vicepresidenta atado a la Cumbre de las Américas en Mar del Plata, a la violación diplomática de un maletín con secretos que pertenecía al FBI y a la firma del Memorándum con Irán para cerrar la causa del atentado a la AMIA.
Pero Alberto Fernández se convirtió en el principal defensor mediático de Cristina, y ese protagonismo público complicarán las conversaciones de Massa con el FMI y el Ala Oeste de la Casa Blanca. Joseph Biden desconfía de CFK -al igual que Kristalina Georgieva- y será muy difícil que el Fondo y la administración demócrata apuntalen a un gobierno que ya aparece totalmente en manos de la Vicepresidente.
Desde esta perspectiva, Massa tampoco tendrá una agenda sencilla en ambas cámaras legislativas. El ministro necesita que se apruebe un paquete impositivo clave para las cuentas públicas y que el Presupuesto 2023 sea sancionado antes que concluya este año.
Juntos por el Cambio estaba dispuesto a colaborar con el titular del Palacio de Hacienda, que necesita esas leyes para cumplir con sus objetivos de estabilización económica. Sin embargo, el plegamiento de Alberto Fernández a CFK y el discurso de barricada pronunciado anoche por la Vicepresidente, colocaron entre paréntesis un eventual acuerdo que Massa negociaba con los líderes de la oposición en Diputados.
La posibilidad de Cristina como candidata a presidente en 2023 causa alerta institucional en Washington, mientras que la oposición se mantendrá al margen de proyectos legislativos que -al final- sirvan para aceitar las probabilidades electorales de la actual vicepresidente.
A la espera del discurso de CFK en una jornada cargada de tensión institucional, el olor a tragedia política se mezcló con el aroma de los choripanes y los huevos fritos que se cocinaban a fuego lento frente al piso de Cristina. Miles de jóvenes peronistas cantaron a favor de la Vicepresidenta y todos rechazaron las evidencias presentadas en la Causa Vialidad.
Los militantes del Frente de Todos consideraban al fiscal federal Diego Luciani “una marioneta” del establishment y repitieron -una y otra vez- que CFK “ era intocable”. Fue una ceremonia partidaria oficiada sobre un dogma de fe, que recordó hechos ocurridos en Ezeiza, Gaspar Campos y Plaza de Mayo.
La inocencia de Cristina es el mandamiento político, un método de fidelidad partidaria que ya se utilizó cuando Juan Domingo Perón preparaba su regreso a Buenos Aires desde Madrid. El General se apoyó en las organizaciones guerrilleras para dejar Puerta de Hierro y vivir en Gaspar Campos. Designó a Héctor J. Cámpora, mientras conspiraba con José López Rega y diseñaba a la Triple A. Y cuando la tragedia escaló, el dogma de fe exhaló su primera alegoría: “El General está entornado”, recitaban Firmenich y Cia.
Los militantes de CFK ayer también recitaron su intangible credo peronista. Bailaban al compás del tamboril, hacían posteos en las redes y no se cansaban de cuestionar a Horacio Rodríguez Larreta. Presentaban un discurso compacto, estaban felices y la calle Juncal -con sus aledaños- le pertenecían por voluntad propia.
Pero ningún dirigente -desde Máximo Kirchner a Juan Grabois- explicó a esos jóvenes partidarios que puede haber un fallo en contra de Cristina. Y menos todavía que esa probable sentencia no puede caer por una manifestación popular frente a la Plaza Vicente López, a pocos metros del piso de la Vicepresidente.
Si el Tribunal Oral Federal (TOF) 2 acepta la condena pedida por el fiscal Luciani, CFK no tendría posibilidades de ser candidata a Presidente. Y tampoco serviría un indulto dictado por Alberto Fernández: no se puede aplicar ese remedio institucional, si el reo fue condenado por corrupción pública (artículo 36 de la Constitución).
El Frente de Todos ayer entró en un complejo laberinto. La vicepresidente inició su campaña, el Gobierno se plegará a su táctica electoral y los militantes no creen que se deba respetar un posible fallo adverso en la Causa Vialidad.
“Si la tocan a Cristina, habrá quilombo”, advirtieron ayer en la esquina de Uruguay y Juncal.
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