En 2016, Infobae reveló por primera vez documentos que serían usados en el juicio por la “Contraofensiva” de Montoneros de 1979-80, ya que en ellos los represores admiten la captura de personas luego muertas o desaparecidas; pero esos archivos exponían al mismo tiempo un modus operandi de los jefes guerrilleros que fue funcional a la represión.
El grueso del contenido de esta nota se publicó hace 6 años, en 2016. Pero recobra actualidad por las recientes declaraciones de Fernando Vaca Narvaja en la larga entrevista que le hizo Tomás Rebord para su canal de Youtube.
Allí, consultado sobre la Contraofensiva dijo que la misma había sido un “éxito”, y cuando el entrevistador acertadamente le preguntó a qué precio, la respuesta fue: “Al precio que impone un proceso de lucha contra la dictadura militar”...
A continuación, Vaca Narvaja dijo que la Contraofensiva había dado inicio a “una segunda revolución en el continente, todavía vigente”, y que gracias a ella se había iniciado la resistencia social en la Argentina -”aparece Saúl Ubaldini”, ejemplificó- y la dictadura fue derrotada.
Más allá del delirio de considerar que una operación clandestina en dos oleadas de la que la sociedad argentina prácticamente ni se enteró -con excepción de un par de atentados espectaculares-, porque la censura de prensa era férrea, pudo poner a Montoneros a la vanguardia de la incipiente conflictividad social, y tuvo algún peso en la retirada de la dictadura, impacta el cinismo con el cual los jefes montoneros sobrevivientes se refieren a las bajas que se produjeron en su organización.
Como lo confirman los archivos que aquí se analizan, la conducción montonera mandó literalmente al muere a un centenar de militantes, de los cuales cayeron 80, la mayoría en la frontera, antes siquiera de ingresar al país, y otros muchos, apenas llegados a Argentina y sin casi haber entrado en operaciones. La Contraofensiva fue un éxito, sin duda, pero para la dictadura que acabó así de aniquilar lo poco que quedaba de Montoneros.
Hoy, al amparo de la impunidad y confiando en que el paso del tiempo borre la memoria de los argentinos en general, y de los protagonistas y testigos de esa historia en particular, los jefes montoneros que sobrevivieron al aniquilamiento de casi toda su tropa ensayan una lavada de cara y una reescritura del pasado que oculte su responsabilidad política en la muerte inútil y evitable de tantos jóvenes argentinos.
Los documentos confirman también la existencia de una línea disidente dentro de la organización respecto a la evaluación de la Contraofensiva. Más allá de la escisión protagonizada por Rodolfo Galimberti y Juan Gelman en febrero de 1979 -desencadenada en parte por el carácter militarista que le dio Montoneros a ese operativo de regreso de exiliados al país-, también hubo debate luego del fracaso estrepitoso de la primera oleada de la Contraofensiva. Impacta el empecinamiento de la conducción montonera pese a la evidencia de que la dictadura tenía mucha información sobre lo que se proponían hacer. Impacta también el calificativo de “desertores” dado a quienes manifestaban una diferencia política con la línea oficial.
[Lo que sigue es parte del informe publicado en Infobae en 2016, e incluye varios de los archivos de los servicios de inteligencia, usados como prueba en el juicio por las desapariciones durante la contraofensiva]
En 1979, cuando la dictadura había casi completado el exterminio de las organizaciones guerrilleras en el país, la conducción de Montoneros, que se había exiliado a fines del 76 para preservarse, decidió lanzar lo que llamó una “Contraofensiva”, para lo cual reagrupó a los militantes que habían sobrevivido a la represión y que estaban dispersos en distintos países, México, España, Brasil, etc.
Pese a tratarse de una operación clandestina, el anuncio fue público y el reclutamiento también. “Si querés volver al país a combatir la dictadura, dejá tu nombre en la urna”, fue la frase final de una reunión en un club de Madrid, en tiempos en que la militancia en esas organizaciones costaba la vida.
