A ajustar que se acaba el mundo

Desplazado del centro de la escena, Alberto Fernández sigue siendo indispensable. No tiene el poder, pero tiene la lapicera. Le guste o no, será convocado a ponerle el gancho a cuanto Decreto de Necesidad y Urgencia brote de la inventiva de Massa

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Sergio Massa, flamante ministro de
Sergio Massa, flamante ministro de Economía

Mucho más allá del cotillón, la fanfarria y el desaforado carnaval carioca que enmarcó la llegada de Sergio Massa al Poder Ejecutivo, es importante reconocerle al tigrense un mérito: la conquista de algo que nadie había logrado hasta aquí. El flamante mega ministro logró, al menos por estos días, desmontar el relato de Cristina Kirchner en relación a cómo se debe manejar la economía. No es poca cosa.

En el “anuncio de inminentes anuncios” con el que debutó este miércoles, Massa se desmarcó de manera explícita, aunque sin entrar en detalles, del catecismo económico de Fernández de Kirchner. Ajuste, cumplimiento de las metas fiscales acordadas con el FMI, baja de los subsidios a la electricidad, recortes del gasto, control de los planes sociales y nada de emisión. A vivir con lo justo, con lo que hay. Nada de fantasear con un “plan platita” por ahora.

Del feroz discurso de Ensenada a la reivindicación de la ortodoxia económica. Del portazo de Máximo al regreso a la casita de los viejos de Luis D’Elía. De la militancia efervescente de los pibes para la liberación al pogo clase mediero de los del Frente Renovador.

“Ni super nada, ni mago, ni salvador”, aclaró Massa. Nada dijo acerca de si dispone al menos de la credibilidad indispensable para que los exportadores liquiden en tiempo y forma o los bancos internacionales acepten cerrar acuerdos de financiamiento.

El gran desafío del nuevo ministro de economía es regenerar ese activo imprescindible del que, según todas las compulsas de opinión conocidas, él precisamente carece: la confianza. Juega a favor del recién llegado el contexto de extrema fragilidad en el que recibe el estado de la macroeconomía. La semana corrió al límite con el Banco Central vendiendo dólares y las reservas líquidas abajo pero, debe decirse también, que se frenó la escalada violenta de las divisas.

Sin herramientas rápidas para reconstruir un escenario de previsibilidad y certezas, Massa echa mano a su bagaje de ambición política, audacia y nutrida agenda de estrechísimos contactos en el círculo rojo.

Un rápido paneo por las primeras filas de la platea que otorgó densidad a su llegada a la Rosada permite sacar algunas conclusiones. No todos los primeros planos de empresarios con los que se amenizó la brevísima televisación son de digestión rápida para los amigos del Patria. Muy por el contrario, no son pocos los que regurgitaron ácido sin pestañear en la tarde de gloria de Sergio Massa.

Máximo Kirchner, quién reconoce en el tigrense una suerte de coach político, un sherpa en el mundo de los hombres del establishment, no estuvo en esa foto. Tampoco su señora madre, quien sí se dejó inmortalizar en una imagen que los muestra en una imponente mesa con solo dos posiciones. La comentada troika del poder llegó hasta el martes. Uno de los vértices de ese trípode de la coalición gobernante agotó su oportunidad.

Tras la recepción que se montó en el Museo del Bicentenario, más propia de labor de un wedding planner que de las diligencias de Casa Militar, Alberto Fernández salió de la escena sin mucha bulla, con más pena que gloria, pero enarbolando su auto reivindicación.

Alberto Fernández se atribuye haber sostenido la unidad del Frente de Todos contra viento y marea. Un empeño al que se aplicó sin reparar que en daños auto infringidos con los que terminó llevándose puesta la economía nacional. El Presidente está vanish into thin air por no decirlo en lunfardo.

Hay quienes prefieren no confiar en esta desaparición forzosa de Alberto Fernández y por lo lo bajo advierten acerca de una remanente capacidad de daño. La vida pasa y los rencores quedan, aseguran los más insidiosos. Pero este es otro tema.

Desplazado del centro de la escena, Fernández sigue siendo indispensable. No tiene el poder, pero tiene la lapicera. Le guste o no, será convocado a ponerle el gancho a cuánto Decreto de Necesidad y Urgencia brote de la inventiva de Massa. Vilma Ibarra está allí para cuidarle la firma. Ella viene salvando la piel, pero, como los que se fueron, está nominada.

Massa pasa para muchos a ocupar el rol de la “mancha venenosa” que tan bien le sentó a AF. Confían en su diligencia y desenfado a toda prueba, pero prefieren mirar de afuera. Con una diferencia sustancial: acompañan desde el más allá y no parecen dispuestos a contrariar, al menos por ahora. Alguien tiene que hacer el trabajo sucio. Sergio parece dispuesto. Los más duros dicen que le dieron dos meses de changüi.

