“Todos los días nos levantamos y nos acostamos mirando el nivel de reservas del Banco Central. De ese número depende la economía pero, sobre todo, el futuro del Frente de Todos”. Con esa crudeza define un encumbrado dirigente del oficialismo el estado de tensión en el que se encuentra la política, más dependiente que nunca de la fría decisión que toman, cada día, las personas y las empresas, es decir el mercado. Es el reconocimiento implícito del límite que encontró, casi 20 años después, las recetas y la épica del Estado presente en casi todo.
Lo dijo después de una semana en que pareció moderarse el drenaje masivo de dólares del Banco Central, empujado por la desconfianza y la codicia, aunque siga intacto el apetito por el billete verde que hace subir las cotizaciones y, claro, la brecha con el oficial.
El mismo interlocutor, que atiende a Infobae en un despacho oficial cerca de Casa Rosada, argumenta que recomponer las reservas vía acuerdo con exportadores y organismos de crédito multilateral puede tener la virtud simultánea de bajar la brecha y desacelerar la inflación. “Ahora, si no llegan los dólares.. Mejor no pensemos que no llegan”, dice esta fuente calificada que se refiere a uno de los tres desafíos urgentes que tiene por delante el Gobierno.
El segundo, del que también habla el interlocutor, se impuso en la agenda del Gobierno después de la marcha de la CGT, la CTA, los piqueteros y la izquierda del miércoles 17 de agosto: una recomposición urgente de los ingresos más bajos que sufrieron los estragos de la inflación. El ministro de Economía, Sergio Massa, sugirió ayer una solución que dependerá, principalmente, de lo que defina el presidente Alberto Fernández.
El esquema que podría aplicarse es una diagonal entre los reclamos de los sectores sindicales más rebeldes y opositores -que exigen una suma fija inmediata para todos- y lo que plantean los sindicatos orgánicos: que no se afecten las paritarias en las que los gremialistas ejercen su función primaria, que es la de negociar salarios y condiciones de trabajo. En cualquier caso, por pago de sueldos de estatales o vía asignaciones familiares, el Estado Nacional deberá aumentar el gasto público.
En el Council de las Américas, el ministro de Economía manifestó que están analizando con empresas y sindicatos la puesta en marcha de “dos sistemas de refuerzo en materia de ingreso para trabajadores formales y, sobre todo, para los sectores de indigencia”.
“Tenemos a sectores muy vulnerables a los que los picos de inflación de estos meses -los más altos que nos va a tocar vivir- encuentren en la acción del Estado, en colaboración con los actores socioeconómicos, una respuesta o una solución. En paralelo -afirmó el ministro de Economía- estamos intentando que el instrumento de las asignaciones familiares sirva como refuerzo de ingreso adicional”.
El factor Kicillof
Esta es una decisión que toca, al mismo tiempo y de manera directa, a la tercera urgencia que tiene por delante el Gobierno: el factor Axel Kicillof. Necesitado de la asistencia financiera de Nación, cualquier medida que tome la Casa Rosada referida a aumentos de salarios privados y públicos gatillará el pedido de más recursos para las arcas siempre flacas del fisco bonaerense.
“La mayoría de las provincias van a requerir asistencia financiera nacional, pero la provincia de Buenos Aires es la que cambia la ecuación. Además, ya empezaron a retrasarse e incluso se paralizaron algunas obras por falta de fondos o porque los contratistas, con la inflación que hubo, están pidiendo redeterminación de costos. Eso también demandará más recursos para que no se resienta la actividad”, explican cerca del gobernador.
El mandatario bonaerense mantiene con Massa una relación fluida. Más allá del rol de “controller” que algunos interpretaron que ejerce, Kicillof es un economista que sintoniza con las ideas económicas de quien lidera el Frente de Todos, Cristina Kirchner.
A más de un mes de su último discurso público, la vicepresidenta reparte su tiempo entre la política y las alternativas del juicio por supuesta corrupción con la obra pública de Santa Cruz, que le genera preocupación y fastidio profundo. En cuestiones económicas y el seguimiento de las medidas anunciadas por Massa, escucha al gobernador bonaerense.
“Hay acuerdo sobre las últimas medidas. Con Kicillof, Massa habló mucho sobre el tema de la deuda, sobre todo la postergación de los vencimientos monstruosos que había de la deuda en pesos. También tarifas. Sobre la deuda con el FMI ya es cosa juzgada”, explica la fuente.
Más allá de esas interpretaciones, Kicillof envió un mensaje político cifrado con la designación del combativo sindicalista Walter Correa en el Ministerio de Trabajo de la provincia. Es el mismo gremialista -que tiene diálogo con Cristina Kirchner- que marchó el 17 de agosto con un discurso fuertemente reivindicativo sobre la necesidad de recomponer urgente los ingresos más bajos.
