El clima tenso que se arrastra desde hace días en la Casa Rosada y los principales ministerios por la incertidumbre en torno a los cambios en el Gabinete escaló al máximo hoy, entre versiones contrapuestas. Al punto de que, a media tarde, en las dependencias centrales habían dejado de responder las consultas y en la Presidencia daban información a cuentagotas. Finalmente, a través de una serie de comunicados escuetos en formato inédito, la Presidencia despejó las incógnitas centrales sobre la reorganización del Gobierno. Sergio Massa se hará cargo de un “superministerio de economía” y absorberá las áreas de Agricultura y Producción, que hasta hoy estaban en manos de Julián Domínguez y de Daniel Scioli; así como el manejo de la relación con los organismos multilaterales, que manejaba Gustavo Beliz.
La movida es una reorganización profunda que plantea, en los hechos, un nuevo gobierno, la última carta del Frente de Todos para enfrentar la crisis. Pero, además, representa una nueva herida en el desgastado “albertismo”, que desde 2019 vio eyectados a la mayor parte de sus alfiles a instancias de Cristina Kirchner. La principal diferencia es que las remociones, esta vez, fueron consecuencia de la presión del tercer líder de la coalición, Sergio Massa, que puso severas exigencias a cambio de su desembarco en medio de la crisis económica.
Los comunicados despejaron a medias el incierto panorama. Y por algo más de media hora dejaron importantes dudas sobre la continuidad de los ministros degradados. Cerca de las 19 hubo respuestas. Dejaron trascender, a cuentagotas, que Scioli volverá la embajada en Brasil -no se conoce su reemplazo-; que Domínguez renunció con destino incierto -tampoco hay detalles de sucesor/a; y que Silvina Batakis, nombrada ministra de Economía hace tan sólo tres semanas, se hará cargo del Banco Nación en lugar de Eduardo Hecker. El Presidente le había pedido que continuara en el Gobierno, y pocos creían que fuera a aceptar en medio del maltrato político que le suministraron. Aunque dudó, terminó accediendo.
Con los cambios, luego de las recientes salidas de Matías Kulfas y de Martín Guzmán, los funcionarios del ala “albertista” que permanecen firmes son muy pocos: la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra; el secretario de la Presidencia, Julio Vitobello, el canciller, Santiago Cafiero, el ministro de Trabajo, Claudio Moroni; el de Desarrollo Social Juan Zabaleta, el de Obra Pública, Gabriel Katopodis, el de Seguridad, Aníbal Fernández, que esta noche se quedó hasta cerca de las 21 con el Presidente para discutir cómo seguir.
Mientras tanto, preocupada por evitar aparecer vinculada a la crisis política para preservar su imagen, Cristina Kirchner mantuvo la reserva durante todo el día, al igual que su tropa. Eduardo “Wado” de Pedro, el ministro del Interior, que pasa casi todos los días hábiles en su despacho de la planta baja de la Casa Rosada, que viajó a Tucumán con Manzur. Sus oficinas quedaron estaban cerradas. No querían contribuir a la ola de rumores, dijeron en su entorno. Mientras que en las cuentas de las redes sociales de los líderes camporistas las conversaciones tocaban otros temas, alejados del foco de las principales preocupaciones nacionales.
Aunque ajena en público, la vicepresidenta siguió de cerca y participó de todas las negociaciones sobre los cambios en el Gabinete que se precipitaron desde el domingo, cuando se reflotó la idea de un golpe sobre el tablero que el Presidente había descartado a comienzos de julio, con la llegada de Batakis. De hecho, las carteras que maneja el kirchnerismo resultaron, una vez más, intactas. También la secretaría de Energía, que seguirá en manos de Darío Martínez, Federico Basualdo y Federico Bernal. De relación tensa con Massa desde la ruptura de 2013, Cristina Kirchner había resistido su llegada en los términos que exigía el tigrense, pero terminó aceptando ante la inminencia de un escenario caótico.
Caos e incertidumbre
Hasta las 18 reinó la incertidumbre en Balcarce 50 y en las sedes ministeriales de mayor peso. Algunos titulares de las carteras incluso les habían pedido a sus voceros que se contactaran con funcionarios con despacho en la Casa de Gobierno, así como con periodistas que cubren oficialismo para obtener algún dato, por ínfimo que fuera, sobre sus destinos inmediatos. Nadie sabía el desenlace que se verían obligados.
Tres de los cinco funcionarios que fueron degradados, desplazados u obligados a dejar el Gobierno desfilaron hoy por la explanada de ingreso a la Casa Rosada rumbo al despacho de Alberto Fernández. El primero fue el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, que subió la tensión al máximo en el oficialismo con el anuncio de su renuncia tras la charla con el Presidente.
