Sergio Massa conoce las profundas diferencias personales, políticas e ideológicas que enfrentan a Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. Y considera que esas desavenencias infinitas hicieron un daño gravísimo a la gestión del Gobierno y a la consistencia y funcionamiento interno del Frente de Todos. Massa no quiere que esa profunda interna palaciega también crucifique su programa económico y entonces decidió avanzar al margen del enfrentamiento descarnado que protagonizan el jefe de Estado y la vicepresidenta de la Nación.
Alberto Fernández no tiene ganas de compartir con Cristina la asunción de Massa como ministro de Economía. Y CFK tampoco se muestra muy entusiasmada en llegar al Salón Blanco y sonreír junto al Presidente. El sucesor de Silvina Batakis conoce la situación y decidió correrse de la nueva batahola palaciega.
“Yo me dedico a hacer el programa económico y a definir mi equipo. Es lo único que me preocupa”, comentó a Massa cuando le preguntaron sobre la última disidencia entre el Presidente y Cristina.
Es cierto que Massa mantiene reuniones con su probable equipo del Gobierno, chatea con importantes dirigentes de Juntos por el Cambio, conversa con expertos económicos de la oposición, derrite su celular negociando con los empresarios y presta atención a los comentarios que llegan desde Wall Street y Washington.
Pero no descarta una foto con CFK y un comentario de apoyo de la Vicepresidente, si al final ella opta por mirar la ceremonia oficial por televisión. Sería un hecho auspicioso en la liturgia del Frente de Todos: Cristina revoleó con su silencio a Matías Kulfas y Martín Guzmán, y debilitó casi hasta la agonía a Silvina Batakis, que había ratificado las metas pactadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por orden directa de Alberto Fernández.
Massa considera que la compleja crisis económica es una derivación perfecta de las diferencias que tienen Alberto Fernández y CFK, incapaces de trazar un programa político que empodere al gabinete y abra la posibilidad de preservar el poder tras los comicios presidenciales de 2023.
En este contexto, Massa respetará la investidura del jefe de Estado y el poder real de la vicepresidente, pero defenderá sus medidas económicas ante sus dos socios del Frente de Todos. Cree que Marcela Losardo, Juan Pablo Biondi, Matías Kulfas, Guzmán y Batakis fueron debilitados por las diferencias entre Alberto Fernández y Cristina, y no quiere repetir la experiencia.
El designado ministro de Economía está en contacto abierto con el Presidente y la vicepresidente, y el método de trabajo es explicar su hoja de ruta y los tiempos que necesitará para garantizar una aplicación efectiva. Massa -a diferencia de Guzmán y Batakis- exigió el control sobre el modelo económico y pidió que todo el Gabinete respalde las propuestas que anunciará en 72 horas.
Massa no quiere lidiar con las áreas que no controlará directamente -el Banco Central y la Secretaría de Energía, por ejemplo- y apunta a establecer una agenda institucional con la oposición que permita acuerdos firmes en ambas cámaras legislativas para sancionar proyectos que satisfagan los intereses de ambas partes.
La convivencia política entre Alberto Fernández y Massa está asegurada. Se conocen y tienen un proyecto de poder para la carrera presidencial 2023. Los dos saben que su destino político está atado frente a las posiciones irreductibles de CFK.
La vicepresidente apuesta a Massa sólo por su relación ideológica con el concepto de realpolitik. Asume que es la última oportunidad que tiene el Gobierno frente a una crisis con escasos antecedentes históricos. Y se decantó por Massa ante la inexistencia de otra alternativa en la coalición oficialista.
A Massa no le complica que Cristina opte por el silencio político frente a su hoja de ruta. Pero pretende que controle a su propia tropa -La Cámpora y el Instituto Patria- ante una compleja coyuntura que ya no resiste una guerra de guerrillas en la Casa Rosada.
Ella le dio su palabra