La marcha de la Confederación General del Trabajo (CGT) finalmente torció su rumbo, no en la calle sino en los destinatarios de sus reclamos. Por iniciativa de Pablo Moyano, que de manera sorpresiva se diferenció de sus pares y radicalizó su discurso, la movilización terminó con demandas hacia el Gobierno: “Alberto, poné lo que tenés que poner ante los especuladores. No podemos seguir con estos niveles de inflación”, advirtió el cotitular cegetista en una suerte de acto paralelo que montó al mediodía cuando habló desde un camión, como si fuera el único líder de la central obrera.
Se profundizó así la fractura de hecho que atraviesa la CGT. Aunque el dirigente camionero le exigió al Presidente que tomara medidas contra los empresarios que aumentan los precios, la mención crítica sobre la inacción del primer mandatario molestó a muchos de sus colegas, como el cotitular cegetista Héctor Daer (Sanidad), amigo de Alberto Fernández, que prefieren seguir tratando entre algodones a la Casa Rosada y por eso procuraron que la marcha pusiera en la mira a la inflación en forma abstracta y a “la política” en general, pero nunca directamente al Gobierno.
Los esfuerzos de Daer se hicieron evidentes en la conferencia de prensa posterior a la movilización cuando afirmó que la marcha se hizo “contra la especulación financiera de quienes quieren obtener grandes ganancias a partir de una devaluación y la especulación política de quienes quieren llevar a la sociedad con el agua en la nariz hasta 2023 para tener garantizado un triunfo electoral”. Y agregó: “No cabe duda de que esa especulación existe; si no, tendríamos a la oposición sentada en una mesa tratando de encontrar una salida en conjunto con el Gobierno para nuestro país”. Quizá por falta de tiempo, no precisó cuándo el Presidente convocó a dialogar a la oposición.
Quedó en evidencia que, pese a la ficción de la unidad, no hay una sola CGT. Hay un sector claramente alineado con Alberto Fernández y otro con Cristina Kirchner. En este último, con sus reclamos directos a Alberto Fernández, acaba de confirmarse el papel estratégico de Pablo Moyano. No sólo cuestionó al Presidente y castigó al empresariado sino que también defendió la idea de la Vicepresidenta de otorgar un aumento de suma fija para los trabajadores de menores ingresos: “Sacá ese bono o la suma fija para los trabajadores que no llegan a fin de mes y mantené las paritarias libres”, le exigió el dirigente camionero al primer mandatario. Sus colegas cegetistas ya le dijeron al ministro de Economía, Sergio Massa, que rechazan el recurso de la suma fija para recomponer los sueldos porque achata las categorías salariales y distorsiona la negociación paritaria.
Importantes funcionarios nacionales dejaron trascender que la marcha “no es contra el Gobierno” y el propio Alberto Fernández pareció contestarle a los díscolos de la central obrera cuando aseguró en un acto en La Rioja que la Argentina se está “recuperando, creciendo y avanzando”.
Aunque llega con una buena relación con todos los sectores sindicales, y sin que lo toque directamente la advertencia que la CGT escenificó en la calle, Massa seguramente tendrá en cuenta que el sindicalismo, pese a sus diferencias, brindó una sugestiva demostración de fuerza. Ya sabe que los dirigentes gremiales se quejan la falta de gestión del Gobierno y de las promesas incumplidas del Presidente, como en el nunca instrumentado auxilio financiero a las obras sociales, pero el problema es cómo conformar a los sindicalistas en medio de las severas restricciones económicas.
El ministro de Economía intentó sin éxito que la CGT levantara la marcha y postergó la convocatoria a empresarios y sindicalistas a un diálogo social a la espera de ablandar el rechazo de ambas partes al aumento de suma fija que impulsa Cristina Kirchner. Con su demostración de fuerza, la dirigencia cegetista siente que su opinión vale más que antes. Por eso en la central obrera están confiados en que el Gobierno archivará la suma fija y apuntará ahora a proponer el otorgamiento de un bono de emergencia, no remunerativo, que cada sindicato podrá pactar libremente en las paritarias.
