Alberto Fernández encabezó más de una decena de juras desde que asumió y cada funcionario entrante le imprimió a su propia ceremonia un aire distinto. Algunas fueron más bien solemnes, como la que protagonizó Silvina Batakis en medio de la corrida cambiaria tras la salida de Martín Guzmán. Otras tuvieron cierta mística, como en el caso de Juan Manzur, que llegó tras el recambio post-PASO; y de Daniel Scioli, cuando reemplazó -por un breve plazo- a Matías Kulfas. Sergio Massa buscó, para su asunción al frente del Ministerio de Economía hacer un despliegue de gestos y mensajes políticos orientados en una sola dirección: su proyección presidencial.
Sin embargo, se hizo esperar. El tigrense llegó casi una hora tarde a su propia fiesta, prevista inicialmente para las 17. Pasada esa hora, mientras el Museo del Bicentenario se encontraba ya colmado y preparado para jura, el ex titular de Diputados seguía en las oficinas privadas que ocupa en el barrio de Retiro. Había pasado el día allí, encerrado con el equipo económico que conformó en tiempo récord, durante el fin de semana, para que lo acompañe durante la gestión, delineando el esperado paquete económico que anunciaría después de jurar.
Recién arribó a la Casa Rosada a las 17.30, mientras el subsuelo se transformaba en un hervidero de funcionarios, empresarios y sindicalistas que se preguntaban cuándo empezaría pero aprovechaban para rosquear en un ambiente efusivo.
Massa ingresó con su esposa y la titular de AySA, Malena Galmarini, y con sus hijos, que ayer lo habían acompañado también a la sesión de despedida de la Presidencia de Diputados. En familia se dirigieron al despacho de Alberto Fernández, que los esperaba junto a sus colaboradores más cercanos: el secretario de la Presidencia, Julio Vitobello; la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra; la portavoz, Gabriela Cerruti; y el -nuevo- vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos.
Era la primera vez que se veían desde el lunes, cuando se habían reunido en Olivos. Desde entonces sólo habían hablado por teléfono, sin reuniones presenciales para discutir los últimos detalles de las misteriosas medidas que diseña desde el viernes pasado el -desde ayer- ex presidente de la Cámara de Diputados.
“Lo pasó a buscar, hablaron en un clima distendido y después bajaron”, contó a Infobae un funcionario de la Presidencia. Aunque después se ocupó de destacar que durante breves minutos habían tenido un diálogo en privado, donde Massa le mostró, en tiempo récord, el paquete que dará a conocer esta tarde a partir de las 19.30 durante una conferencia de prensa en el palacio de Hacienda.
En la Casa de Gobierno aseguraron que el Presidente estaba al tanto de cada detalle, pero un estrecho colaborador del nuevo ministro relativizó esa versión. “En este momento no hay tiempo ni espacio para ir consensuando todo, todo. O te alineás, o te pasan por encima”, dijo, sacando pecho, cuando había terminado la ceremonia. Y puso en tela de juicio, también, las versiones que indican que Massa consultó todos sus pasos, también, con Cristina Kirchner.
El acto de asunción de Massa fue organizado con amplio despliegue -más de 700 invitados, una cifra inusualmente alta para este tipo de puestas en escena- y en muy pocos días, lo cual llevó -al menos así lo justificaron- a que hubiera varios problemas de organización. Empezó tarde, duró poco, y los invitados se desagregaron lentamente. Durante la desconcentración, los comentarios general giraban en torno a si Massa podrá cumplir las expectativas que buscó general en los últimos días, paliar los desafíos económicos y, finalmente, llegar competitivo a 2023.
Nadie sabía responderlo. Unos se mostraban confiados, otros muy cautos. Un hombre muy cercano al tigrense, que se consideró a sí mismo “el rey de los pesimistas”, dijo que, más allá de las intenciones y los deseos, a Massa se le hará cuesta arriba remontar la pésima imagen del Gobierno, aún surfeando con éxito la crisis en el corto plazo.
Massa y Alberto Fernández se abrazaron dos veces sobre el escenario. Sólo habló el Presidente, dos veces. La primera fue para darle la bienvenida, entre elogios. La segunda -previo pedido al público para que lo dejaran hablar una vez más- fue para reconocer los servicios prestados por su predecesora, Batakis, que estuvo en su cargo sólo 24 días y se fue dolida, empujada por Massa; a Scioli, que no llegó a cumplir dos meses en Producción hasta que lo corrieron a pedido del tigrense; y a Julián Domínguez, que había llegado a Agricultura durante el recambio post PASO en 2021 y fue eyectado con un aviso telefónico. Después, el primer mandatario bajó los escalones que lo separaban del piso; dejó a Massa solo y sonriente sobre la tarima, y se dirigió a su despacho, donde lo esperaba Scioli. Conversaron durante una hora “sobre lo que viene”, dijeron fuentes oficiales.
Cristina Kirchner, como ya es costumbre desde hace un año y medio, no estuvo. Si bien corrieron rumores, en los últimos días, de que existía la posibilidad de que asistiera, un funcionario de la Presidencia encargado de la organización aseguró que fueron versiones esparcidas por el massismo para arengar la idea de un apoyo total del kirchnerismo. Pero aseguró que en no hubo una sola señal desde el Instituto Patria o el Senado en ese sentido.
El acto de hoy tuvo de todo: lágrimas, largas entrevistas con los medios en el lugar, muchas alusiones a las frases armadas de moda en el oficialismo para referirse a Massa -“la última carta” y “la última bala”- e inclusive un pequeño pogo gestado por amigos y familiares de Massa, cuando la primera plana del Gabinete, los gobernadores e intendentes, sindicalistas y empresarios ya se habían desagregado. Un grupo de mujeres que se habían sentado atrás de todo y no llegaban a ver nada pero se quedaron hasta el final llevaban un hashtag que aún no es oficial: “Sergio Massa, espalda con espalda”. Afuera, un grupo reducidísimo de militantes llevaba pancartas escritas a mano y banderas blancas con letras celestes que rezaban: “Frente Renovador”.
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