El archivo al que Infobae tuvo acceso evidencia el detallado conocimiento que tenía la dictadura tanto de la situación interna de la organización, como de sus planes, metodología, blancos posibles de los atentados que pensaban cometer y, más grave aún, la identidad de la mayoría de sus cuadros.
Los documentos, desde ya, son autoincriminantes para los represores, puesto que revelan detenciones de personas que hoy están desaparecidas. Pero leerlos es como sumergirse en la trama de una larga cadena de caídas anunciadas que la conducción de Montoneros pudo evitar pero por el contrario casi pareció fomentar.
Cuando en agosto de 2003 el juez Claudio Bonadío detuvo a los jefes montoneros Roberto Perdía y Fernando Vaca Narvaja y pidió la captura de Mario Firmenich (estaba en Barcelona donde extrañamente Interpol no lo pudo hallar) por considerarlos “partícipes necesarios” del secuestro de varios de sus militantes en aquella Contraofensiva, los organismos de derechos humanos pusieron el grito en el cielo ante una iniciativa que contradecía su relato.
Pero los documentos que aquí se publican sustentan algo que en aquel momento dijo el juez: que esos “jefes” no tomaron todos “los recaudos necesarios para que sus decisiones no fueran funcionales a la estructura ilegal de la represión”. Las capturas de los militantes enrolados en la Contraofensiva les fueron servidas en bandeja a los militares. El número ascendió a más de 80, en tiempos en que la organización no superaba los 400 efectivos en total.
En enero de 1980, la primera etapa de la Contraofensiva había concluido -con muchas bajas- y la segunda –que acabaría igual- estaba en curso. En un informe de la DIPBA (Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires), del 30 de enero de ese año, hay un párrafo muy significativo: “…existe una división a nivel cúpula de la BDT [N. de la R: Banda de Delincuentes Terroristas] Montoneros: una de las ramas mantiene la línea que la lucha armada en la Argentina no debía continuar, sino que volcarían los cuadros a la actividad política exclusivamente (…). El otro sector se pronuncia por la lucha armada con la convicción que la contraofensiva debe continuar en la Argentina, ratificando estos conceptos el DT [N. de la R: Delincuente Terrorista] FIRMENICH desde Nicaragua. Es así que este dirigente envía cuadros conformados en el exterior de TEI y TEA [N. de la R: Tropas Especiales de Infantería y Tropas Especiales de Agitación, según la nomenclatura militarista adoptada por el grupo], los que debían operar solamente tres meses, pero luego decide que su accionar debe continuar tres meses más; lo que dio lugar a que se produjera la caída de algunos de sus cuadros (muertes y detenciones)”.
Un poco más atrás en el tiempo, el 20 de septiembre de 1979, un parte de Inteligencia de la Prefectura Naval Argentina, dice: “Se ha tomado conocimiento de que esta organización ha formado las TEA (Tropas Especiales de Agitación) (que) serán integradas por militantes que han ingresado al país, junto a otros que habían quedado en la Rep. Argentina ‘desenganchados’. Se sabe (que) ha constituido asimismo las TIE [N. de la R: por TEI, Tropas Especiales de Infantería]”. El informe incluye los nombres de los jefes de las TEA en Córdoba, Litoral y Capital Federal: Manuel Quintana, “Gervacio” (sic) y Ernesto Ferrer.
También hay un listado de los miembros de Montoneros, entre 191 y 243 (dentro del país). Fuera del país, se estima un número entre 222/243. “TOTAL APRECIADO EN LA BDT: 413/491″, concluye el informe.
Documento: Listado de miembros de la organización
En un parte posterior se dice que la conducción “avala como correcta y positiva la ‘maniobra de la contraofensiva’ (y) estima que tuvo tres grandes aciertos: dividió a los campos enfrentados (oligarquía-trabajadores y pueblo), señaló que es la clase obrera quien debe conducir la lucha por la liberación nacional y, por último, que es la BDT quien debe conducir a aquella”. En síntesis, se dicen “satisfechos” con lo logrado y “aunque el costo fue elevado, de lo que culpan a la disidencia de (Rodolfo) Galimberti [N. de la R. de febrero de 1979], los resultados lo justifican”.