Si bien su renuncia era previsible, cayó como un baldazo de agua fría en el entorno de Alberto Fernández. Miembro fiel del -nunca nacido formalmente- “albertismo”, la relación con Massa, en principio correcta, se había deteriorado. Y llegó al punto de quiebre cuando el tigrense puso como una de sus condiciones el manejo de los organismos multilaterales. La convivencia sería imposible, y Beliz, herido, se fue del Gobierno. Lo reemplazará Mercedes Marcó del Pont, hasta ahora titular de AFIP, que también estaba en la mira pero, si bien en otro rol, sigue.
Al frente del organismo de recaudación irá Carlos Castagneto, dirigente histórico del kirchnerismo, fundador de la agrupación Kolina y ex funcionario de Desarrollo Social bajo el liderazgo de Alicia Kirchner. Hasta hoy se desempeñaba en el organigrama de AFIP como Director General de Recursos de Seguridad Social, y ahora subió varios peldaños.
La segunda visita fue la de mayor peso y generó la mayor expectativa por su rol. La ministra de Economía, Silvina Batakis, arribó al mediodía, después de pocas horas de sueño por el viaje de regreso de Estados Unidos, que se había prolongado por razones climáticas. Al regresar, hoy a las 7:30, se topó con que la noche anterior habían circulado fuertes rumores sobre su desplazamiento, a sólo dos semanas de haber asumido, para dejarle el lugar a Sergio Massa.
Aunque el mismo presidente de la Cámara de Diputados lo había desmentido, vía Twitter, la titular de Hacienda quedó “abatida”, según dijeron en su entorno. Acababa de hacerse cargo de una gestión económica en llamas, sin previo aviso tras la renuncia de Martín Guzmán, frente a la peligrosa desconfianza del kirchnerismo. Durante los dos días previos, además, le había dicho a todos sus interlocutores del FMI, del Banco Mundial, del gobierno de Estados Unidos y del establishment estadounidense que su nombramiento tenía el respaldo de toda la coalición de Gobierno. Al aterrizar en Buenos Aires se dio cuenta de que no era cierto.
Batakis estuvo una hora con Alberto Fernández, y aunque todas las miradas apuntaban con ansias a conocer los términos y la conclusión de la charla, el área de Comunicación de la Presidencia mantuvieron un estricto hermetismo. Sin embargo, desde una terminal vinculada a Batakis revelaron a Infobae que le había manifestado su malestar y que había puesto a disposición su renuncia, verbalmente. En la Casa Rosada lo negaron, y cuatro horas después admitieron el secreto a voces: dejaba el cargo en manos de Massa.
El tercer turno fue para Scioli, otro de los protagonistas de la jornada, principalmente por encono histórico, mutuo, con Massa, que nunca le perdonó haberlo abandonado en su aventura rupturista en 2013 contra Cristina Kirchner. Entre las aspiraciones del tigrense también estaba listada la absorción del ministerio del que había logrado hacerse cargo el ex motonauta.
En el Frente de Todos había serias dudas sobre su continuidad en Producción, a donde había llegado hace menos de dos meses con planes de competir por la Presidencia el año que viene. Después de charlar con Fernández, al igual que Batakis y Beliz, Scioli se retiró en silencio, pero se ocupó de dedicarle un gesto de “ok” con la mano a los fotógrafos que hacían guardia frente a la reja. Algunos lo interpretaron como señal de que seguiría en el Gobierno, pero se equivocaron. Después se supo que regresaba a Brasil, dos meses después de la serie de fiestas y actos de despedida de las que había sido protagonista.
Había expectativa por una eventual visita a la Casa Rosada, también, del ministro de Agricultura, Julián Domínguez. Pero el anuncio sobre su cambio de jerarquía se le comunicó sin encuentro presencial, vía telefónica. Después trascendió que renunciaba.
El Gobierno, entre las deliberaciones, quedó alterado y paralizado. Se suspendieron actos, encuentros políticos e inauguraciones desde la cúpula hasta las secretarías. Paradójicamente, con el fin de evadir preguntas para las que no tienen respuesta, cerca de varios ministros repetían hasta el cansancio que “seguían trabajando” en sus respectivas agendas.
La muestra más evidente del tembladeral en que se transformó el oficialismo en las últimas horas fueron las idas y vueltas alrededor de la conferencia de prensa que encabeza todos los jueves desde la Casa Rosada la portavoz, Gabriela Cerruti. Hoy estaba prevista para las 17.15. Pero pasadas las 17.30 no había certezas de que fuera a concretarse. “Puede que la haga, como que no”, dijo a esa hora un desconcertado colaborador, antes de que se suspendiera definitivamente. Fue la coronación de una jornada de escasos datos, rumores y desconfianza, que en muchos aspectos continúa.
En concreto, resta saber quién reemplazará a Massa en la presidencia de la Cámara de Diputados -en su entorno aseguran que coronarán a Cecilia Moreau, pero no está confirmado-; y a quiénes nombrará el nuevo “superministro” en lugar de Scioli y Domínguez.
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