Días antes de la marcha, el líder del sindicato del cuero y sucesor de Mara Ruiz Malec afirmó: “En el 2003, cuando salimos del infierno en el que nos volvió a meter Macri y esta oligarquía criolla, Néstor Kirchner hizo un decreto que devolvió la paritaria y dio una suma fija para insertar en los salarios”, recordó para defender el pago para enfrenta la inflación, fenómeno por el que culpó, no al Estado, sino a los que llamó especuladores: “Que (el presidente de la UIA Daniel) Funes de Rioja y su banda se dejen de joder, que no siga subiendo los precios”, dijo entonces.
En el gobierno de Kicillof descuentan que habrá un salvavidas financiero para enfrentar el impacto presupuestario que tenga una decisión nacional de aplicar un bono a cuenta de paritarias para los trabajadores formales que dependen del Estado bonaerense. En La Plata están lejos del pesimismo de la Casa Rosada: por ahora las encuestas lo tienen al gobernador -pese a la pandemia y la crisis económica galopante- liderando en imagen y en intención de voto. ¿Se quebrará esa tranquilidad con alguna declaración política de alto impacto?
La inflación y los gremios
Lo cierto es que la marcha del 17 de agosto puso en la calle lo que también reflejan las encuestas. No sólo la inflación encabeza las preocupaciones de los argentinos, sino que es un fenómeno que va en ascenso a medida que pasa el tiempo y se demora la recomposición de los ingresos, sobre todo los más bajos y los que están en la informalidad (en negro).
El último sondeo que elaboró el Observatorio de Psicología Social Aplicada (OPSA) de la UBA confirmó que la inflación está al tope de las respuestas (86%) cuando la consulta es sobre “los principales problemas del país”. Sigue de cerca la corrupción (73%), pero también el efecto asociado al aumento del costo de vida, que es la pérdida del poder adquisitivo de los ingresos (66%).
Una interpretación original sobre la combinación de marcha sindical e inflación la dio Martín Lousteau, economista, senador nacional y precandidato a jefe de gobierno porteño (UCR Evolución). “La pregunta es ¿contra quién se movilizó la CGT? ¿A quién le fueron a reclamar por el nivel de inflación? Cuando mirás lo que te descuentan en tu recibo de sueldo que va a la obra social y al sindicato ¿les sobra para lo que te dan? ¿Podrían manejar mejor las obras sociales? ¿Podrían cobrar menos la afiliación sindical? ¿Te podrían dar más? Entonces también son formadores de precios? También están haciendo que mi salario valga menos”.
Desde el lado sindical, aunque no ejerza, Facundo Moyano fue el día de la marcha la voz si se quiere más mordaz: “La inflación la tiene que contener el Gobierno, es su obligación. Hoy no sabemos qué cantar ¿qué vamos a cantar? ¿El que no salta es un especulador?”.
Y mientras tanto, la oposición
Si el Frente de Todos empieza a mostrar algunos signos de reordenamiento y -como dicen los economistas- “desinflación” de conflictos, Juntos por el Cambio es el reverso de esa moneda política que está en el aire. Las tensiones internas que se dispararon con las declaraciones explosivas de Elisa Carrió contra dirigentes de primera línea del PRO no cesan.
La visita de María Eugenia Vidal a Rogelio Frigerio -el principal atacado y quien prepara una demanda contra la líder de la Coalición Cívica- fue una toma de posición clara. La ex diputada también tiene un frente abierto con Cristian Ritondo, que disputa con Diego Santilli la candidatura de la oposición a gobernador por la provincia de Buenos Aires.
Carrió apuntó en su raid mediático contra Frigerio y Ritondo que quieren competir por Entre Ríos y Buenos Aires, respectivamente. Además, le generó un fuerte costo político a Horacio Rodríguez Larreta la forzarlo a estatizar las grúas antes de perder frente a la ofensiva de la oposición porteña para anular ese negocio opaco y leonino contra los intereses de la Ciudad de Buenos Aires.
El jefe de gobierno porteño -que hoy tenía previsto un acto en Vaca Muerta- mira de reojo las bajadas al territorio del conurbano bonaerense, que se concretan a pura selfie y épica reivindicativa de un gobierno que, hace tres años perdió con Cristina Kirchner y Alberto Fernández. Las fotos y videos con Néstor Grindetti (Lanús) y Diego Valenzuela (Tres de Febrero) ¿son sólo eso o prolegómenos de un incipiente operativo clamor? Se atribuye a Ernest Hemingway una frase que viene al caso: “Conocer a un hombre y saber lo que tiene en la cabeza son asuntos distintos”.
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