“A pesar de las bajas sufridas –agrega el informe-, pérdidas de material y escaso rédito obtenido durante 1979, nuevamente ingresarán militantes, durante el transcurso del presente año”.
En septiembre del 79, los militares sabían que “actualmente en el País, habría dos grupos de Tropas Especiales de Infantería (TEI), cada uno compuesto por 11/12 delincuentes terroristas”. Y agrega. “Se pudo determinar que una de las TEI estaría liderada por el DT HECTOR PEDRO PARDO (a) ALCIDES (…) presumiéndose que opera en el Gran Buenos Aires. La otra TEI estaría encabezada por el DT MIGUEL OLMEDO, con jurisdicción en Capital Federal”.
En otro informe del mismo mes se revela la estructura de una de las TEA, con los nombres legales de sus integrantes (“Teniente RICARDO DANIEL SANTILLI (NG) ‘PABLO’, ARGUELLO (NG) ‘SUBTENIENTE ADRIANA’ Y ANGELA A SALOMONE (NG) ‘MILICIANA EVA O NEGRA”). Se agrega la trayectoria y descripción física de unos 14 miembros de las TEA.
Documento: Estructura de los grupos que operan en la Contraofensiva
En otro parte de Inteligencia del mismo mes, se lee: “Se tiene conocimiento de que la BDS MONTONEROS se encuentra abocada al entrenamiento intensivo de pequeños pelotones de combate para la realización de acciones subversivas en nuestro país”. Ese entrenamiento se estaría realizando “en Palestina [sic, probablemente en referencia al Líbano] y en Cuba”. “Las precitadas acciones tendrían su comienzo en el corriente mes y para ellos los grupos de marras ingresarían a nuestro país por diferentes medios y lugares (preferentemente por Brasil, Paraguay y Bolivia)”.
Los militares conocen el nombre legal y la falsa identidad del responsable de la base de documentación en Brasil: José Alberto Vitar y Julio César Celia, respectivamente. “Ha viajado a Bolivia, donde se lo vigila para detectar los contactos que realice, para luego proceder en consecuencia”, dice el parte.
La primera etapa de la Contraofensiva tuvo lugar en 1979 y en ella cayeron varios cuadros de la organización, algunos históricos, como María Antonia Berger (sobreviviente de los fusilamientos de Trelew), Armando Croatto, Horacio Mendizábal, Guillermo Amarilla y otros.
Operación Guardamuebles
El 27 de diciembre de 1979 tiene lugar un incendio en un guardamuebles en la calle Conde 2400, Capital Federal, dejando al descubierto un escondite de armas montoneras y una metodología, que llevará a la detección de muchos otros depósitos similares.
El incendio y el hallazgo fueron reportados por los diarios. Pero ni la conducción “estratégica” (Firmenich) ni la “operativa” (Perdía) tomaron recaudos. Los militantes fueron enviados a retirar los pertrechos depositados a pesar de que se podía suponer que los estarían esperando.
Los militares montaron el “Operativo Guardamuebles”, por el cual detectaron varios depósitos más y emboscaron a sus dueños. La orden fue relevar las empresas del rubro allí donde saben que actuará la “BDT” -Capital y Gran Buenos Aires, Córdoba, etc.- y ordenan controlar especialmente los depósitos realizados de octubre a diciembre (1979), tener en cuenta que los guerrilleros depositan pocos elementos, que las armas, explosivos y demás objetos están ocultos en sillas tapizadas, sillones, bafles, termotanques, televisores, etc. que la estadía fue pagada por adelantado y generalmente hasta febrero, que las cosas son traídas directamente por el cliente y no por flete. Y advierten que por lo general “el depositante” utiliza DNI. Esto es porque su uso no estaba tan difundido como hoy y las cédulas de identidad eran más difíciles de falsificar.