Habrá un primer contacto oficial de Massa con la CGT el lunes próximo, cuando funcionarios, empresarios y sindicalistas discutan el aumento del sueldo mínimo, que hoy es de $47.850, en el Consejo del Salario. Si bien el mínimo es de un valor simbólico antes que efectivo en los ingresos de los trabajadores registrados, ya que sólo incide directamente en los planes sociales, representará una primera señal en esta etapa del Gobierno de recomponer los sueldos ante la elevada inflación.
En la calle, la CGT estrenó su alianza con organizaciones sociales cercanas al Gobierno, como el Movimiento Evita y Somos Barrios de Pie, y se dio un detalle significativo: pese a que Pablo Moyano los habría invitado, no hubo ni rastros esta tarde de los militantes de La Cámpora.
Luego de que el camionero sumó las advertencias al Gobierno, se produjo un efecto contagio en otros dirigentes. José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), una de las piezas clave de la cúpula de la CGT, admitió que la marcha fue contra “los procesos inflacionarios que ahogan a los argentinos y los formadores de precios”, pero advirtió: “El Gobierno debe poner algún control a esto”.
Sergio Romero (UDA), secretario de Políticas Educativas de la CGT, fue más allá: “Más allá de que haya culpa de los formadores de precios, el Gobierno inocentemente deja que aumenten los alimentos de primera necesidad -dijo a Infobae-. Hay que tomar medidas que empiecen a beneficiar a la clase trabajadora. El Gobierno tiene que ponerse los pantalones largos, tomar decisiones y hacerles llegar dinero a los trabajadores que están por debajo de la línea de pobreza”.
Pero, ¿por qué a la CGT le cuesta tanto enfocar sus críticas en el Gobierno por el alza de la inflación? “Es que la marcha de hoy fue un reclamo al Gobierno -admitió-. Nosotros podemos decir lo que querramos, pero las movilizaciones no se hacen exclusivamente contra el empresariado. Esto fue direccionado hacia el Gobierno y la política. El propio Gobierno reconoce que el problema es político porque puso a un político en el Ministerio de Economía. Los trabajadores no aguantan más. Le quedan días para tomar decisiones. Si no entiende el reclamo es porque lee mal la política”.
Gerardo Martínez (UOCRA), uno de los estrategas cegetistas, insistió en la defensa de las paritarias libres ante algunas versiones de que el kirchnerismo buscaría suspenderlas y dar un aumento de suma fija como señal antiinflacionaria: “La marcha es el primer capítulo que genera la CGT de afianzar una postura distante de la injerencia que pueda tener la política en el ejercicio de las paritarias libres”, dijo a Infobae. Y puso la mira en un funcionario que tiene la llave para que la CGT abandone las protestas: “Massa tiene el gran desafío de transformar sus acuerdos y palabras en acontecimientos que ayuden a un proceso de estabilización económica. Queremos que el Ministerio de Economía sea el Ministerio de la Confianza y él tiene la oportunidad de hacerlo”.
Aun así, la piel del sindicalismo está tan sensible ante el poder político que prendió luces de alerta ante la designación de la ministra de Trabajo del gobernador Axel Kicillof en la AFIP para controlar la recaudación de las obras sociales. ¿Es una señal de advertencia de Cristina Kirchner dirigida a la CGT? “No tengo ni idea, pero si tensan mucho la cuerda vamos a salir por ellos”, sostuvo un jefe cegetista. Uno de sus colegas incluso deslizó que el sindicalista ultrakirchnerista Walter Correa (curtidores) podría llegar al Ministerio de Trabajo en reemplazo del albertista Claudio Moroni.
Si fuera así, sería una declaración de guerra de la Vicepresidenta al sindicalismo tradicional. Y la primera confirmación de que la marcha de la CGT causó un fuerte impacto en el Frente de Todos y, además, una señal de que podría convertirse en la primera de muchas movilizaciones de protesta si el kirchnerismo logra encumbrarse en el Ministerio de Trabajo, su vieja y resistida aspiración.
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