El programa económico y financiero de Sergio Massa ya retoca la tradicional agenda de Alberto Fernández con Washington, que implicaba frío polar con Mauricio Claver Carone -titular del BID-, acuerdo sin ajuste con Kristalina Georgieva -directora gerente del FMI- y distancia diplomática con Marc Stanley, embajador de Estados Unidos en la Argentina.
En apenas 24 horas de gestión, desde su despacho del Quinto Piso del Palacio de Hacienda, Massa acercó posiciones con Claver, diseña una negociación diferente con Georgieva y plantea una hoja de ruta con Stanley que ya causó un sarpullido diplomático en Balcarce 50 y la Cancillería.
A través de dos argumentos financieros que ahora aparecen inobjetables en las entrañas del Frente de Todos -la necesidad de sumar reservas para el Banco Central y aumentar el flujo de dólares-, Massa ejecuta una sorpresiva política exterior con Estados Unidos que coloca en una situación incómoda al Presidente.
Alberto Fernández no soporta la perspectiva ideológica de Mauricio Claver, titular del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El jefe de Estado siempre cuestionó a Claver por su participación institucional en el FMI cuando se le otorgo un crédito Stand-By de 53.000 millones de dólares a Mauricio Macri, y fracasó - junto a Gustavo Beliz- cuando pretendió derrotarlo en la elección de autoridades del BID.
“Se han apropiado de la conducción del Banco Interamericano de Desarrollo que históricamente estuvo en manos latinoamericanas”, consideró Alberto Fernández en la Cumbre de las Américas, en obvia crítica a la decisión de Donald Trump de colocar a Claver en la conducción del BID.
El Presidente considera que Claver es un intruso en el Banco Interamericano de Desarrollo y creía que podía forzar su renuncia a través de un expediente abierto en su contra por presunto conflicto de intereses. Alberto Fernández tenía a su lado a Beliz -que era su secretario de Asuntos Estratégicos-, y Claver a los halcones del Partido Republicano y ciertos asesores influyentes de Biden.
La ofensiva del jefe de Estado fue ineficaz. Beliz ya renunció, Claver asume que su expediente administrativo será cerrado en los próximos meses y sabe que la cartera del BID cumplirá un papel indispensable para aplacar la ofensiva de China -a través de la Ruta de la Seda- en la mayoría de los países en América Latina.
Massa conoce todos los secretos políticos que causaron la distancia infinita entre Alberto Fernández y Claver, pero el ministro de Economía es pragmático y no dudó en acercar posiciones públicas con Claver para robustecer su estrategia financiera vinculada a la oferta de dólares y la suma sistemáticas de reservas del Banco Central.
“Agradezco a Mauricio Claver-Carone de @el_BID la reunión mantenida en la que evaluamos el estado de situación de los prestamos existentes y las nuevas oportunidades de financiación para promover el desarrollo inclusivo y desarrollar obras de infraestructura en nuestro país”, posteó Massa en su cuenta oficial de Twitter.
Las diferencias de Alberto Fernández con Claver habían provocado que la Argentina no recibiera -en 2022- un sólo dólar del BID, pese a los cálculos presentados por Martín Guzmán al Congreso cuando se trató el acuerdo de Facilidades Extendidas que había concedido el Fondo Monetario Internacional (FMI).
La conversación de Massa con el titular del BID destrabó la situación política y es probable que este banco multilateral remita al país una suma cercana a los 1.000 millones de dólares para financiar obras públicas. Si así sucediera, sería un triunfo estratégico del ministro de Economía y una amarga derrota de Alberto Fernández.
Desde una perspectiva geopolítica, el movimiento de Massa con Claver no sólo debe ser leído en términos de créditos blandos para mejorar la existencia de dólares en el país. Claver es un representante de los Estados Unidos en un organismo multilateral y la asignación de recursos para la Argentina no es un acto propio del titular del BID.
La Casa Blanca no compartía la ofensiva de Alberto Fernández contra su delegado en el BID, y la aparición de Massa cierra un capítulo de roces y desconfianzas que opacaba la relación bilateral con Estados Unidos. El ministro de Economía tiene como aliado diplomático a Juan González -consejero de Seguridad Nacional de Biden-, y su peso en el Salón Oval facilita los movimientos de Massa en DC.
González no sólo ayuda en el BID: su influencia alcanza también al Fondo Monetario Internacional. Massa ya tiene una línea directa abierta con el staff del FMI y prepara su viaje a Washington para mantener una larga reunión con Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo.
Al 30 de junio, cuando concluyó el segundo semestre del año, Economía y el staff del FMI reconocieron que se había incumplido una meta del acuerdo de Facilidades Extendidas negociado por Martín Guzmán. El incumplimiento es menor -faltó un porcentaje de las reservas del Banco Central que debía aportar el BID-, y Massa se tiene que hacer cargo del entuerto.
El staff y el board del FMI escucharán los argumentos del ministro de Economía, exigirán que se respete la velocidad acordada de las metas y finalmente harán el desembolso previsto en septiembre. Massa diseña otra metodología para cumplir con las previsiones del Fondo, y ese procedimiento también podría exhibir contrastes con la posición habitual de Alberto Fernández.
El titular del Palacio no bosqueja un ajuste económico, pero cree que Guzmán no planteó con perspicacia técnica y política su clinch con Georgieva y define otra estrategia que -de nuevo- retoca la agenda que siempre impuso Alberto Fernández con Estados Unidos.
La jugada es fácil de explicar: si Argentina cumple con velocidad y soltura las metas del FMI, sería más fácil establecer una lista de prioridades económicas que Estados Unidos podría financiar con ayuda bilateral. A eso apunta Massa sin preconceptos técnicos o ideológicos.
Marc Stanley es amigo personal de Joseph Biden y embajador de Estados Unidos en la Argentina. Stanley entendió rápido como es la lógica de poder en el país, y no ha dejado de reunirse con factores de poder desde que llegó a Buenos Aires.
El representante político de Biden protagonizó un hecho inédito: se reunió con Cristina Fernández de Kirchner en su despacho del Senado, un acontecimiento bilateral que sorprendió -por igual- en la Casa Rosada y en la Casa Blanca.
Alberto Fernández mantiene una fría relación con Stanley. Se cruzaron feo durante un encuentro en el despacho presidencial, y desde allí todo quedó ceñido a los códigos formales de una relación protocolar. El jefe de Estado discutió con el embajador acerca de los invitados de Estados Unidos a la Cumbre de las Américas y ya nada fue como antes.
Massa se apoya en Stanley -junto al consejero González y el embajador Jorge Arguello- para coronar una agenda de altísimo nivel en Washington. El ministro de Economía tiene previsto visitar DC a fines de agosto, y el enviado de Biden a la Argentina movió todas sus relaciones para que Massa acceda a los principales despachos de poder vinculados a la Secretaria del Tesoro, el FMI y el Banco Mundial.
En Washington saben que Massa cuestiona in totum a los regímenes dictatoriales de Nicaragua, Cuba y Venezuela, y considera un error geopolítico la posición ambivalente de la Argentina respecto a China y Rusia.
Esta agenda beneficia al ministro de Economía y lo acerca al embajador Stanley, que no ha perdido contacto con el Ala Oeste de la Casa Blanca y su Salón Oval.
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