Massa dispone de poco tiempo y lo sabe. Lo que probablemente no puede mensurar es el umbral de tolerancia de CFK y los suyos a la hora de deglutir los sapos crudos de la claudicación.

Por el momento, el ultrakirchnerismo guarda prudente silencio. De cara al precipicio nadie parece dispuesto a perturbar. Sergio Massa se juega al todo o nada. Hay que dejarlo andar.

El ministro de Economía, Sergio
El ministro de Economía, Sergio Massa, firma junto al presidente Alberto Fernández su nombramiento durante el acto de asunción en Casa Rosada

La Cámpora está demasiado ocupada en prestar soporte mediático a CFK cuando enfrenta la peor semana judicial de la que se tenga memoria. La audiencia pública y oral en la causa de Vialidad ofrece una exposición detallada de “una de las matrices más extraordinarias de corrupción”, según el fiscal Diego Luciani. Otro mazazo.

“Si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”, es la consigna del momento. Del Salario Básico Universal, ni hablar. El silencioso retiro cristi-camporista de las demandas sociales no tiene su correlato en organizaciones sociales ni sindicales.

Juan Grabois no parece dispuesto a aflojar. Con los pies ya fuera del plato, asegura no sentirse contenido por las medidas económicas anunciadas y analiza dejar con sus legisladores del Frente Patria Grande la coalición oficialista. Intenso a más no poder, sube el voltaje de sus reclamos y pasa a liderar junto a los sectores piqueteros más radicalizados. Un problemita ahí.

La idea, nada nueva por cierto, de llevar adelante una política de reordenamiento de los planes sociales durante los próximos 12 meses anunciada por SM sin demasiados detalles ni precisiones no les cierra a las organizaciones sociales.

Lo de la CGT toca otras fibras muy sensibles. Los dirigentes sindicales no quieren saber nada con bonos ni sumas fijas. Los hasta ayer muy mansitos popes del sindicalismo están en pie de guerra. Ellos quieren discutir paritarias, nada de ajuste salariales por DNU. Lo que está en juego es una cuestión de poder.

La idea de enmendar la pobreza en la que han caído buena parte de los trabajadores registrados y en blanco por la vía del decreto o la suma fija es rechazada de plano.

El anuncio de Massa viene a revolver el avispero de las soterradas tensiones que anidan en la relación entre la CGT y La Cámpora.

“La Cámpora es como la humedad…avanzan…quieren meterse en todo”, asegura un connotado dirigente sindical. Según esta mirada, la concepción del poder que imprime CFK en los camporistas va en el sentido de pretender copar todas las terminales.

Recelan de las reacciones de CFK y muchos de ellos están convencidos de que ella quiere hacer entrar a los camporistas dentro de la estructura cegetista. Los más ortodoxos aseguran que el objetivo de máxima es apoderarse del peronismo.

Hasta el anuncio de un bono o suma fija bajado por Massa estaban dispuestos a acompañar apostando a impronta y capacidad política, pero tras conocerse los anuncios ratificaron la marcha del 17. El sindicalismo debe seguir preservando una identidad propia aseguran. “La marcha no se levanta porque hay una puja de poder político”. Lo oficializaron así, con todas las letras.

“Tienen una línea, son patológicos, cerrados, ven conspiraciones en manera permanente y pretenden centralizar la toma de decisiones”. Así definen al kirchnerismo en la central obrera. Ahora salen abiertamente a resistir.

Los jefes sindicales entienden que esa idea es propia de la concepción perversa del manejo de las decisiones que tiene el kirchnerismo. Consideran que apunta a una concentración del poder que no sólo devalúa a la dirigencia sindical sino que opera achatando la pirámide laboral.

La designación de Gabriel Rubinstein refuerza la veta fiscalista enunciada por el tigrense. El nuevo viceministro de economía abogaba hasta hace días en los medios por un fuerte ajuste fiscal y proponía dólares diferenciados para escapar de una devaluación que muchos entienden como inevitable. La palabra maldita resulta inevitable.

La oposición de Juntos observa con cautela el despliegue gubernamental. Si el oficialismo logra sellar un entendimiento interno en avanzar con medidas duras se verán conminados a acompañar. Nadie quiere hacerse cargo del apriete que se viene.

José Luis Espert sugiere que Massa está haciendo lo mismo que intentó Macri y no faltan los que sostienen que el nuevo ministro está a la derecha del renunciante Martín Guzmán.

Siempre se dijo que el problema es de la política y no de la economía. Ahora todo parece indicar que con la situación económica tocando fondo, la crisis termina forzando entendimientos en la coalición gobernante. La brecha ordenando la política.

El miedo es cobarde y se lleva puesta a la doctrina.

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