La Operación Guardamuebles tendrá una eficacia casi del cien por cien. En solo 3 días, del 27 al 29 de febrero, detienen a diez militantes de la segunda ola de la contraofensiva, apenas ingresados al país, entre ellos, Ricardo Zucker (hijo del actor Marcos Zucker). Los arrestos siguen hasta mayo, completando un total de 20, porque los militares montan emboscadas en las citas de control.
Documento: Bajas producidas por el Operativo Guardamuebles
La mayoría de los caídos en este grupo eran personas que habían sobrevivido a la primera ola de la Contraofensiva, en 1979, pero fueron enviados nuevamente al país. Entre ellos, había una adolescente, Verónica Cabilla, de 16 años. Está desaparecida.
La Operación Guardamuebles –dice un informe “estrictamente confidencial y secreto”, de marzo del 80- permitió saber que Montoneros retomaría sus actividades ese mes, que los “miembros de la BDT” ingresarían “desde el exterior”, aprovechando el “caudal turístico veraniego”, que no usarían vuelos intercontinentales porque los aeropuertos eran demasiado controlados para “sus pasaportes apócrifos”. “Las vías de ingreso (serían) Brasil, por cualquiera de sus fronteras, Paraguay, por todas sus fronteras terrestres, Chile, en particular por Mendoza y Bariloche, y Uruguay, (sólo para) los elementos no muy conocidos en Capital Federal”.
Lógicamente, esas fronteras serán especialmente vigiladas. Es la “Operación Murciélago”.
En febrero del 80, una pareja de cuadros de la Organización es secuestrada al intentar ingresar al país por Mendoza. Sigue el arresto de otro, en el aeropuerto de la misma provincia. Eso les permite “neutralizar” -según el siniestro eufemismo utilizado- a otros 5 cuadros, casi todos del área de Prensa. El 9 de septiembre del 80 “neutralizan” a otro militante con grado de Tte 1º, en Punta de Vacas, Mendoza, por el cual llegan a otros dos.
La conducción montonera llama “deserciones” a los desacuerdos políticos. El documento cita el caso de Manuel López (NG Alberto), ex jefe del TEI n°1 que se niega a cumplir la orden que le da Roberto Perdía de volver al país en desacuerdo con la evaluación de la primera etapa de la Contraofensiva y la posibilidad de seguir, “a raíz de las bajas sufridas en el año anterior y de no haberse logrado suficiente repercusión de masas”.
Pese a todo, “para la segunda maniobra de la contraofensiva, en particular en los meses de marzo, abril y mayo, (…) funcionará el grupo TEI a asentarse en la zona norte del gran Buenos Aires, a cargo de (NG) CHINO”.
El objetivo es producir atentados importantes, uno antes del 24 de marzo, contra algún alto funcionario del gobierno. Incluye la lista: “JUAN ANTONIO NICHOLSON, subsecretario de Coordinación económica, MARCOS RAUL FIRPO, de la Sociedad Rural, RICARDO GRUNEISSEN, del grupo empresarial ASTRA, EDUARDO BRAUN CASTILLO, empresario, ARTURO ACEVEDO, del grupo Acindar,…” etcétera.
Documento: Operación Murciélago
Un segundo informe de Inteligencia de Prefectura, del 11 de abril de 1980 dice: “La CN [Conducción Nacional] de la BDT persiste en su ‘contraofensiva’, pero advierte que “esto encuentra serias dificultades en su implementación”, debido a la “rígida posición sustentada por el DT FIRMENICH”, la “presión de las FFAA”, la “disconformidad de ‘cuadros’ de conducción media y de nivel TEI y TEA por el balance de la ‘ofensiva estratégica’ que no arroja los resultados esperados”, el “temor de los ‘cuadros’ TEI y TEA de ingresar al país por las caídas sufridas”.
Pero la conducción de la organización desoyó todas las advertencias y tildó de desertores a los críticos. La Contraofensiva se detuvo sólo cuando ya no quedaban cuadros para enviar al país.
Documento: Informe de la situación de la organización Montoneros
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